jueves, 15 de noviembre de 2012

Cifras


Si observamos atentamente la fotografía superior tomada ayer, a las 18,43, en la madrileña Plaza de Neptuno, se podrá comprender rápidamente la dificultad intrínseca a la que se enfrenta la compleja neo-ciencia de la eventometría.

El criterio más seguro, en principio, para contabilizar con exactitud el número de presentes en la instantánea a considerar parece el de contar las lanzas que figuran en la imagen. Pero después de una corta observación podrá comprobarse que también pueden verse picas, hachas y otros implementos normales en estos casos, aunque, sin embargo, también se constatará como figuran personajes que carecen de ellos. Es más, uno porta una llave, seguramente para abrir ilegalmente Las Cortes, otro un bastón, seguramente para impedírselo, aunque con la debida cortesía que nos relata a diario la prensa, otros se tocan con sombreros de ala ancha cuya finalidad, es de temerse, sea el dificultar el que se puedan contar, en las tomas cenitales, cuántas cabezas haya exactamente debajo de cada sombrero y, a mayor dificultad, en un segundo plano alejado, puede observarse la presencia de bastantes más lanzas, de color blanco, en número de veinticuatro o veinticinco, según la agudeza visual de cada cual. En el primer plano, a la derecha, figuran treinta lanzas y un arcabuz, a la izquierda, cinco picas y un arcabuz más, portado al hombro por un manifestante quien, con desprecio manifiesto de las consecuencias que pueda acarrearle su actitud, mira impávido a la cámara. Si sumamos también los presentes aparentemente desarmados, y exceptuados ya los comentados, se contabilizan tres más en lado izquierdo y otros diez en el lado derecho.

Aparecen en la imagen, además, otra serie de elementos significativos. Las humaredas de los contenedores ardiendo, las producidas por los botes de humo, los charcos causados por la mangueras, una pancarta, en blanco, abajo a la derecha, abandonada seguramente por su portador a consecuencia de haber sido disuelto, y al que, por lo tanto, también será de justicia el proceder a sumarlo, siquiera in memoriam.

Constan además dos vehículos pesados, de cuatro patas, uno en el centro y el otro a la derecha, aunque aparentemente sin personal en ellos.

Sumando pues los guarismos obtenidos encontramos que había en la plaza 2 arcabuceros + (25+30) lanceros + 5 piqueros + (4+10) hombres desarmados + 2 conversando galantemente + 1 disuelto. Es decir, un total de 79 personas y dos vehículos.

Siendo público y notorio que en lugar confluyeron ayer dos facciones enfrentadas, y aún despreciando a los infiltrados y provocadores de un bando empotrados, como se dice ahora, en el opuesto, se hace imperativo, vista la distribución de los presentes en la fotografía, el dividir por dos para obtener una aproximación razonable al número real de manifestantes, resultando este pues de 39,5 personas, siendo seguramente este 0,5 de individuo el inevitable y temido Cojo Mantecas, o su espectro, nunca ausente en este tipo de actos.

Y hasta aquí llega la toma de datos verificables de manera directa. Desgraciadamente, por causa del ángulo con el que fueron tomadas la fotografía o fotografías de las que se disponga para efectuar los cálculos, de la luz incidente, de la hora, de la ocultación de los segundos planos por los primeros, de la capacidad de discriminación de los objetivos fotográficos, de la sensibilidad del CCD concreto utilizado en la cámara que tomó la instantánea y de las extrapolaciones e hipótesis que prefieran formular a partir de los guarismos las diferentes entidades e institutos eventométricos, (armados cada cual de su arsenal estadístico-matemático y de sus particulares criterios y técnicas, más los naturales ajustes debidos al respeto y sumisión que se le deben a quienes les efectúen el encargo de proporcionarles la suma simple) estas optan por aplicar los necesarios factores de corrección, a modo de necesaria renormalización* y considerando, además, a tan complejos objetos de cálculo como fractales, con su capacidad de multiplicación y desmultiplicación, verdaderamente asombrosa (según la escala a la que se les observe), aunque siempre y con la necesaria buena fe, y que oscilan entre un factor aproximado de 1.000, es decir de unos tres órdenes de magnitud, y 100.000, cinco órdenes, y gracias a todo lo cual se obtienen las cuidadas cifras finales que podemos leer hoy en la prensa.

Con el factor 1.000 se obtendría, en este caso concreto, un numero de 39.500 manifestantes, muy próximo a la cifra de 35.000 proporcionada por la Delegación de Gobierno de Madrid, pero que es guarismo, sin embargo, que vendría a coincidir aproximadamente con el de la población vegetativa que se desplaza o deambula normalmente por la zona a esas horas entre las plazas de Atocha y Colón, y zonas aledañas, es decir, algo que deja bien claro, que en la concentración a considerar, no existió tal concentración, y que, en realidad, la fotografía objeto de estas consideraciones y los hechos en sí a los que refiere, son inexistentes y la fotografía no sería entonces más que un simple fotograma en blanco, o en negro, o todavía peor, tal vez un cuadro u otra obra artística de fantasía, realizada simplemente a mala leche y para confundir. Y que en fin, y en la práctica, lo que pasaba realmente es que allí no había nadie.

Usando el factor 10.000, que considera la imagen de origen como un plano demasiado cerrado y con una profundidad de campo baja, lo cual diluye el detalle y falsearía a la baja el guarismo, se obtienen entonces 395.000 manifestantes, que es cifra manejada por otros varios organismos, con desviaciones de +/- un 25%.

