domingo, 5 de junio de 2016

PSOE. Los crisantemos para el que se los trabaja.

En tres semanas, el PSOE tal vez se enfrentará a su némesis. Después de tres años de campañas electorales, o cuatro y medio si se cuenta desde las elecciones de 2011, o doce largos desde la primera victoria de Zapatero, se ha dibujado una trayectoria para este partido cuyo gráfico, de ser analizado por cualquier matemático o economista, dice más que miles de artículos, de tomos impresos, de construcciones teóricas emitidas por ellos mismos, y esto puestos a llamar construcción a cualquier ensamblaje realizado a base de acumular materiales de derribo.

Ha pasado de ser el partido que lideraba España a ser el partido de oposición y ahora se encuentra a un paso de ser el partido de oposición al partido de oposición. Y en su futuro, más que ninguna otra cosa parecen vislumbrarse esas mismas sombras oscuras de aquel fallecido PASOK de los Papandreu o del PS italiano, sarcófagos estrenados en un pasado de apenas pocos lustros, pero que hoy parecen milenios. Alguna explicación tendrá que haber para explicar el fenómeno en un país que, a despecho de su propia ley electoral, e incluso de quien lo gobierne, resulta estar casi siempre escorado algo más a su izquierda, que no a su derecha.

Y la única que soy capaz de encontrarle no es otra que el propio y continuado esfuerzo del PSOE en abandonar la socialdemocracia o, simplemente, el socialismo, es decir, su esencia. Renunció a su siempre tibio marxismo, pero lo dijo y le valió un primer desgarro, renunció a su postura anti OTAN, lo dijo y le valió otro mayor, desmanteló parte de la infraestructura industrial española –obsoleta, sin duda– y también lo predicó y justificó. Y esa vez, ya menos votantes los siguieron en aquel aventurado planteamiento, bien dudoso ya entonces y como el futuro demostró luego, porque en el fondo más valía industria de segunda, pero industria, que industria ninguna, y porque tal decisión engendró este fenómeno del paro endémico del que incluso el franquismo logró quedar exento.

Sucesivamente y con otra larga serie de decisiones se entregó finalmente en cuerpo y seguramente alma también, al dios mercado, es decir, a los postulados del adversario de los que no renunció a admitir casi ninguno y entregando así, por ejemplo, la gestión del territorio a los ayuntamientos o accediendo a la enajenación de los bienes públicos, convirtiéndose, de paso, en corresponsable de la burbuja especulativa o la de la bancarización de la sociedad y, para santificar aun más este matrimonio contra natura, modificó la Constitución de acuerdo con el PP y a resultas del mandato de Frau Merkel y sus landsquenetes.

Y esto también lo dijo, porque es obvio que no existía manera de no decirlo, y ahí ya sí se dejó, no jirones, sino la mitad larga de los miembros y órganos de su ser cada vez más incoherente. E infinitos votantes, claro. Finalmente, ha renunciado por completo a la socialdemocracia, pero esta vez no sólo ya no lo proclama, sino que afirma lo contrario, evidentemente en falso, aunque para este último viaje ya no necesita alforjas ni ayudas para transitar el sendero de la confusión. El socialdemócrata que guste de dejar de serlo tiene antiguas y bien acrisoladas opciones para votar sin tener que partirse la espalda con estos ejercicios de saltimbanquis ideológicos y el que quiera seguir siéndolo también tiene otras opciones dónde escoger. Casi cualquier lugar sirve, menos seguir colgado en ese limbo de desnortadas contradicciones.

