miércoles, 25 de junio de 2014

¡Nos han superado!




Soy consciente de que está fotografía puede dañar el equilibrio emocional de muchos de mis lectores. Y me disculpo por ello.
Pero tranquilicémonos y vayamos por orden.
No es una grada para la visita de un Papa, reconvertida después para cultos de otra latría.
Don Luis Bárcenas no ha percibido comisión alguna por este campo de fútbol, ni siquiera en diferido ni como simulación, por mucho que cueste creerlo.
El PP tampoco y UGT no ha organizado ningún curso en el lugar.
No es una iniciativa de don Carlos Fabra, aún llevando todo su inconfundible sello.
Hasta donde me resulta, ni el señor don Francisco Correa, ni el señor don Álvaro Pérez, mejor conocido como "El bigotes" ni el señor don Juan Antonio Roca están tampoco implicados en su promoción y puesta en funcionamiento de la instalación.
Creo, pero esto no he podido documentarlo hasta tener una absoluta seguridad, que Santiago Calatrava no es el arquitecto responsable del proyecto.
Dato importante, esta instalación no se encuentra en la Comunidad Valenciana, ¿Puede concebirse semejante sinsentido?
Tampoco lo está en el término municipal de Marbella. Más difícil todavía, si cabe.
Y ni siquiera se encuentra en la Comunidad de Madrid, auspiciada como necesario acto promocional por parte de la Alcaldía Excelentísima de esta capital.
Es más, no está en España. Lo siento muchísimo. Es desolador.

Pero entonces, ¿Para qué puede promover nadie ni entidad patrocinadora alguna, semejante campo de fútbol?
¿Podremos soportar tamaña competencia desleal?
Pero aún queda algo más estremecedor, más inconcebible, mas inimaginable, más insufrible, más descorazonador, algo que representa una verdad última y radicalmente destructora de todo consuelo y de cualquier posible resto de fe en la humanidad: y es que los hay todavía más gilipollas que nosotros.
Porque ni en eso, y a las pruebas me remito, somos ya los primeros... y esta es la definitiva y aniquiladora verdad. De nada nos han servido dos, tres décadas en la cima toda obra humana, todo logro, toda innovación –finalmente– antes o después se ven superados por otros.
Sólo... sólo nos quedaría un nimio, débil, último, mínimo y postrero consuelo o recurso Comprar ese campo, por lo que cueste, llevarlo a la Comunidad Valenciana, derribar media ciudad histórica, a elegir a dedo cuál, para situarlo en el centro de la misma, declararlo de utilidad pública y obligar a nuestra selección, eso sí, bien se entiende, pagando dicha compra y los desplazamientos y estancias de los jugadores del bolsillo de todos los españoles, ¡qué menos!, para que nuestros antiguos campeones del mundo jueguen sólo y exclusivamente allí y en lo sucesivo.
Ah, y para no dejar a mis lectores presas de la comezón cognitiva más insoportable, –¿pero dónde está eso?, ¡coño!–, anoto que este campo de fútbol se encuentra en Ucrania. Y su fotografía procede de un periódico serio, es decir, extranjero. Y si estos tienen y usan sus filtros, han comprobado y concluido que no se trata de un fino trabajo de Photoshop o incluso les consta su ubicación y, en consecuencia, lo han publicado, yo tan sólo me limito a remitirles a ellos.
Fuente: diario La Repubblica, Roma, Italia, 24-06-2014, en un reportaje sobre los campos de fútbol más extraños del mundo.

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