Finalmente, usando el conocido factor estándar de 40.000, el de uso habitual y el científicamente recomendado para los casos de visitas del Santo Padre de Roma o de concentraciones de carácter religioso o totémico-adoratorio, donde la luminosidad que genera en sí el propio acontecimiento permite recuentos exactísimos, y que tiene perfectamente en cuenta el inefable acrecentamiento personal y espiritual que tales actos generan, se alcanza entonces una cifra de 1.580.000 personas, la cual, sin embargo, sí parece algo excesiva en el caso a considerar, en particular porque en presencia de grandes humaredas no se puede producir esa multiplicación eucarística y mística que es la única que, estadísticamente, puede dar lugar a este tipo de cifras.

Para concluir, dejo a continuación, tomado de la Wikipedia, pero con los ajustes propios del caso, y para aquellos lectores de formación matemática o con mayor gusto por la precisión, un mínimo resumen de los conceptos y de las técnicas de renormalización que permiten la construcción de los factores de corrección arriba citados, por amor a la exactitud, en primer lugar y, en segundo, para que no pueda nadie sentirse tentado a considerar que las cifras arriba mencionadas hayan sido obtenidas de forma descuidada, emitidas al desgaire o al buen tun-tun o, lo que nadie desearía imaginar, fueran producto de la incompetencia, de la estulticia o de la mala fe.


El grupo de renormalización (RG, por sus siglas en inglés) es una técnica usada en física matemática para realizar cálculos sobre sistemas con un gran número de elementos simples en interacción. Es especialmente importante en teoría cuántica de campos y física estadística.
Existen dos formas alternativas de entender dichas técnicas:
  • Consideremos una agrupación de los elementos simples en bloques, cada uno de los cuales será considerado un nuevo elemento simple. En ocasiones es posible desarrollar una teoría sobre el comportamiento de estos nuevos elementos simples sin hacer referencia a los antiguos. En este caso se habla de una teoría renormalizada, en la que el número de elementos a considerar será, sin duda, menor.
  • Muchas teorías contienen un parámetro que especifica la escala espacial mínima a considerar. Un aumento de dicho parámetro sería equivalente a observar la teoría con menor resolución espacial. En ocasiones, dicho aumento da lugar a una nueva teoría del mismo tipo que la anterior, que llamamos también teoría renormalizada.
El concepto de bloque

Consideremos un plano en el que hay situados N\times N manifestantes, formando una red bidimensional. Procedamos ahora a agruparlos, o encapsularlos mentalmente, en bloques de 2\times 2 manifestantes y a sustituir cada bloque por un átomo grueso o renormalizado. El nuevo sistema de manifestantes renormalizados tendrá 4 veces menos átomos que el anterior. La transformación antedicha se conoce como una transformación de grupo de renormalización (RGT). Podemos iterarla, y el número de manifestantes efectivos se dividirá por 4 cada vez.
Imaginemos que la dinámica del sistema formado por manifestantes renormalizados pueda describirse mediante una interacción "efectiva" entre éstos. Es probable que sea más fácil resolver el sistema de N^2/4\, manifestantes que el sistema original de N^2\,. Y si se repite el algoritmo hasta que sólo quede un único átomo renormalizado, entonces la solución del sistema total será trivial. Pero, ¿existen sistemas físicos reales que se comporten así? De manera exacta, la respuesta es «no». Pero de manera aproximada se puede decir que la inmensa mayoría de los sistemas son así, si se elige con inteligencia la estructura de los manifestantes renormalizados.

En términos más formales, se puede decir que una RGT es una transformación abstracta de uno de los dos tipos siguientes:
  • En un sistema discreto cuyo estado viene dictado por S\equiv \{s_1, s_2, \cdots, s_N\} y una función dinámica H(S)\,, que puede ser un hamiltoniano, una función de partición... Tras un cierto agrupamiento, tenemos un estado \tilde{S} con un número M<N\, de variables menor, y una función dinámica "efectiva" entre ellas \tilde H(\tilde S).
  • Las RGT forman, en este caso, un semigrupo discreto. El carácter de semigrupo viene dado por la ausencia, en general, de inversa de una RGT dada.
  • En una teoría de campos continuos, una transformación del espacio (-tiempo) dada por una transformación de escala seguida de un promediado local, así como su acción sobre la dinámica.
  • En este caso, las RGT forman un semigrupo continuo.

Flujo de Renormalización

Sea una teoría renormalizable, es decir, en la que se puede proceder a realizar la transformación anterior de manera exacta. Consideremos que la función dinámica que lo describe contenga una serie de parámetros (no dinámicos): G\equiv\{g_1,\cdots,g_N\}. Si la función dinámica renormalizada tiene la misma dependencia funcional con respecto a las variables dinámicas pero con unos valores distintos para los parámetros, entonces se dirá que el conjunto de las RGT induce un flujo en G, llamado flujo de renormalización. El estudio de los puntos fijos de dicha transformación puede servir para analizar los diferentes tipos de comportamiento cualitativamente diferentes del sistema, es decir: sus fases.



Y ¡ya está!, con completa sencillez puede ahora cualquier lector, aplicando las técnicas y procedimientos sugeridos, preferiblemente con la ayuda de los enlaces marcados en color azul, más papel y calculadora, comprobar la exactitud del resultado. En apenas unos minutos se obtiene el guarismo de 228.476,04856 manifestantes, +/- 9.000.000.
Me dispongo a entregar dicha cifra al señor Jorge Fernández Díaz, Excelentísimo señor Ministro del Interior, para que mande hacer con ella lo que sea del mejor interés público y del suyo propio, que no puedo pensar otra cosa que no sean el mismo.