Porque vaya y pase con que nadie que sea de derechas admita fácilmente el serlo, validando mi aforismo de que quien proclama que no sabe si es de derechas o de izquierdas es de derechas: lo sea o no, vota a derechas y en su derecho está de hacerlo, obviamente. Pero venir ahora a solicitar este PSOE que se sigue proclamando de izquierdas, aunque sus hechos lo desmientan, que a las derechas se les permita gobernar, pudiendo evitarlo, y porque todo ello, para mas inri, sería lo mejor para esa izquierda que dicen ser, es algo a lo que se le llama hacer comulgar al paisanaje con ruedas de molino o, más finamente, poner al personal, al suyo, al más adicto y fiel, mirando a Teruel. Hombre, don Pedro, suprima usted el pan, bien porque se lo manden, bien porque le parezca la única salida y si es que de verdad sigue creyendo que no hay otra, pero encima no nos llame tontos, dándole la vuelta al refrán y a cuanto no hay que dársela. Máxime porque el PSOE, de toda la vida, se suponía contratado, en virtud del sentimiento mayoritario de sus votantes, para darle la vuelta a la tortilla. Pero si no saben o si renuncian a hacerlo, y buena prueba han dado de ello, sus votantes le pedirán a otros que, siquiera, lo intenten. Y no veo muy bien qué otra contestación podrían esperar.

Lo más curioso de todo esto es el esfuerzo de un partido empeñado en la hercúlea labor de desdecir siempre a sus votantes, una y otra vez, con repetida insistencia, armados sus miembros principales de cualquier argumento torticero que venga al hilo para hacer de continuo lo contrario de lo que aquellos les demandan y para lo que los votan. Resulta asombroso verlo y, dígase claro, padecerlo. Votantes, por otra parte, los que les queden, con la paciencia de Job y la virtud de los monos orientales, bocas, orejas y ojos tapados, por no decir tapiados o sedados con opiáceos a base de extractos de antiguas y acreditadas virtudes, o principios activos, pero hoy solo presentes en este brebaje ideológico  en dosis tan ridículas y miserables, que ríase nadie de las que la homeopatía vierte en sus frasquitos de sedativa agua de colores para consumo de bienintencionados.

De últimas, ese entramado teórico parece transmitir hoy la sensación de haberse entregado al largo sueño de la ancianidad, pero la ancianidad de aquellos ¿afortunados? humanos a los que la vida les concede larguísimos años, de los cuales su tercio último solo es un largo viaje al sopor y la inacción. Y de ello alardean de continuo, de sus ciento treinta años, igual que esos ancianos que reclaman respeto o pasmo por sus deslumbrantes mocedades al familiar o al asistente social que acude a cambiarles el pañal y a llevarles la cuchara a la temblorosa boca. No por eso dejan de ser seres humanos con todos su derechos, obviamente, a excepción de uno nada baladí: el de ser propietarios y actores activos de su futuro. Y visto desde fuera, es a lo que parece ir quedando reducido este PSOE o es la sensación que recibimos parte de su vieja clientela, la de ver al abuelo en silla de ruedas hablando de su porvenir pujante. Es una contradicción que produce angustia. O melancolía, como dicen ahora.

Y lo digo desde la amargura de haber estado debajo de aquel balcón del Ritz –y, la verdad, éramos cuatro gatos, apenas unos pocos miles– con toda la ilusión, y la ignorancia de la juventud, para escuchar, entonces mucho más embelesado que escéptico, al abogado sevillano después de su victoria en las elecciones de 1982, y de haberle comprado también, en su día, su decisión sobre la OTAN, lo cual me costó, como a tantos, la maledicencia de algunos buenos amigos y la mitad de mi alma inmortal, dicho sea de paso. Pero, finalmente, cuando Satán acude cada noche al fondo de tu espejo a exigir también la entrega de la otra mitad, pero a cambio de nada, algunos, muchos, finalmente, nos hacemos la señal de la cruz y le pegamos una patada al pavoroso vidrio. Podría explicarse de muchas otras maneras, pero ya que lo gótico está de moda... 

Así que, después de rota la sagrada alianza, ¿a dónde dirigirá sus ojos el personal despechado? Pues a lo que parece evidente para tantos desencantados, a esa extraña mezcla de Podemos, formada a caballo entre el pasado y el futuro, pero que en nada desmerece, en lo tocante a pasado, al PP o a Ciudadanos. Porque ya tiene bemoles que haya de oírsele al PP, o al mismo PSOE, tachar de antiguos a los conceptos o preceptos ideológicos que hoy puedan manejar al alimón los señores Anguita, Garzón e Iglesias.

