lunes, 29 de octubre de 2012

Via crucis


Va a tocar hoy hablar del PSOE, por elegir una desgracia de entre un ciento, pero tendrá que ser casi desde una perspectiva a vista de puzzle, que queda original de decir, porque según están, y empezando por sus mismas cuatro letras, en lo tocante a Socialista, mejor callarse, Obrero menos, pues ya no quedan, Español no lo saben seguramente ni ellos mismos y hasta cabría preguntarse si hablamos de Partido entendido como grupo o como adjetivo en el sentido de roto o quebrado.

Y es que tan lejos como ayer por la tarde me hacía yo cruces reverendas de las explicaciones que salían esa misma mañana de boca de una portavoz del PSOE pidiendo excusas –entendí que en nombre del mismo– con respecto al asunto de los desahucios y la no intervención moderadora, reguladora, legislativa, o como deseen llamarla, cuando pudieron hacerlo, de cara a tratar de limitar el terrible problema social que suponen.

Y pocas página más abajo, ayer igualmente, me despachaba con verdadera saña, lo reconozco, contra el inverosímil cambio constitucional exprés que, con la que viene cayendo, se permitieron votar en comandita con el PP y a dictado del dictador (y es bien curioso, ya ven, como estos dos términos a pesar de su similitud, están relacionados, quién hubiera ido a pensarlo) que es el mercado, lo cual ya no fue solo alimentar un fuego por pasiva, o por desidia, o por falta de previsión, como bien se le puede achacar al PSOE en todo lo referente al manejo de la crisis inmobiliaria; sino que para modificar la constitución con tan buen talante y zalamera aquiescencia, nada menos, hubieron de apelar además directamente a SU propia voluntad de hacer, de decir que sí cuando era sacrosanto el decir que no, de involucrarse, de firmar en todos los sitios que hizo falta y de mancharse irremediablemente las manos en público y a las claras, y, por lo tanto, ya sin posibilidad posterior de esconder la cara, de meter la basura debajo de la alfombra y de decir pío, pío que yo no he sido y demás usos intelectuales de los que constituyen el ejercicio responsable del poder. Porque este acudir voluntario y de tan buen grado a la fiesta del entierro de su propia ideología, siquiera supuesta, la ideología, que no la fiesta, ya requiere unas tragaderas de las de alojar seis lenguas en la misma boca, que, a la postre, va a ser el problema verdadero del asunto.

Y entonces, como venía diciendo, a la siguiente mañana, 28-10 del 2012, me encuentro en el diario El País de nuevo con otra portavoz socialista, doña Susana Díaz, vice califa o gran visiresa que sea de la taifa andaluza, que pedía perdón esta vez exactamente por lo anterior, ese abracadabrante cambio constitucional firmado y avalado por su partido apenas hace unos pocos meses, y que ahora, laus deo, ya dicen que se lo parece también a ellos, lo de inadecuado, indebido, erróneo, etc... pero cuando ya nada se puede hacer para cambiarlo, el destrozo, en verdad terrible, ya está hecho, y cuando el bagaje, las armas y la posición le fueron regalados sin disparar un solo tiro al enemigo, al interno y al externo, así como evitando matar dos pájaros de un tiro, y pudiendo, y ya puestos a mejorar. Y lo cual, siguiendo con los tiros, sería como para fusilarlos por la espalda, siquiera metafóricamente, pues de todas las insensateces habidas y de los desprecios que nos han hecho y se han hecho a sí mismos, esta, me vengo a temer, ha sido la más sonada. Y poco consuelo será el que vengan ahora con los pucheros de pena, los lagrimones de arrepentimiento, el señor ten piedad, el errare humanum est y el pueblo, perdónanos, que tuvimos una mala tarde...

