martes, 16 de diciembre de 2008

La ignorancia hace la fuerza

La ignorancia hace la fuerza.

Escribir sería fácil si la misma frase no pareciera, alternativamente, según el día y la hora, mediocre y excelente (Nicolás Gómez Dávila).

Y con respecto a estas pintorescas prohibiciones respecto de abrir y escarbar fosas comunes lo que se viene a colegir es que en pocos lugares se molesta más mentando la soga que en casa del que ahorca.

Ya no se ve necesario cortar cabezas, bastará con vaciarlas.

Estafas piramidales. Creo que las llaman así por lo faraónicas.

Nadie nos niega el pan y la sal. Bien duro y en las heridas, respectivamente.

La velocidad de propagación del oscurantismo en el vacío no sé yo si estará del todo cuantificada y bien establecida, pero tengo para mí que no debe de ser quisicosa, desde luego.

No sabe uno a veces, escuchando a según quién, si lo que aparentemente se les echa a faltar es el riego o más bien el qué regar.

La ciencia económica es esa cosa tan opinable y tan recosida a medida de la faldriquera y de las creencias de cada cual (si se me permite la redundancia) que dan ganas de llamarla conciencia económica, y ya va más que servida.

Seguridad jurídica. Hoy en día llamarle facha a un facha o perturbado a un perturbado todavía te sigue costando de seguro una multa y, de paso, tal vez hasta la cátedra. Aún no hace mucho podía costarle a uno el exilio, o la cabeza, o idealmente ambos. Parece pues incuestionable que mejoramos de forma espectacular, qué duda cabe.

Gustamos de todas estas soluciones precipitadas. Al fondo de un barranco.

Cervantescas. Gracias a la fama de tonto ya se puede ir avanzando buen trecho, Sancho.

Mobbing es cuando en el trabajo te tocan en exceso los cajones y sin la preceptiva autorización, me parece haber entendido., mardito inglé ézte de la reina, con lo fácil que ha sido de toda la vida decir que a alguien le están puteando o dando por el culo en el currelo, y sin tener que usar esas vocales dobladas, ásperas y foráneas, de tan cansina y trabajosa pronunciación, además.

En España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro (Manuel Azaña). La verdad es que por mucho que nos lo hayan contado nuestros mayores, los que quedaron después de la rastrillada, digo, y a pesar de la larga prohibición expresa incluso de dicho recordarlo y contarlo, no alcanza uno verdaderamente a explicarse cómo debieron de ser aquellos tiempos, donde podía alcanzar la presidencia del gobierno y de la república un tipo capaz de pensar, decir y escribir cosas así... sin olvidar la angustia que entra de imaginarse lo que daría hoy el prócer en las encuestas con esos dos culos de vaso que se gastaba o lo que daría cualquier otro capaz de algo parecido, que ni la primera fase de selección del casting de gran hermano superarían los pobres, eso es seguro, y no digamos ya el meritoriaje en un partido político...

Adjetivos desaparecidos en batalla. Probo. Caído en singular y gramática contienda, creo, por causa de haber acabado dando las vocales pr en b, a causa de vayan Ustedes a saber cuál curioso mecanismo de decaimiento vocálico característico del castellano actual, que yo desconozco, pero que seguro que habrá de haber por esas reales academias, que pagamos todos, los suficientes lázarocarreteres, manuelalvares, lapesas y menendezpidales redivivos que nos lo puedan intentar explicar.

Catecismos. El patrimonio justifica los medios.

Cada vez entiendo menos, parecería como si se me hubiera quedado encasquillado el turboincomprensor.

Reuniones en la cumbre. Con todos esos comangantes en jefe escoltados apenas por escasos veinte o treinta mil mozos de estaca, por ahorrar, que acaban por lo general afeándonos el inmerecido bienestar, y solicitándonos encarecidamente ¡Por Dios! que apadrinemos banqueros por nuestro propio bien, que no me dirán Ustedes que no es como pa’ ir a mear y no echar gota, como con precisión exquisita se decía de antiguo.

Nada parece ya cuestión de verdadero o de falso, sólo causa algún tipo de comezón moral y algún punto mínimo de debate, ocasionalmente, el que algo sea caro o barato. Y ya paren Ustedes de contar.

Nunca cambies la salud por la riqueza, que decía el sabio, ya ves tú, y yo que venía tonteando con la idea de que fueran sinónimos...

Me fascinan ciertas intervenciones del azar, por lo que a veces juego a remedarlas cuando me encuentro, por ejemplo, una cartera en la calle que le devuelvo al punto al primero que pasa.

La soledad es esquiva. A veces sale a uno a pasearla y no es raro darse cuenta de pronto de que ha desaparecido, la inconstante, porque un cualquier indocumentado, a la que te descuidas, ya te está dando palique, intentando invitarnos a una reunión y, en definitiva, arruinándonos una vez más la tarde.