Porque anda que serán modernas las concepciones del centro derecha... Venden –y mandan practicar– la esclavitud del XVIII y aconsejan los salarios y la miseria del XIX como expresión de la sacra modernidad del XXI –chaval, gracias a todo ello te puedes comprar un iPhone–, teniéndose que dirigir los mozos a casa de sus padres, si la conservan, a sus treinta y cinco años, porque no tienen la suya propia ni tampoco un trabajo, para comerse allí ese exquisito sandwich de verdades, lechuga, nabo y nada más, repartiéndolo con su pareja, con la que no pueden tener ni hijos, pues el presupuesto no da para caprichos así de disparatados. ¿Esto es la modernidad? ¿Esto es lo que santifica esta socialdemocracia? Lo que es esto es hacer un pan como unas hostias. Con la desgracia añadida de disfrutar de una privilegiada visión cenital sobre el taburete del trilero.

Y si este mejunje, desde la modernidad triunfante, lo vendieran solamente el PP y Ciudadanos, vaya y pase, pues nunca vendieron otra cosa, y su legitimidad tienen, sin duda, para proponer lo que crean, y sus votantes para votarlo. Pero que lo vendan quienes pasaron décadas proclamando justo lo contrario, pero haciendo lo contrario de lo contrario, es decir, lo mismo, llega un momento en que resulta insoportable, intolerable, inasumible. No hay prudencia, ni cordura, ni ánimo de concordancia, que son virtudes, que aguanten tanta prudencia, ¿cordura? y ánimo de concordancia, pero que nunca sirven para imponer también algunos puntos de vista propios, y así hay que tomar por naturales y buenos tantos dos pasos atrás por cada uno adelante, tanta cautela, tanto miedo, tanto sentir, pensar y actuar desnatado, tanta falta de proyecto propio para el futuro y tanta aquiescencia con los triunfantes desmanteladores de la vida social, civil y económica.

Ni siquiera esta honda cultura de lo light, lo lelo y lo lolailo puede bregar con esto. Tal vez pueda soportarlo, malamente, una persona de mi edad, hecha a las servidumbres y los golpes de la existencia, pero ¿un joven? ¿Puede un joven seguir a estas estantiguas? ¿Se le puede contar a un joven que el hambre es lo legítimo, que de su paro él es el único culpable? Gracias pueden dar unos y otros ladrones y cobijadores y creadores de ladrones a que los usos de la modernidad sean tan blandos y de que en verdad no existan extremismos por más que se les llene la boca tratando de espantar con ellos. Pero juegan con fuego. Sépanlo.

El PSOE, como el sur de Europa, se desangra y se queda con su leche desnatada, con su mosto de vino, con su trucha de piscifactoría, con su desideología sin alcohol, con su gobernación a la lavanda para quien roba y a la cicuta para el robado, con sus recuerdos de una ilusión, un proyecto y una fuerza aplastados a la sombra de la obesidad de conseguidores, de apparatchiks, de líderes evadidos a paraísos fiscales, de teóricos de segundo de bachiller, hueros de todo sustento ideológico teórico y práctico. El tren del futuro se le está escapando al PSOE porque no salieron de casa para la estación a tiempo. Está preso, como el PP, de los destinos de miles de sus cargos electos, cuyo única aspiración es la de seguir siendo vitaliciamente cargos electos, pensionistas electos, cargos a dedo, cargos del aparato, cargos delegados en otras estructuras de poder y, en consecuencia, obligados a mantener esa vieja política de estrujadores de manos, de besadores de niños, de asustaviejas, de carteles con mensajes sin sustancia, de predicadores del terror y del miedo, de aconsejadores del hambre porque, a su entender, hay cosas peores. ¿Cuáles cosas hay peores que el hambre? ¿Afear a un ladrón? ¿Expropiar a quien se lo merezca? ¿Sancionar draconianamente a los malversadores de lo público? ¿Proclamar que la enajenación de lo público, lo de todos, acumulado con siglos de lucha, esfuerzo y privaciones, es siempre una acción indeseable que sólo podría ser justificada en casos absolutamente excepcionales y, por lo tanto, obrar en consecuencia, proscribiéndola? ¿Todo esto es peor que la miseria? ¿A qué clase de locos mantenemos?