Ah, olvidaba citar al autor de la excelente fotografía. Diego Velázquez, conocido y acreditado profesional sevillano.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Huelga general, ya llego, voy tarde, lo sé, lo se...


Tal vez hoy, el primer argumento a favor de ir a la huelga general sean las razones que aducen quienes están en contra de ella. Empezando por la señora Esperanza Aguirre, que ni aun auto excluida del cargo es capaz de dejar de emitir sus peculiares opiniones, tan a contra corriente de todo y que, con tal de llevarle la contraria a todo el mundo, nunca ha tenido empacho ni siquiera en llevársela a sí misma, cada vez que le cuadraba.

Porque haber llegado a decir que la huelga debiera de ser ilegal por tratarse de una huelga ¡política! y concluir que no hay más que hablar, porque la población ya se ha expresado suficientemente en las urnas, y que por lo tanto el recurso a la huelga es una manera a su entender no legítima de intentar torcer dicho resultado, resulta expresión de una balbucie ideológica de una tal magnitud que merece, creo, su pequeño punto de glosa, dada la efeméride.

Y es que resulta de verdad interesante ese argumento de tachar a la huelga de ‘política’, en primer lugar como si tal término fuera un desdoro para cualquiera que acudiera a echar mano de él, en segundo lugar como si quienes lo emplearan para oponerse a ella no fueran políticos de profesión y no actuaron por motivos igualmente políticos para aducir sus razones opuestas o propagar sus creencias y en tercer lugar porque pocas cosas podrá haber más políticas y más representativas de la actuación estrictamente política de una sociedad que una huelga, de antiguo poseedora, y por esa razón exitosamente utilizada durante dos siglos, de la capacidad más que demostrada de modificar el curso de la política misma, precisamente. Y que hoy en día esa capacidad resulte en algo más discutible, con los hechos y los resultados de las últimas en la mano, desde luego no invalida la realidad del aserto, entendido como saber histórico que todos poseemos, empezando por ella misma, y que muy bien debe de conocerlo y es la razón seguramente por la que tanto demuestra temerlo.

Porque pareciera, y muy particularmente entre los políticos adscritos a un pensamiento de derechas, como si muchos de ellos creyeran de verdad que una cosa es la 'política', al parecer ‘sucia’ y entrometida de quienes no se dedican a ella, pero que al parecer estarían obligados por no se sabe muy bien cuál contrato no escrito a sufrir sin una sola queja toda decisión oficial y bendecida de quienes sí la practican como protagonistas, y que otra cosa muy diferente debiera de ser la 'limpia' economía, cosa, a su esclarecido entender, nada más que asunto de empresarios y de sus empleados, en la que más vale que no se inmiscuya demasiado el áulico gobernante, y en cuyo nombre sí pudiera estar justificado, y bondad de ellos el conceder el derecho, pero sólo para el menestral menesteroso, nunca para diputados, jueces, altos funcionarios, militares u otras emanaciones de la sacra sustancia de la estatalidad, de acudir a una protesta, particular o general que sea, para reclamar mejoras de cualquier tipo.

Debe de parecerles permisible que sí se le reclame al empresario, educada y civilizadamente, –¡pero por Dios, hijos míos, sin asustar!– algo que ataña exclusivamente al círculo de su actividad, horarios, salarios, condiciones sociales y de seguridad..., pero no debe de parecerles legítimo que se les reclamen otras cosas a ellos mismos en su calidad de políticos, porque ya está más que claro que entregan sus vigilias y sus insomnios, como se entiende por su actitud, a la benefactora procura y vigilancia del bien común.

Porque el poder, o el gobierno, como viene a entenderse del discurso y de su moralina de pax económica y social, parecen saber mucho mejor que nosotros, o que los insensatos e irresponsables huelguistas, que es lo que mejor conviene a todos y cual es la mejor imagen que conviene transmitir ¿a quién, a los jefes? ¿Y dónde están esos jefes?, y el como se debe de caminar, sin padecer siempre esa pejiguera de las sugerencias y de la protestas, por esa recta vía que sólo ellos parecen conocer.

Porque el argumento más escuchado contra la huelga no es aquel que sería hasta cierto punto comprensible de que esta produce una cierta pérdida de productividad y de que por lo tanto puede tener una incidencia desfavorable de alguna centésima en los datos del PIB, lo cual sería indiscutible, sin duda, sino que el argumento y la admonición severa con el dedo índice atravesado verticalmente frente a los labios no es otra que el no se puede o no conviene hacer ahora esta huelga porque es necesario transmitir que el país y todo su paisanaje están bien unidos, concernidos y dispuestos a cumplir con sus obligaciones de prosperar, pero austeramente, de mejorar, pero menguando suave, de ahorrar pero desincrementando la aceleración de la desaceleración, como nos indica al punto el señor capataz prepósito a esos asuntos, y a quien fueron a pescar para confiarle el cargo, es curioso, precisamente entre los capataces que mejor destacaban al servicio de aquellos señores a los que al parecer tenemos que rendirles cuentas y transmitirles siempre nuestro sosiego, aquiescencia, conformidad y entusiástico acuerdo, mientras nos arruinan.