Y el señor Pérez Rubalcaba, a su vez y al día siguiente, en otras declaraciones, en rueda de prensa, televisión o en cual fuera el medio, pedía, ¿adivinan el qué?, pues más o menos perdón, evidentemente, a modo de petición de indulgencia plenaria, y paciencia también (y claro, este indulgencia, como no, también significa varias cosas, RAE en mano, que es perdonar las culpas, la facilidad que se tenga para ello, pero también la remisión ante Dios de la pena que conlleven los pecados temporales perdonados, es decir, la posposición de dicha pena ad calendas graecas, que es práctica de las más sana policía, o limpieza, para cualquier responsable de meterse de hoz y de coz por el camino errado. Y no, no seguiré explicando todas las acepciones que tiene policía, pero a una no me resisto: Buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno.)

Anda así el PSOE penitenciado, que parece todo él un Viernes Santo, con los  tambores a toque de lúgubres, el arrastrar de pies y de cadenas, el clarín y las saetas, España con todos los matices de sus infinitas sensibilidades arriba, España con todos los matices de sus infinitas sensibilidades abajo, con los cilicios y las disciplinas administrándose tremendo castigo en las espaldas de las declaraciones de prensa, que salpican la tinta y los píxeles que da horror y congoja verlo y hasta daría el pego, de no ser que la sangre, ni la tinta, son rojas ni tan siquiera rosadas, aunque en la intimidad, digo yo que no dormirán todos ellos en camas de clavos, como realmente debieran, siquiera un decenio, o al menos una semana, aunque siguen con el por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa, y amén Jesús, y venga otro sañudo vergajazo, pero, qué curioso, que en lugar de en las espaldas de cada compungido penitente se estrella, como siempre, en la piadosa congregación que asiste estupefacta a su paso espectral y doliente, pero de la cual, curiosamente también, sí que sale verdadera sangre cada vez que aciertan a darle con la tralla en donde más duele, porque desde luego, y si algo hay de lo que no puedan alardear, es de puntería.

Y vayamos al meollo del problema de estos cuitados recorriendo su amargo via crucis de los votos menguantes, y que no parece otro que su castizo andar poniéndole siempre una vela a Dios y otra al Diablo. Y es que han puesto una vela en Berlín, y vela no, sino cirio del diámetro de un silo, y otra vela en Guashintón, aunque esta la apagan seis meses y la encienden otros seis y, por seguir siendo originales y ellos mismos en su radical originalidad, solo la encienden cuando conviene que la apaguen y viceversa, por hacer amigos, y otra vela en Rabat, aunque no indicaré los usos a la que la destinan allí nuestros tradicionales hermanos, por educación y por elemental respeto a la sensibilidad de mis lectores, y otra en París, donde les cobran por ponerla, por encenderla, por despabilarla, por mimar la llamita, por apagarla y por volverla a encender, como está mandado en cualquier iglesia que se precie de un culto serio, y otra en Roma, donde la usan para alumbrarse cada vez que el coro de las carcajadas por el sorpasso del bueno de Rodríguez Zapatero les funde los plomos, y otras, sin número, desde Méjico a la punta de la Tierra del Fuego, donde las reciben con cordialidad exquisita, las apagan y se van a ver si les dan algo por ellas en la China mandarina, y otras más en Riyad, donde se las allega el Rey mismo, que les tiene buena querencia, pues al parecer también son sus hermanos, que estamos todos muy mezclados, y otra, llevada en un blindado de las fuerzas armadas, en Afganistán, que a la que ven una vela, en señal de respeto y en virtud de la obligada y cordial hospitalidad que se le debe a todo invasor, le ponen una bomba, y otras muchas más que le pusieron, bombas no, sino velas, al beato Rouco Varela, en su cátedra basilical de la Almudena, (que se las acercaban gustosos don José Bono y don Francisco Vázquez, de rodillas, los brazos en cruz y chorreando cera, calle Mayor arriba, que no vean la ruina de rodilleras y la guarrería de empedrado perdido de goterones que nos dejaban) para que les iluminaran y ayudaran a encontrar el camino de la verdad, de la esperanza y de la fe.

