martes, 2 de septiembre de 2014

La cerdada, o el pre-golpismo. Acción y reacción.

Conviene a veces reflexionar sobre las mayores simplezas. En primer lugar, porque no suelen serlo tanto, y en segundo porque estas permiten extraer lecciones que no es del todo imposible que resulten de alguna utilidad para interpretar la actualidad y la realidad, en ocasiones tan próximas.
Una amable lectora me ha dirigido hoy a una pequeña noticia, de esas  amagadas entre los recovecos del día, que comunica a quien la lea que la cervecera Heineken retira su publicidad de un programa de La Sexta donde, a entender de la primera, se va contra la religión. Nada que objetar respecto a dicha acción, haga cada cual de su capa un sayo o una casulla, si así le cuadra, pero la lección que traía el suelto venía a continuación y es de las de anotar, para su aplicación, por alzada, a donde procediera.
Porque debajo del mismo, pegada en el medio que publicaba la noticia, Libertad Digital, perteneciente este, en la práctica, a la ultraderecha religiosa y neoliberal y del cual cabe suponer, por lo tanto, que la mayoría de sus lectores fueran simpatizantes o seguidores de tal sentir ideológico; se extendía una larga lista de comentarios de lectores que, en su práctica totalidad... ¡llamaban al boicot contra la marca cervecera!
El tiro por la culata, pues, en roman paladino, porque en lugar de concitar el texto entre sus lectores ese coro de adhesiones que seguramente daban por sentadas, se encontraron con lo opuesto. Y sin duda es pequeña cosa el caso, pero cabe añadir que los boicots siempre han sido un juguete muy peligroso y cuyo resultado, al igual que el de empezar una guerra, siempre es incierto. Y, adicionalmente, que ni siquiera el personal situado teóricamente más a la derecha del espectro parece estar ya para demasiadas milongas sin demasiada sustanciación. Y esto sí que es noticia.
Pero la lección, como glosa de las acciones mal pensadas y de las reacciones que estas provocan, viene grandemente a cuento hoy cuando, una vez más, el Presidente Rajoy insta (es decir, manda) que se le sienten el PSOE y los partidos nacionalistas a negociar ese esforcio, que diría Forges, bautizado como Regeneración democrática, que ya es Inri, con la amenaza añadida de que, en virtud de sus gónadas, legisle el sólo, manu militari, lo que tiene ya decidido al respecto de esa disparatada, pero venenosa, sugerencia suya de otorgar la mayoría absoluta en las elecciones locales a la minoría más votada.
Y referente a semejante barbarie jurídica, democrática, matemática, estadística e intelectual ya dije lo obvio hace más de un mes, aunque hoy me he llevado la relativa alegría, por llamarla de alguna manera, de encontrar más o menos una parte de mi texto de entonces relatado tal cual, no en su forma, pero si en toda su sustancia, en escolar.net. No soy de los que ven fantasmas donde no los hay, pero sí son de reseñar los reflejos del analista que cuenta lo mismo que uno, aunque una Cuaresma más tarde y no a las horas o a las pocas fechas del pavoroso hecho, como sin duda requería el caso.
Pero, regresando a donde pretendo, las acciones y reacciones ante la situación actual pueden ser previsibles. Y la situación actual es aproximadamente esta: Podemos puede estar a un punto en intención de voto del PSOE que, como también resultaba y resultará previsible, no levanta cabeza, o calabaza. Ni con el bobo, ni con el feo ni ahora con el guapo, a lo que se ve. Y es que insisten en esa casa antaño ilustre en no ir a mirárselo, por hablar moderno, y así les va de lindo. Naturalmente, estos datos son sólo una encuesta del diario El Mundo del día de ayer, el CIS no se atrevió a decir tanto hace una semana, pero, con la ejecutoria del segundo a este respecto, tan plausibles son los datos de El Mundo, como otros más o menos optimistas o pesimistas según el cristal de cada cual. Sin embargo lo que no va pareciendo ya un paisaje del todo utópico, tiendo a creer y vista la situación, es vislumbrar a futuro incluso un posible sorpasso de Podemos al PSOE, a costa de dejarlo más que demediado, y a IU, de paso, en cueros, como también apunta el sondeo.
Tal futuro, no del todo imposible, digo yo que estará de seguro analizándose con la debida angustia en las instancias pertinentes, es decir, en todo el aparato del estado y en sus más profundas covachas y cloacas, en los partidos políticos, en la judicatura, en los servicios de información, deformación y desinformación, en los cuartos de armas... y, verdaderamente más vale no pensar en qué serán capaces de pergeñar unos y otros al respecto, pero de lo que no cabe duda es de esa ya casi segura decisión de proceder a la reforma electoral con las intenciones anunciadas que, no encuentro manera mejor para definirla, vendría a situarla jurídica y democráticamente hablando en algo así como el pre-golpismo a todos los efectos, pues si el golpismo anula y amaña elecciones sin rubor alguno, este semi-amaño, participaría de ambas posturas, de la del amaño, tan cara a cualquier poder fáctico y no democrático, más de un maquillaje ya muy tenue de democracia, para que pudiera seguir sosteniéndose que esta aún siguiera vigente.
Así, y como efecto de semejante ley, imaginar una vez más o prever un paisaje en el cual la izquierda en su total, numéricamente, gane abundantemente las elecciones locales y, sin embargo, no alcance más que muy escasa alcaldías, es el resultado más que previsible, pues a tales efectos, con su mayoría absoluta, va el PP a imponer dicha impresentable legislación.