Y también, y este es otro género de espanto, habría que hablar, otra vez del PSOE, siempre en su debate interminable, como dejé por aquí escrito el 29 de octubre, en la entrada Via Crucis, de ponerle una vela a Dios y otra al Diablo. Porque resultaba cuanto menos pintoresco escucharles ayer, con la mayor seriedad, decir con una mano, la izquierda, seguramente, que apoyaban la huelga y sus razones y proclamar con la otra, la derecha a buen seguro, que sus diputados iban a acudir a trabajar hoy al parlamento. Todo ello tan lógico, tan comprensible tan meridiano y tan claro como si lo hubieran explicado con su mano de en medio, si se me permite la metáfora.
¿Pero es que no podían, por Dios, decir huelga sí, o huelga no, y atenerse todos ellos en bloque a lo dicho, o de no desear o de no poder hacerlo así, proclamar entonces la libertad de acción de sus militantes y adscritos y dejarles obrar en conciencia y según sus creencias y albedrío a cada uno de ellos? ¿Qué justifica dar semejante espectáculo, pues si creen que hay razones justificadas para apoyar la huelga, qué clase de fuerza insensata les lleva entonces a ir a sentarse en el parlamento a dar la razón y a ¡trabajar! en día tan señalado junto a los que opinan y llaman a lo contrario que ellos? 

En cualquier caso, y me consta que es contra la opinión de algunos lectores, me reafirmo en lo que ya dije, pienso que la huelga para bien poco servirá y que es un instrumento operativamente anticuado, que no generará por sí misma una movilización social, esa que sin embargo sí se está generando ya por otras vías y que irá a más por su cuenta, más que por los caminos sindicales, como era tradicional hasta ahora.

Y no resolverán ciertamente PP y PSOE el problema de los desahucios con las conversaciones en las que no han tenido más remedio que sentarse obligados a furor di popolo (y por cierto, ¿porqué sólo ellos?), porque solo pondrán malos parches y no modificarán la mayor, pero lo cierto es que esas movilizaciones son precisamente las que les han obligado a sentarse, pero estas no han sido protestas tradicionales, regladas o descafeinadas como lo está el derecho de huelga, sino que han sido espontáneas en su inicio, han partido de otros colectivos, se han desarrollado, lenta pero eficazmente, al margen de todo sistema y han logrado involucrar finalmente a protagonistas hace apenas unos meses impensables, porque ya no son solo los pancarteros y los perrosflauta, como tan caritativamente llama la derecha a los despojados, sino que ahora son ¡los jueces!, los alcaldes, la policía misma, quienes se dejan oír en discrepancia, es decir, los movimientos transversales, mal coordinados seguramente y acéfalos, pero verdaderamente populares en el mejor sentido posible, ya involucran no solo a los tradicionales colectivos señalados de siempre como conflictivos, sino que hoy recorren la sociedad de abajo a arriba, de izquierda a derecha. Y ahí están ya, no son una protesta al uso, no dependen de los sindicatos tradicionales y empiezan a dar sus frutos. Es el surgimiento verdadero de una sociedad civil en movimiento para hacer valer sus derechos, y hoy es el día de que unos y otros, las organizaciones tradicionales a la vieja usanza y esta eclosión de nuevos modos de operar se den la mano en la huelga general, por el bien de todos.

Porque sí estoy de acuerdo con la huelga, porque sí hay razones y motivos más que suficientes de urgencia social y además política, por supuesto, madame Aguirre, para acudir a la misma, y para mí el mayor argumento quizás, y para acabar el artículo por donde lo empezaba, es que el argumento contrario, ese que habla de la necesidad de dar en este momento una imagen de país monolíticamente concernido con el cumplimiento de sus deberes de deudor y de penitente por esa causa, creo sin duda alguna que defiende una forma de obrar que es contraria a los verdaderos intereses de todos, y que constituye muy precisamente la razón para no admitirlo y además desoírlo, porque el país de ninguna manera es un monolito comprometido con las políticas neoliberales, con los sacrificios que impone  una deuda contraída no por todos, sino por una parte, generada por las malas prácticas una banda de estafadores y por otra parte por los apuros de los estafados y de quienes sufren sufren las consecuencias espeluznantes de todo ello.

De ninguna manera somos todos los responsables, porque, precisamente, es la sindicación de esta deuda, por la vía de la ayuda del estado a una parte de la banca sobremanera irresponsable, ella sí, repartiendo así la maula entre la totalidad del país lo que es intolerable, indebido, injusto y algo que para nada se debe de otorgar sin más matizaciones a quienes la reclaman, cobrándola de esta manera, es decir teniendo que pagarla todos, cuando no fueron todos quienes la generaron y cuando incluso la responsabilidad de quienes se endeudaron se ve más que matizada por la prácticas de quienes les indujeron, con engaño, a endeudarse. Si además el estado opta por acudir únicamente en ayuda del estafador, en lugar de socorrer también al estafado, empeñando sus caudales en ello, pero que son los caudales de todos, desde luego no parece de recibo el tener que entregarles el cheque en blanco sin, por lo menos, afeárselo.

Aceptar por lo tanto la tesis de que sea beneficioso dar una imagen exterior de acuerdo social para asumir esa deuda (y tener que estar, encima, de acuerdo con las prácticas y los usos legislativos que la generaron) que es lo que vienen ahora a defender como argumento para NO ir a la huelga, es precisamente lo que no debiera de resultar de ninguna manera asumible, sino todo lo contrario y más que legítimamente impugnable, por lo tanto. Pero, como esta impugnación no parece estar al alcance de quienes padecemos la falacia de semejantes argumentos, desde luego una protesta sonada es lo menos que puede pedirse.