La pérdida del compás ético ha resultado, sin duda, lo peor de esta modernidad que se mira en un espejo a imitar de una antigüedad provecta y vergonzosa. ¿De qué sirven los milagros de la ciencia, la inventiva prodigiosa, el conocimiento de infinitos detalles de la naturaleza y la capacidad misma de proporcionar larga vida a la ciudadanía, si esta larga vida es un largo robo, una larga estafa, una larga agonía que, en España, se explica meridianamente con que un 30% de su población se vea hoy reducido a la pobreza y el 50% de sus jóvenes no tenga trabajo, más el escarnio adicional de contemplar cómo los peores elementos de esta sociedad disfrutan de los frutos de su expolio legalizado y de su permanente hacer antisocial y antisolidario?

Alinearse con el estado de cosas que ha permitido llegar a esto, por acción, por omisión o por ambas es el defecto capital de un PSOE, hoy sin norte, sin programa, sin andamiaje ideológico, entregado a los planteamientos del adversario y cómplice necesario de los mismos. Un PSOE tan partidario de desmantelar el estado como aquellos a los que dice oponerse. Tan entregado al neoliberalismo como los neoliberales, a los que podrá reprochárseles cuanto se quiera, pero no negar que se atienen a sus planteamientos ideológicos. Pero el PSOE le añade a todo ello la mentira y el ocultamiento sobre su ejecutoria y sus decisiones. Y esto es lo que lo ha vaciado de votantes y lo que seguirá vaciándolo.

Así, hoy, de últimas, la decisión técnica que tomen sobre si pactan con el PP o con Podemos, con Ciudadanos o con el imperio austrohúngaro dará lo mismo. Dará paso a un interregno cuyo final es su propia desaparición, así dejen gobernar al PP o así pasen por las horcas caudinas de ver a Iglesias presidiendo un gobierno que ellos se negaron a presidir con Iglesias de vicepresidente. Valientes estadistas, finos esgrimidores. Capitanes de las sardinas. No hay nada más huero que la chulería sin causa, ni efecto más patético que ver a un político enterrándose, satisfecho y mentecato, con sus propias paletadas.

El PSOE ha dejado de ser lo que dice ser y ahora tendrá que plegarse a hacer aquello a lo que lo lleven otros, por acción, pactando, o por la falsa omisión de abstenerse. Dejarán de ser un factor decisivo en sí mismos, una máquina de ejercer y controlar el poder. Se lo darán a un tercero o a otro tercero, pero cualquier decisión que vayan a tomar ya no será autónoma ni dictada por la ideología que aducen, sino por las servidumbres de mantener un estatus que ya no merecen, y tampoco podrán ya apelar al sentimiento que, en definitiva, anida también dentro de cada máquina política y en cada persona que vota. Quien no obra conforme a lo que dice ser pierde su propia mismidad amén de su legitimidad y, por más que la política, junto a lo mejor del ser humano, albergue igualmente lo peor de su capacidad de impiedad y maquinación, este largo proceso de tergiversación de su propia identidad parece estar llegando a su fin por el sencillo mecanismo de la liquidación numérica. Podrán seguir diciendo las mismas simplezas y falsedades, pero ya los escucharán cada vez más pocos.

Le han entregado la cartera que contiene el propio sentido del hecho de gobernar a quienes no debían y, por eso mismo, otros les van a robar también la otra cartera. Si eso lo hace cualquier directivo en la más desprestigiada de las empresas va a juicio, pierde la indemnización y se haría el hazmerreír de su gremio. Pero estos no, estos todavía siguen aspirando, después de semejante exhibición, a los placeres añadidos de la puerta giratoria. Pero ya no.