Y es que tienen puestas velas en todas las casas de oración, en todas las camisas de once varas que sean capaces de encontrar, en todas las de usura, en todos los patios de Monipodio, en casa de todos sus enemigos, que no ganan los desdichados ni para la servidumbre que tienen contratada para tirarlas a la basura y limpiar los engrudos de cera, pero ni una sola en cambio en las casas del pueblo, en los sindicatos, en las protestas populares, en el 15-M, en los comités anti desahucios, en los hospitales malheridos, en los colegios e institutos desinstituidos, como tampoco compraron ni una velita, pero lo que se dice ni una pajolera velita, ni una, de esas por la caridad, de a leuro, zeñorito, a leuro, que mis niño no tién pa’ comé, para ponerla en la cola del paro.

Y después les asombra la sangría de votantes, la desafección de sus simpatizantes, como yo mismo, tal vez, pudiera ser, el ensañamiento judicial, dicen, cuando manifiestamente roban, per se, o no, según se presuma con mejor o peor suerte en los tribunales de primorosa inocencia, pero que es vana presunción, visto lo visto, porque son culpables definitivos por permitirlo, o por no poner el cuidado suficiente para evitarlo, y les asombra la perplejidad de los votantes, cuando, teniendo como tuvieron el poder necesario para tomar decisiones en el sentido socialdemócrata tradicional al que supuestamente reclamaban su ideología y en nombre de cuya tendencia social, o sensibilidad, o querencia o como se le llame ahora, recibían sus votos de curso legal, esos sí, contantes y sonantes, no hicieron lo que debían hacer en primer lugar, que era atenerse a su ideología y postulados y programa, y en segundo, explicar muy cumplidamente cuando las cosas no se podían hacer así, las razones para hacerlo de una manera que favorecía los supuestos ideológicos contrarios y perjudicaba los propios, o siquiera intentarlo.

Hacer las cosas al contrario de lo estipulado y omitir las explicaciones a quienes se les deben no es que desmantele un partido político, es que lo hará igualmente con una empresa, con un matrimonio, con un contrato, en fin, casi con cualquier cosa que dependa de un acuerdo y de la confianza ajena, esa que tanto reclaman, como si fuera un deber otorgársela y no la natural consecuencia de un obligado buen hacer.

De ahí, que lo que me cause estupor es su estupor, y el que quien haga las cosas mal, y reiteradamente, no comprenda que se le reproche y castigue por ello. Y que no parezcan comprender el sentido mismo del término castigo, por cierto, que es acción humana tan legítima como otras y sin duda necesaria a veces, y que no lo entiendan, seguramente, desde su propia cúspide, pues Pérez Rubalcaba mismo, que fue un excelente Ministro del Interior, y un bien aseado Vicepresidente del Gobierno, fue sin embargo el Ministro de Educación que desmanteló un modelo educativo para alumbrar otro peor, y todo ello desde una postura de buenismo, que si no es moralmente reprochable en sí, sí es evidente que ha resultado deletérea para el sistema mismo, y en el cual, por cierto, además de su absurda desmembración autonomista, aunque ese será otro cantar, se eliminó en la práctica el elemental mecanismo de premio y castigo, porque creer verdaderamente en el fondo del corazón que un método de estudio basado exclusivamente en la tolerancia hacia el vago o el incompetente, por muy niño que sea este, e imponerlo, llevarlo a la práctica y no reconocer nunca su fundamental inutilidad, no es solo que sea estúpido, es que debería de considerarse culpable.