La necesidad de la huelga surge precisamente por causa de los recortes y de los sacrificios habidos y que habrá para sanear esa deuda, tan injustamente repartida y hecha recaer sobre todos, cuando en realidad en buena parte es el estado quien la contrae, por su propia voluntad, para sanear a la banca, con el argumento de que la caída de la banca supondría la caída del país entero.

Pero se preguntaba hoy el subdirector de el diario El Mundo, Casimiro García Abadillo, con los pelos como escarpias, lo que se deducía por lo claramente angustiado de la tipografía, que si hubiera un movimiento para dejar de pagar las hipotecas, (y sí está claro, ahora ya los movimientos meten miedo) eso resultaría en algo parecido al efecto de una bomba atómica para el conglomerado bancario. Yo era mucho más modesto hace unos días, cuando sugería tan solo sacar cada cual unos cientos de euros, y ver qué pasaba. Mi planteamiento era legal, no incumpliría ninguna ley, y su postulado o, perdón, la hipótesis del impago de hipotecas, sí la incumpliría sin duda, pero ambos especulamos, él seguramente desde el horror, yo desde la esperanza, o tal vez desde la insensatez (nadie estamos  libres de ella) de qué ocurriría si algo o alguien diera con la tecla que lograra de verdad darle un vuelco al sistema.

Y el gobierno, el estado, bien es verdad, nunca estará puesto ahí para darle un vuelco al sistema, pero, siquiera a nivel de especulación, y especulación por especulación, por cierto, también sería legítimo preguntarse qué ocurriría si el estado, precisamente, este, u otro o algunos de ellos, decidiera de una vez cortar el nudo gordiano, incautarse de la totalidad de la banca implicada, declarar la quiebra de la misma y el fallido de sus deudas y ponerse de inmediato a trabajar con lo que quede de ella, saneada y podada de su principal problema, sus rapacísimos dueños y gestores, poniendo a los deudores nacionales e internacionales a la cola de la quita que les cayera como resultado de su propia timba y reiniciando el sistema desde cero, pero esta vez con otras reglas del juego.

Supondría igualmente sacrificios brutales y continuados, pero esa no es más que la misma recompensa de la que ya disfrutamos y la misma que nos sigue esperando, en definitiva, pero habría que tener en cuenta también que el primer país que diera el paso sería de inmediato seguido por otros, seguramente, lo que obligaría sin duda a algo ya mucho más que necesario, que no es solamente la reiniciliazación de algún subsistema local solamente, sino la del sistema general europeo, que tendría entonces que buscarse la manera de hacer las cosas de otra manera, es de suponerse que mejor, en el siguiente intento.

Y es que hay una cosa muy clara con los casinos, que es en lo que parece haberse convertido la gobernanza europea con sus impolutos crupieres al servicio del mercado, y es que la finanza especulativa se arruina seguro si los jugadores se levantan de la mesa y se largan. Y esa, aunque rara, también es una opción legítima en las casas de juego, irse con él a otra parte. Y que no olvide nadie que los jugadores cuando se levantan se llevan consigo el poco o el mucho dinero que les queda, y además, y lo que es más significativo, el dinero del futuro, que siempre es muchísimo, pero que no es otro que al que aspira la banca, y que por lo tanto, cuando se les levanten del garito, de una u otra manera tendrá que seguirlos por imperativo de su propio negocio a donde sea que se vayan, y a tener  que jugar esta vez en otro terreno, pero tal vez con las ruletas algo menos cargadas.

No, no hay que dar la imagen de un país conformado y que acepta unas reglas del juego asímetricas y generadoras de desigualdad. Porque ese es precisamente el quehacer y aquello con lo que se tiene que acabar. Y además, porque el sueño europeo era otro.

Mi madre, católica militante, persona de una ideología de derecha social hoy desaparecida, profesora de vocación y europeísta de sentimiento ya en los lejanos años 50, hija de un francés y de una austríaca, nieta de una inglesa, recriada en Italia, casada con un italiano al que conoció en España, nieto a su vez de un judío húngaro y de otro abuelo soldado de Garibaldi, el unificador, española en sus hijos y en el corazón, sabía muy bien qué decía cuando decía Europa, y supo inculcarme ese sueño, el de tantos de su generación, pero de cuyos labios labios nunca escuché, en toda mi infancia y primera juventud, mientras vivió, ni la palabra mercado, ni la palabra capital, ni la palabra banca. Sí paz, unión, caridad, solidaridad, justicia, responsabilidad, estudio, trabajo, igualdad y alegría, y que pronunciadas juntas y unidas en la España de aquellos años eran exactamente eso, un sueño. Y para ella, además, el sueño de Europa. Pero ese sueño hoy ya no ha dado en otra cosa que en este malhadado rapto de Europa.

Para mí, esa es la razón principal para ir a esta huelga que también quiere recorrer Europa. Reescribir el argumento y el reglamento de un sueño que se nos llevó el hombre del saco.


Y bien, son las 04.13 del 14 de noviembre de 2011. Me incorporo a la huelga.

Reabriré el blogue a las 04,13 del 15 de noviembre del 2012. Discúlpeme el jaleo horario quien pueda sentirse molesto por ello. Es que llevo un reloj interior desordenado, pero que, a su manera, también quiere funcionar solidario.

martes, 13 de noviembre de 2012

Desahucios, las consecuencias y las causas.