Pero... ¿Y después qué? ¿Es posible imaginar a qué se enfrentaría un PP triunfante en las locales con el 35% de los votos, gracias al amaño y solo por señalar un guarismo ni demasiado bajo ni demasiado alto? Porque se enfrentaría seguramente a una casi revuelta social y más seguramente a una revuelta política cuyo efecto, ya más seguramente y para el corto plazo de las  elecciones generales que la seguirán, no sería otro que generar una coalición de izquierdas y a la cual, dadas las circunstancias, muy mal se podría enfrentar.
Y cierto es que una coalición de izquierdas no la quieren los propios partidos de izquierdas ni por activa ni por pasiva, pero ¿y si te borran del mapa casi como si fuera a cañonazos, pero sólo mediante una ley pastelera, quedando unos tiritando, otros extraparlamentarios y otros ganadores a medias y para nada?, ¿Llevaría esto a una coalición? Yo pienso que probablemente sí y esto incluiría a su vez que el PP conservara su poder local, incluso incrementado, otro cuatrienio, sin duda, pero no siendo muy difícil intuir que semejante ley electoral fuera lo primero que desmantelara la coalición surgida para las generales, y previsiblemente triunfante, y de la cual, entonces, todo lo que podría decir, maldecir y protestar el PP es que la amasaron ellos mismos con sus malas artes y con sus propias manos.
No es este, obviamente, más que uno de los panoramas posibles, pues tampoco cabe descartar que incluso semejante cacicada terminara por producir el efecto contrario y depositara directamente en los brazos de Podemos, aún antes de lo esperable, un número de votos en numerosas localidades que los llevara directamente a beneficiarse ellos de la inverecunda marranada prevista para beneficiar a otros. Y esto sí que sería de verdad el alguacil alguacilado y un perfecto despiporre. Pero cabe también pensar que este efecto tampoco sea del todo imposible y alguien debe de saberlo también por esas alturas y llamar entonces desde ellas a la ‘sensatez’ de no avivar esas ‘llamas’ que se pretenden apagar.
Y todo ello resultaría en una excelente lección de por qué, en democracia, hay cosas con las que conviene no jugar jamás. Una, y ya es grave, es que no se pueden robar siempre y sin excepción los caudales del común sin que pase nada, porque su castigo se empieza ya a intuir, por lento que vaya, y no me refiero al muy desleído castigo judicial a los responsables, sino al verdadero castigo, el único que entienden cierto tipo de delincuentes de garra blanca, el de los votos esfumados.
Pero ponerse a jugar con los propios números de las elecciones y tergiversar el voto de cada cual a beneficio propio, es decir, ‘democracia’ del siglo XIX, caciquismo con el resultado de reducción a la nada de los sufragios de los que no te votan, ya sí que es de verdad harina de otro costal, porque no están los tiempos para ello, la población no anda exactamente en la sublevación, sin duda, pero sí extremadamente harta y camino de insumisa y parece bien posible que la salvajada les pueda costar a sus autores largos años de Purgatorio. Y nosotros que lo veamos, entonces.
Y otra cosa es que haga con el poder quien lo obtenga, y si servirá ello o no para salir de esta miseria, regresión, oscurantismo y desbarre social y democrático, pero eso ya no es tema de este artículo.
Sin embargo, y para concluir, cabe muy bien preguntarse sobre el verdadero estado de salud de la democracia cuando es posible que matemáticas electorales como las que se postulan y seguramente se impongan, es posible no solo ensoñarlas de la misma manera en la que cualquiera, en su fuero interno, fantasea con despedazar o masacrar a quien odia, a modo de imposible desiderata, sino que se proclaman como algo que debe pertenecer a la realidad por deseable, conveniente y bueno, se teorizan, se llevan a la misma, se sacan adelante, se imponen y, finalmente, obtienen su legalizada carta de existencia.
Sería como si cualquier mala película violenta, de cuarta categoría, de esas en las que cualquier asociación de malhechores de ínfima catadura, mata, desuella, destaza y aniquila a cientos de adversarios, con la complicidad del también ínfimo respetable que las sigue, pero que aún y con todo ello sabe y conoce de sobra al mismo tiempo que tal cosa no es más que pura ficción sin correlato verdadero con la realidad ni posibilidad alguna de que tales comportamientos se den en la vida común y corriente, fuera de pronto traída a la realidad y sus prácticas llegaran a la vida real apelando a un mecanismo que casi se podría definir como de magia invertida.
Porque esto redundará en un exterminio real de voluntades y números como igual de real fue el exterminio de cuerpos en el nazismo y como reales son aquellos exterminios que siguen a cualquier golpe de estado.
Y así, estos hechos como de política-ficción, por sencillamente monstruosos e inimaginables fuera del territorio de la fantasía creativa de buenos o malos guionistas y dirigidos en exclusiva a la recreación inocente del espectador, y sea este respetable de mejor o peor categoría moral, lo cual da lo mismo, son sin embargo los que vienen ahora nada menos que a gobernarnos traídos de la mano y la capacidad de creación de unos avispados que no van a contentarse sólo con los derechos de autor de una obra de ficción, sino que se disponen a convertirlos en nada menos que ¡en leyes!, en jurisprudencia, en normas de 'convivencia' y obligado cumplimiento y con sus correspondientes beneficios, para ellos, bien se entiende, de poder, de capacidad de imposición, de prevaricación legal, en fin, de cualquier ventaja imposible de obtener con los civilizados métodos de pacto y negociación que definen a las democracias, y todo lo cual no será entonces macana de película, videojuego o novela, créanlo.
Los peores monstruos de esta política ficción vienen hoy a querer ser nuestra realidad, para poseerla, y su contenido y sus pateados seremos nosotros, hecho calavera nuestro voto y tan inútil como las huesas de los masacrados a coces en cualquier ínfima película de kung-fu. ¡Menuda superproducción!