Recuerdo de un inverosímil ministro franquista, Julio Rodríguez, creo que se llamaba, allá por los años setenta casi mediados, que no solo fue nombrado para el cargo por un error de entendimiento entre el dictador y Carrero Blanco, error que ya no pudo deshacerse pues ya había sido anunciado y publicado además en el BOE, lo que ya daría ello solo para una buena rechifla, sino que no tuvo mejor ocurrencia el santo varón, pues era miembro del Opus Dei (como parte de la actual cúpula del Ministerio del Interior, por cierto, pues nada se parece a la eternidad más que la eternidad misma), que el pretender cambiar el calendario de estudios, lo cual, entre otras, incluía la obligación de estudiar en julio, o en agosto, ya no recuerdo bien, con el clima suave que caracteriza a media península por esas fechas, y que tanto favorece la concentración, los esfuerzos y las cogitaciones necesarias para la tarea. Los bramidos y el cachondeo fueron tales que se debieron de escuchar hasta en El Pardo, recoleto y aislado retiro donde los hubiera, y su piadosa excelencia fue mandado a hacer gárgaras a los seis meses de mandato, junto a su reforma. 

Pero en el caso de la reforma educativa que nos ocupaba antes, en plena democracia, ya sin autócrata al mando, la reforma fue adelante, y se reformó aun sucesivamente, pero abundando en sus sentidos negativos hasta cuando ya, por último, los educandos, a base de tolerancia y más tolerancia, y ejerciéndola ellos finalmente y al revés, como en el ejemplar episodio de los presos liberados por el dolorido hidalgo de Cervantes, empezaron a amenazar y a pegar a los maestros, y los padres de los ángeles asimismo, quedando ya patente, y por si la competencia de los jóvenes al salir del sistema educativo no hablara ya suficiente por sí misma, que el remedio, con lo que me cuesta decirlo, pues sí era verdaderamente necesario revisar los contenidos del sistema educativo, pero no su absoluta totalidad y aun menos eliminar un mínimo imprescindible de disciplina y culto al esfuerzo dentro del mismo, créanme, acabó siendo manifiestamente peor que la enfermedad.

Y sirvió esto además, como último mal, para dejar en bandeja la imprescindible resolución de los males del desastrado sector a sus contrarios, a quienes no les ha faltado tiempo para ponerse a desmantelar lo desmantelado y a acometer una revisión verdaderamente antisocial en el sentido de menos becas y ayudas de todo tipo, libros, comedores, transporte..., elevado aumento de costes para las familias y, fundamentalmente, privatización y entrega futura y funesta de la enseñanza a entidades confesionales y de pago, es decir, más siglo XIX a la vuelta, que es en lo que estamos ahora, nuevamente con otro ministro de opereta, pues la eternidad, etc... Todo lo cual, de haber heredado el PP un sistema educativo, como muy bien pudo y debió haber sido, aceitado, ecuánime y eficaz les resultaría mucho más difícil de acometer, por evidente falta de justificación. 

Así por lo tanto, no solo se perderá buena parte del sentido de la enseñanza pública, sino que se sufrirán las consecuencias de dos catástrofes sucesivas, con el añadido de desgracias que supone el conocer más que de sobra, que de una o dos generaciones de enseñanza insuficiente solo se puede esperar la consecuencia de otro par de generaciones de ruina social y económica para el país que se permita semejantes lujos, pues la enseñanza pública, neutra, no confesional y de calidad es la base de toda futura prosperidad de cualquier república y el Abc, no, sino la A, de los que debiera ser un pensamiento socialista, por moderado que sea, y asunto que debiera conocer desde el minuto cero de su actividad política cualquier militante o alto cargo, no solo, sino cualquier aspirante a lego de toda formación que insista en llamarse de izquierdas y progresista.

Sin embargo, y a pesar de todo ello, al PSOE se le deben servicios de verdadera altura para el país, desde el propio momento fundacional de la redacción de la Constitución durante la transición, y seguramente el primero de ellos, el sorprendentemente exitoso ejercicio de doma del ejército del dictador (iniciado por la UCD y que le costó un golpe de estado), pero culminado sin duda por sus primeros dirigentes, hoy ya históricos, a partir de 1982, y que puso fin a la transición. Fue un ejercicio de delicadísima filigrana política, siempre al borde del despeñadero y en el cual fueron ayudados, como ha de reconocerse, por la propia derecha y un sector del propio ejército. El pacto de Toledo, la evidente y rápida mejora de las infraestructuras y el resurgimiento de una conciencia democrática en España, en el sentido moderno del término, o del de los países de su entorno, son también sólidos bienes en su haber. Pero conviene también matizar que el primero era un sí o sí y un punto de partida sine qua non en el cual colaboró todo el país, así como puede decirse lo mismo del Pacto de Toledo, la mejora de las infraestructuras fue enormemente favorecida por la ayuda exterior y la entrada en la CEE, con su catarata de fondos, y lo tercero, la democratización general de la vida del país venía a ser prácticamente la consecuencia de los logros anteriores. Por lo tanto, se hizo razonablemente bien, sí, pero también se pudo hacer mejor, y tal vez, no hubiera sido tan fácil hacerlo peor, una vez resuelto el primer problema.