Como en toda buena empresa regida por eficaces y capacitados amigos de lo ajeno, que no son pocas, aunque de ninguna manera todas, y de las cuales serían paradigmáticos los casos como el de la conversación de aquel político, captada en escucha policial (lo cual ya bien dice de sus relaciones), afirmando que estaba en política para hacerse rico, o el de aquel otro, en verdad maravilloso, por lo inverosímil, que cobraba su sueldo ¡de ministro del Reino de España!, por el procedimiento, seguramente legal, imagino, de ingresarlo a través de una empresa para tributar solo una fracción de lo debido, lo que ya parece cosa más de cómico de taburete en el teatro Alfil que una realidad perfectamente documentada y posible a finales de los años noventa del siglo pasado; el manejo y la gestión de las crisis parece que se efectúan igualmente desde los más altos estamentos públicos y privados con la misma capacidad técnica, simpático desparpajo y desde luego, ética, que los que desplegaría don Groucho tratando de sacarle los dólares a sus adineradas amistades a base de emplear impecable jurisprudencia del tipo de aquella de la parte contratante de la primera parte... etc.

Sólo que en la realidad viene a ocurrir lo contrario, que es lo canónico, porque quienes pueden logran certera y efectivamente la extracción de los caudales de toda la generalidad de pobretes, es decir, de la mayoría de todos nosotros, apelando, no, sino imponiendo la misma bazofia jurídica, aunque de curso exquisitamente legal, y donde lo de la parte contratante de la primera parte..., etc, se extiende como verdad revelada durante páginas y páginas de diminuta e ilegible tipografía y sentido y cuyo resumen, sin prescindible intermediación de jurista o picapleitos para que nos lo explique, pues sobra, se resume simplemente en: ¡me lo llevo!, y en ahora mismo me firmas aquí que tu sangre es mi sangre, capullo, ¿entendido?, cerrándose entonces el trato de mutuo, beneficioso y encantado acuerdo, y se rubrica y corrobora después ante el público registrador, que da fe emocionado, mirando al artesonado de maderas nobles del techo de la notaría, así como al Audi aparcado encima de la acera, aunque milagrosamente sin multa, entre otros muchos bienes imprescindibles para que el país prospere, pero que solo son mínima muestra del monto de las astillas y punciones infinitas y necesarias para que todo quede atado y bien atado y el sistema de succión de fondos funcione eficaz y engrasado como Dios manda. Hasta la muerte de los succionados, eso sí, que a partir de ese momento, ya veremos...

Y el que las cosas, como decía arriba, parece que las gestiona una congregación de discapacitados no solo morales, sino intelectuales, o peor aun, una asociación mafiosa de tipos más que listos, pero para lo suyo, me va a costar unas páginas explicarlo, pero lo dejaré claro.

El franquismo, con el país destruido en muchas de sus partes, las más ricas, además, por las acciones de la propia violencia de la guerra causada por ellos mismos, se encontró con un panorama de devastación en todos los frentes, aunque hoy tocará hablar solamente del inmobiliario. La obra de reconstrucción era ingente, y hubo de acometerse, además, en las peores condiciones posibles, sin ayuda externa (la misma que no faltó para la destrucción) y con el mundo inmerso en la sangrienta Segunda Guerra Mundial, carente de todo apoyo fuera del de un par de dictaduras asimiladas, y con carencias de capital inversor, de acceso a materiales, de falta de cemento y de industrias auxiliares, de transporte en condiciones, de difícil acceso a maquinaria, etc. Una verdadera pesadilla, tal vez solamente parecida a la que ya hoy también incumbe.

El resultado fue ese que dejaran tan bien pintados el teatro, la novela, el cine y la memoria familiar de cada cual de aquellos años cuarenta y cincuenta, de un pantalón y un par de zapatos para dos hermanos, a alternar entre ambos, el gasógeno, las monjas de la caridad, los hospicios indescriptibles, las casas hacinadas y cochambrosas, las visitas a la cárcel, los matrimonios conviviendo con padres y abuelos y algún subarrendado para cuadrar balance, una miseria generalizada, en fin, más la lacra, pero por completo opuesta a la de hoy en día, del pluriempleo, con sus doce horas de trabajo, de lunes a sábado, ambos inclusive, para poder alcanzar estándares mínimos de superviviencia los afortunados y los no represaliados que tenían acceso al mismo. Aunque poco más o menos eso mismo que tendremos como spanish way of life a diez años vista y para muchos más de los que se lo crean o no, y de seguir las cosas como apuntan. Pero sin el pluriempleo, bien se entiende.

La vivienda hubo de protegerse y la dictadura inició un amplio programa de edificación de pisos o casas, que llamaban de protección oficial, que, especialmente a partir de los años cincuenta empezaron a paliar el problema de la ausencia de las mismas. Todos sabemos de ellas y todos hemos visto esas colonias, pequeños guetos distribuidos por profesiones y barrios enteros alzados y acogidos a esa fórmula, que se levantaron por todo el territorio. Al margen de la justicia o no en las condiciones de acceso y en la selección de los colectivos a los que iban dirigidas, para profesores, para militares, para funcionarios, para empleados de empresas públicas, para mineros, para obreros industriales y de servicios, etc, la fórmula palió sin duda graves carencias y preparó el terreno a la explosión posterior del desarrollismo, ya en los sesenta, con su consecuencia de incremento de nacimientos y de una cierta mejora general de las condiciones de vida, que para los tiempos del tardofranquismo ya empezaban a ser evidentes.