Políticos. Lo grave no son las banalidades, insultos y memeces que sueltan coloquialmente –como haríamos cualquiera–, cuando creen que no se les escucha, lo verdaderamente grave son las que largan cuando se ponen a trabajar armados de su mejor intención y en público, desplegando toda su capacidad, saber y energía, en serio y por el sacrosanto bien de todos nosotros, dicen; bien éste, por cierto, del que el Señor bien poco nos guarda, y que hora sería ya la de reunirse unos cuantos e ir mandándole un recaíto al respecto, la verdad.

Muchas mentes racionales y cartesianas se sienten desacomodadas e incluso se muestran no poco picajosas con esos extraños saberes de la física cuántica: partículas y subpartículas inasibles que al momento son como ondas estadísticas o evasivas nubes de energía y al otro cumplidísimos proyectiles cabalmente discretos, que aparecen y desaparecen como por arte de birlibirloque vulnerando paridades, exclusiones y simetrías u ocupando posiciones impredecibles, o compareciendo una sola de ellas en dos lugares al mismo tiempo... y otra buena copia de maravillas así. Sin embargo esas mismas cabezas ordenadas y a menudo piadosas no parecen sentir excesivo desasosiego con esta ciencia económica nuestra de cada día, tan terrenal y de bolsillo, aparentemente comprensible y facilona y que proclama hoy una certeza y mañana su contraria, que aplica una misma receta para obtener efectos opuestos o varias distintas para intentar combatir una ruina con aparatosos eurekas que a menudo las acaban produciendon peores y todo ello con grandioso aparato de prensa, taquígrafos y corifeos, al amparo de políticos, administradores y cleptócratas que les dicen sí a lo uno y sí a lo otro y sí a lo de más allá, sin mayor rubor, comezón o desasosiego morales ni científicos por parte de unos ni de otros y comprando y vendiendo todos en comandita y en franco batiburrillo en función de tan imaginativas creaciones y con total independencia de los resultados, además, por lo general malos, peores o catastróficos, a elegir, que tan curiosa sistemática viene a producir cada lunes, cada jueves y cada junio, que no se atreverán a decirme que no, por favor se lo pido. Y sólo le ruego al Señor que en su divina misericordia me aparte todo lo posible de ellos y me dé luces para intentar seguir por esos otros caminos poco frecuentados pero desde luego menos estrambóticos de las incertidumbres y de las dudas, cuánticas o del tipo que prefieran, que de las certezas ya me guardo yo, y de la mano a ser posible de las siempre nobles calaveras de don Alberto, don Wolfgango, don Werner y don Kurto; conocidos mejor como Einstein, Pauli, Heisenberg y Gödel, respectivamente y por sus apellidos, e incluso de otros etcétera que ya sería demasiado prolijo traerme aquí a cuento. Y a aquéllos otros de las opciones de futuros, de los fondos estructurados y de las ponderaciones AAA pues que les vayan dando pomada no, sino sin nada de ella, por favor y por lo que a mi atañe.

Cuando las gentes piadosas se lavan las conciencias te ponen perdido con las salpicaduras y un ojo morado –a la que pretendes esquivarlas– con esos tremendos puñetazos de arrepentimiento que se atizan en tu pecho.

Aquel que procura el bienestar ajeno ya tiene asegurado el propio (Confucio). Otra es como vengan a interpretarlo más de uno y más de dos de esos que todos nos sabemos y que andan henchidos por ahí proclamando “yo he creado veinte puestos de trabajo”, “yo doscientos”, “yo dos mil”, y yo y yo y solamente yo, como se oye entonar al cada vez más poderoso coro a tutti, y como si los afortunados en el sorteo de los salarios no hubieran tenido quizás también algo que ver en el repletado de semejante cornucopia de bienes... ajenos evidentemente a ellos, que de eso sí que no cabe duda.

¡Ay todos esos master en MBA!, por la Soborna.

Seguimos embalsamando casi igual que en la antigüedad, solo que extrayendo la materia encefálica en lugar de por la nariz a través de las ojos y de los oídos, utilizando para tal fin un maravilloso instrumento de alta tecnología que posee la novedosa capacidad de no dejar la más mínima huella física en los cadáveres y que se conoce popularmente como televisión.

No hay patria más sagrada que esa cartera que a algunos les late briosa en el pecho.

El lenguaje no es más que una matemática rebajada de dificultad, gracias a lo cual a muchísimos más nos sirve para muchísimo menos.

Blanco y en tetrabrique, Don Simón.

A veces pienso que mi alfabetización fue excesiva. No me sirve para otra cosa que llevarme disgustos.

Asesinos despiadados que se mean en los calzones al ser detenidos. Aunque tardíos, no dejan de congratularme ciertos destellos de humanidad, tengo que reconocerlo, y aún a mi propio pesar.