Y en su debe quedan la entrega de las posiciones ideológicas, la tolerancia con la corrupción ni siquiera corregida a raíz de la perdida del poder a consecuencia del caso Roldán, el desmantelamiento casi sin matices de la estructura productiva e industrial de un estado autárquico, pero que cubría bastantes necesidades y proporcionaba un cierto nivel de riqueza, la aquiescencia ante la política neoliberal y anti socializadora del fomento de las privatizaciones de los bienes y de las empresas estratégicas y públicas, que fueron pagadas y sufragadas por todos, y que resultaron durante largos decenios en generadoras de igualdad, mejor o peor que fuera, reguladores de las actividades del mercado y estabilizadores del empleo, pues bien claro se ha podido ver después que mejor era aquel empleo no altamente capacitado, pero en cierto modo abundante e incluso una producción baja y de calidad media, pero sin duda, producción, que no esta maravilla que han logrado obtener entre unos y otros de empleo ninguno y producción en el exterior que han terminado llevando el país a donde ha llegado, que es a las proximidades de la ruina. Pretender finalmente tapar con supuestos avances sociales y políticas de clientela tales carencias estructurales e industriales y, desde luego, el fallido encaje de bolillos del estado de las autonomías, han terminado por configurar el cuadro por cuyas consecuencias ahora se encuentran y esta vez sí, y con razón, despavoridos.

Finalmente, el caos del PSOE del día de hoy, con un dirigente máximo definitivamente amortizado y que esta mañana misma, día 29, seguía proclamando la clara unidad a su alrededor, como si todos estuviéramos sordos y ciegos, y con su sucesor por definir, pero que habrán de ir a pescarlo entre barones sin carisma, quemados, señalados unos por escándalos, otros por las sucesivas derrotas, otros por no ser otra cosa que apparatchiks y los más válidos, tal vez, apartados ya o en la lejanía por haber agotado su ciclo histórico, tendrá que ser pilotado en ausencia de un soporte ideológico coherente y en medio de la tormenta de la definición del modelo de estado y del cómo hayan de manejarse, además, con su diecisiete sensibilidades distintas con respecto a las nacionalidades periféricas y sus demandas de independencia, de autodeterminación, de separación, de sedición, o de como sea que se prefiera llamarlas. Y todo ello en el marco de la crisis, de las derrotas electorales, del esperpento de la tormenta de los mercados, del rescate y de la caída en picado de las conquistas sociales y del empobrecimiento de la población.

Y el último y gran problema que enfrentan es su propia incapacidad de aglutinar mayor espectro político a sus dos manos, izquierda y derecha, en un país donde la ley electoral, otro verdadero desafuero, desfavorece al segundo partido, por no hablar de los sucesivos, más las excepciones hecha al contrario, es decir con un trato favorecedor igual de incomprensible para los partidos nacionalista de cada comunidad, como todos los de los nacionalismos periféricos, que obtienen con puñados de votantes representaciones por completo desequilibradas (y desequilibrantes y generadoras constantes de chantajes) con respecto a la relación real del voto en el total del país. Esto, además, enfrentado al hecho bien real de que su antagonista a la derecha, el PP, funciona de manera monolítica, habiendo aglutinado ya hace decenios el espectro completo que va desde el centro hasta la antigua extrema derecha extra parlamentaria, que hoy vota disciplinadamente con ellos, sin dispersión de voto, por tanto, y teniendo además muy claras sus posturas, monolíticas igualmente con respecto, por ejemplo, a la unidad territorial, al manejo del terrorismo o a la aplicación de una política económica neoliberal, sin paliativos, y muy poco cuestionada en su seno, y que se aplican todas ellas a rodillo, de manera unitaria y con bien poca contestación interna fuera de los naturales personalismos y afanes de liderazgo que pueda haber en cualquier agrupación política.