La protección y el bloqueo regulado de los precios de los alquileres fue otra de las soluciones impuestas, imprescindible por lo demás si se deseaba de alguna manera que el mayor de la población, en particular en las ciudades, no tuviera que acampar literalmente en la calle, y esta protección, también efectiva, además de necesaria, se alargó hasta bien entrada la transición cuando, la inconcebiblemente nefasta ley Boyer, y las que le sucedieron, todas en el mismo sentido, terminaron con ese cierto estado de protección básica, liberalizando prácticamente por completo el precio de los alquileres, salvo contados casos de antiguas subrogaciones con actualizaciones más lentas, y de cuya evolución e historia posterior poco queda que contar, sino que el precio de alquiler nuevo de una vivienda media, o popular, en cualquier gran ciudad española viene a costar hoy, aproximadamente, el sueldo medio actual de una persona que trabaje por cuenta ajena, no digamos ya el subsidio de un parado, o la pensión media de un pensionista...

Sin embargo, para principios de los noventa, el parque residencial ya estaba rehecho de sobra, las perspectivas económicas eran fundamentalmente optimistas y las presiones de los propietarios de muchos bienes inmobiliarios puestos en alquiler hay que reconocer que en buena parte eran justas. Todos los ciudadanos de una cierta edad conocemos personalmente casos de viviendas, e incluso de negocios que, aun en los años setenta finales y ochenta, rentaban algunas decenas, o centenares de pesetas, para entendernos, lo que a precios de hoy vendría a equivaler a cantidades entre unos pocos euros y una decena de ellos. Que tal cosa no era lógica era una evidencia, pues ningún propietario podía siquiera plantearse con esos ingresos el mandar barrer la escalera ni el cambiar un enchufe. Pero la solución, una vez más, y ya en plena oleada neocon, por cierto, fue cambiar el mando de sitio y dar, como siempre se hace, el bandazo hacia el lado contrario, lo que remite directamente, a la insensatez de la gestión de la que me quejaba al comienzo. Porque por alguna extraordinaria razón siempre parece que se haga lo mismo, se intenta arreglar algo que manifiestamente está mal y, en lugar de mirarse alrededor y ver cómo lo tienen resuelto unos y otros países vecinos o de similar entorno económico y social, se opta sin más por irse directamente a la política diametralmente opuesta, para después sostenella y no enmendalla, pase lo que pase y hasta el siguiente incendio o catástrofe.

Es paradigmático al respecto el ejemplo de la educación, donde en veinte años se pasó del escarnio público y los reglazos en las uñas a las pobres criaturas a políticas de tolerancia igualmente insensatas y casi delictivas, como pasar de curso con más asignaturas pendientes que aprobadas y sometiendo a los profesores a la infamia de pasar del estatus de gozar de una autoridad digna de un comisario de policía (de los de entonces) a carecer absoluta y completamente de ella, con el resultado evidente de que el siguiente bandazo, irremediable ya, por otro lado, tenderá a volver a los reglazos en las uñas y a los padres doctrinos con su sotana y sus jaculatorias... and so on. Casi como si fuera todo ello asunto de una comedieta sin más trascendencia y no se tratara en cambio de aspectos más que fundamentales de la gestión de las cosas públicas, en los que sentarse a pensar obligatoriamente mucho y muy bien y a consensuar y a cubrirse las espaldas ante nuevos desastres, como lo son las de la vivienda, que es el techo de todos, o las de la educación, nada menos, cuyos traspiés se pagan con generaciones perdidas.

Sin embargo, tenemos ejemplos cercanos de cómo pueden gestionarse los asuntos de la vivienda en países europeos, capitalistas sin duda, modernos y menos pobres que nosotros, se mire como quiera mirarse. Hoy día, en Viena, capital de Austria, el estado es titular del ¡sesenta por ciento! de las viviendas de la ciudad, e imagino que las proporciones, por lógica de manejo de un estado que aplicara una cierta igualdad de oportunidades entre sus ciudadanos, serán similares en otras zonas del país, y que serán, por lo tanto, comparables. En Alemania, en Berlín, también existe un parque de vivienda estatal altamente significativo, aunque no de esa magnitud, e imagino que la consideración de que existe una cierta igualdad entre sus distintos territorios sea igualmente válida. Es más, seguramente en la parte del este ex comunista del país, y por la lógica herencia de un régimen que tenía todas las viviendas en propiedad estatal, tal vez este número sea todavía mayor y la gestión de este tipo todavía más generalizada.

Hablamos pues de dos países europeos, relativamente cercanos, que no destacan por fracasados ni por pobres, ni por excesivamente entregados a las desigualdades de trato a su población, y resultando evidente que ambos, con este parque de alquileres regulados, obtienen beneficios continuos y seguros. De una parte el nada desdeñable del cobro directo de los alquileres, una suma enorme, sin duda, que va directamente al bolsillo del estado, y de la que solo cabe detraer los lógicos gastos de conservación y mejora. Por otra parte, y esto me parece aun más importante, el mercado se regula desde los intereses del estado, que son los de todos, impidiendo excesivos aumentos especulativos en el sector privado, pues las tarifas reguladas en un parque de vivienda tan significativo, nivelan el siempre oneroso esfuerzo del gasto en el capítulo de alquileres o de adquisición de techo, que es el desembolso más elevado que el común de una ciudadanía tiene que realizar a lo largo de su vida. El resultado, hoy, en Berlín, es que son normales los pisos públicos a 1.000 euros y menos, en una población con unos sueldos promedio que, desde luego, no son esos mismos mil euros, como sí ocurre aquí, en Madrid o Barcelona, digamos, donde el sueldo medio es prácticamente esa cifra, en particular entre la gente más joven, o mejor, dicho, entre ese cincuenta por ciento de ella que tiene trabajo, y lo que ya va pareciendo una fortuna y una rareza, tal es el estado inverosímil de las cosas.

