Estoy por completo de acuerdo en marcar y diferenciar. Porque quién puede no desear separar la idea de una cesta de mandarinas, turgentes y perfumadas, de este infinito agravio de mandarines que padecemos, lacerándonos con sus afiladas, o afiliadas garras.
¡Venga Dios y lo vea!, o mejor todavía, venga una diosa y me vea.
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