Los tiempos están cambiando y hasta los propios neoliberales se cuestionan a sí mismos. Llegado el día que no queda nadie a quien esquilmar, ¿de qué vives, si no sabes hacer otra cosa? Así que, esta sencilla verdad que ahora llama a la puerta de las multinacionales capaces de producir cien veces por encima de lo que pueden vender, a costa de aspirar hasta el último grano de aliento de las sociedades y el último trozo de material de las entrañas de la madre tierra, está siendo cuestionada por ellas mismas. –Si el cliente muere de hambre porque no pagas al esclavo que, a su vez, es el cliente, ¿qué vas a vender?, ¿de quién cobras? O, dicho de otra forma, ¿y ahora quién será el próximo que se vaya al huerto? ¿Seré yo acaso, Señor?– Pero si esto lo proclama, no Julio Anguita, que se ha hartado de hacerlo, sino Donald Trump, es señal cierta de un cambio de la constelación que nos rige. El ultracapitalismo triunfante, desde el cenit de su triunfo empieza hoy a comprender la dimensión del desierto que ha excavado bajo sus pies y el que esto, por inconcebible que resulte, lo exprese hoy mejor Donald Trump que Pedro Sánchez y el conjunto de lo que éste representa, da la dimensión exacta del gigantesco tamaño del error cometido por las socialdemocracias que renunciaron voluntariamente a su ser y se pasaron al enemigo.

Así que al PSOE lo acompañarán a su ocaso esos viejos que son ahora su principal parcela de votantes, viejos como yo, pero activistas del tercio de la inacción, de los que cada cuatro años quedará un quince por ciento menos. Pero a otros tantos viejos, yo mismo, han dejado de poder influirnos, de engañarnos, en definitiva, porque nos fuimos a votar con la juventud y no seguramente por gusto, sino porque nos echaron ellos mismos y no volveremos nunca mientras ciertos usos persistan. A votar con las muletas, pero con la juventud. Y a jugárnosla, porque también existe una ética del coraje y de los valores.

Y si sale cruz, tendremos lo mismo que teníamos, pero con el consuelo de estar ya hechos a la costumbre. Pero... ¿y el gusto, si saliera cara? ¿Y el todavía mayor de mandarle crisantemos a quien tanto se los ha trabajado?

7 comentarios:

  1. Formidable, poderoso, contundente. Y además, veraz.

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  2. Pues a mí me ha parecido un verdadero coñazo. Eso sí, se confirma que al autor le gusta mucho el autor.

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    1. No está hecha la miel para la boca del asno.

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  3. No sé si el PxxE tiene a alguien de responsable de campaña o han contratado los servicios de un simio, siguen tratando al personal como idiotas. Justo ayer en El Objetivo le preguntaban sobre los pactos a Margarita Robles, depués de mostrar las encuestas seguía con lo mismo de hace unos meses, 'Nosotros salimos a ganar'. Es subrealista, es como hablar con la pared, vamos a ver...Si no vais a ganar, si ya lo sabéis, ¿en qué jodido planeta viven ustedes? ¿Por qué insultar a la inteligencia de esa forma? La única explicación es que quieren desaparecer y cuanto antes mejor.

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  4. Muchos votantes de los que le quedaban al PSOE, se estarán pensando votar a Unidos podemos, por el simple hecho de que no dieron el voto al PSOE, para pactar con un partido como Cs, que además su ideología consiste en que no gobierne la izquierda, y que además concurrió a unas elecciones con un partido de ultra- derecha, ideología que se les detecta con frecuencia...

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  5. Magnífica exposición de la trayectoria de un partido cuyos dirigentes siempre han estado empeñados en hacer la cuadratura del círculo, a todos los que éramos socialistas moderados nos han sumido en una especie de esquizofrenia ideológica,que no sabemos muy bien que consecuencias tendrá a la larga.

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  6. La situación del PSOE está perfectamente descrita en el artículo. Es lo que hay, y a patxi Lopez no deberá importarle el futuro porque se dedicará a tocar la guitarra eléctrica mientras disfruta de una buena pensión vitalicia, su pensión, nuestro dinero.... y que le quiten lo bailado.
    tonto el que les vote.

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