Tiene el PSOE realmente una labor titánica por delante, pues está verdaderamente casi de rodillas en todos los frentes. No tendrá otra que definirse ideológicamente en el sentido de una izquierda amplia, y atenerse a ello y esperar a cosechar el descontento que el desmantelamiento del estado del bienestar por parte del PP generará inevitablemente en la población. Y creían, de hecho, que así iba a ser desde prácticamente este momento, pero los resultados de las últimas elecciones vascas y gallegas y la previsible debacle que les espera en las próximas catalanas, ya deja ver que el supuesto perdón que piden a diestro y siniestro y la recuperación de la confianza no se les va a otorgar ni fácil, ni rápida ni gratuitamente. 

Finalmente les ha pasado como en la fábula del lobo. Y esta vez parece que la población y sus propios votantes van a tardar mucho en acudir a las llamadas de auxilio. Les han engañado demasiadas veces, y si el partido fuera un banco, habría que pedir el rescate o intervenirlo. Como tal cosa no puede hacerse con un partido político, seguiremos viendo un buen tiempo las procesiones, las disciplinas, el crujir de dientes y el paso por el desierto, hasta que aprendan que hay que dar para recibir, máxime cuando ya no se puede gobernar a punta de bayoneta o de subvención. Valdrá este adagio igualmente para sus adversarios, que acabarán sufriendo lo mismo, aunque seguramente en menor medida y por las mismas razones de incumplimiento de promesas electorales, que también tienen la suyas, y por el sentimiento inevitable de la población de que las cosas van a peor, como seguirán yendo, pero la inversión electoral no será cosa de hogaño, ni del que viene, sin duda.

Por último tendrá el PSOE que decantarse por un modelo de estado, uno, el que sea, unitario, federal, centralista, autonómico, optar por monarquía o por república, pensar o no incluso en una invitación a una federación ibérica, quien sabe si con un rey en España, un presidente en Portugal y cualquier otra figura o combinación que puedan imaginarse donde sea, pero no podrá seguir siendo autonomista en una comunidad, centralista en el centro, independentista donde les parezca que les convenga, monárquico por las mañanas, republicano por la tarde, señorito a la madrugá, caminito del Rocío con el crucifijo y la tajá, anti papista en Roma y monaguillo en la ofrenda al Apóstol. Y no digamos cosas ya como el esperpento de no saludar a la bandera del imperio, cuando si no deseaba hacerlo bastaba con no invitarla a la celebración, que es elemental uso diplomático y político que debieran de conocer como mínimo cualquier presidente de gobierno habitado de alguna racionalidad, así como sus asesores. Eso no puede ser un partido, y si ha logrado serlo es porque existió una mayoría social algo justa, pero sólida, con una cierta escora hacia la izquierda moderada, y desde la Transición hasta casi la actualidad. Y si no han gobernado más tiempo es por la suma negativa de los factores apuntados más por la también indicada solidez del voto contrario, que es siempre uno, y trino, y que muy raramente se contradice a sí mismo, y de ahí sus éxitos.

Aprender de las cosas buenas del enemigo, y no sólo apoyarse en sus errores, más saber aprovechar las ventajas propias es lo que hace al buen general. Pero desde luego, y hoy por hoy, no se sabe quién podría ser en sus filas tal mariscal de campo, que ni buenos capitanes se atisban, o será que estará más bien recibiéndose de alférez, vengo a temerme.

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