A esto hay que añadirle que esta oferta está compartimentada y destinada en parte a los colectivos más necesitados, parados, discapacitados, personas mayores con menos recursos, jóvenes, estudiantes y, con tarifas diferentes, o con subvenciones, según unos y otros casos particulares y la situación personal de cada cual o de cada familia. Otra ventaja además, y muy significativa en los tiempos que corren, o que pretenden aquí que nos corran también, es que esta amplia oferta de alquiler en estos países, favorece, y mucho, el poder llevar a la realidad ese jaculatoria de la movilidad laboral con la que nos acosan día y noche, como si fuera posible hoy que un ciudadano español, en plena crisis, propietario de su vivienda y aún pudiendo pagar la hipoteca, venda su casa que le costó dos veces lo que hoy vale (y supuesto que encuentre quien quiera y pueda hoy pagársela), para tenerse que ir a comprar otra, en otro lugar, sin posibilidad de crédito, pues los bancos lo han cerrado, y teniendo entonces que acceder a un alquiler, escaso y carísimo que se llevará su sueldo o un buen porcentaje del mismo. ¿Quién puede o quiere moverse en esas circunstancias? ¿Y se puede ser tan ciegos o desconocedores profundos de la realidad para exhortarnos permanentemente a ello cuando no se ponen las más mínimas condiciones para que tal cosa sea posible?

Y, vistas desde la España actual, gestiones inmobiliarias y de alquileres de este estilo, que atañen a una verdadera necesidad básica de cualquier población, bien podrían parecernos la descripción del paraíso, pero no son más que el resultado de un esfuerzo inteligente y continuado que empezaron ya los primeros káiseres, de uno y otro lugar, en la primera década de 1900, para responder al problema, acuciante en la época, del realojamiento de la masa de gentes del campo que se desplazaron a las ciudades a trabajar en la naciente gran industria de la época y que carecían de vivienda. Esos estados, concernidos e interesados en su propia prosperidad, y sus capitalistas igualmente, iniciaron estas políticas que han demostrado su éxito continuado a lo largo de todo un siglo, que han sabido resistir a todo intento de especulación salvaje y superar situaciones dramáticas de guerras brutales como las que han padecido estos países y otros, como la misma Gran Bretaña, donde también el alquiler es la figura inmobiliaria preponderante.

Pero es que además, seguida en España al manejo especulativo de los alquileres, permitido por ley y motor primero de la crisis del sector que hoy nos acucia, vino la siguiente oleada de especulación, todavía más brutal, esta vez sobre la propiedad de las casas. Arrancó al amparo de otra ley nefasta de gestión del suelo, la que entregó a los ayuntamientos la libre disposición sobre la calificación y usos del territorio de sus términos municipales, que originó de inmediato una especulación sin precedentes, recalificaciones abusivas, cohechos, pagos de comisiones ilegales a particulares y a partidos políticos, en fin, todo un rosario de lacras que continúan en la actualidad, con miles de causas judiciales y origen de enriquecimientos ilegales de una parte y de robos y de estafas al común por el otro. Además, fuera de toda consideración ética, la percepción de un alquiler alto, y su supuesta bondad social, se convirtió para muchos en el sustituto ideal de un trabajo, todos conocemos sobradamente casos, con la detracción de fuerza laboral, de creatividad, de productividad y de inversión en otros sectores que esto supuso, y con la consecuencia de que el incentivo para comprar a precios altos era aún mayor, ante la aparentemente inagotable capacidad del mercado para absorber viviendas de todo tipo, y a esta actividad rápidamente se aplicó la banca, organizando lo que hoy ya es evidentemente la mayor estafa piramidal de la democracia, de la dictadura y de la dictablanda, es decir, de todo un siglo. El mecanismo se realimentó de la misma manera que si se aprovechara todo entero un bosque para hacerlo leña y quemarlo sin que nadie se ocupara de pensar en si existen otros combustibles, en reponer ni plantar un árbol, en regular la tala y las cantidades a quemar por cada cual. Finalmente, amaneció una mañana, y no había bosque.

Y hoy se apunta a la banca como responsable, con sus timbas de los intereses variables, con las manipulaciones de los índices hipotecarios, con su fomento de la actividad y propiedad de las compañías tasadoras que subían artificialmente las valoraciones a razón de una décima de punto porcentual por mes, al principio, después a tres décimas, finalmente a un punto, y aun a más, llegando en los años finales del boom a incrementos anuales de más del quince por ciento, y armada de leyes leoninas que le permitían y permiten, por ejemplo, el cobro del total de los los intereses de la deuda hipotecaria antes de pasar el deudor a reintegrar el capital, y con intereses adicionales sobre la mora que rozan el treinta por ciento (cifra que en la edad media costaba la hoguera, por usura) pero que hoy ni siquiera se trata como una infracción administrativa, pero que es trágala y barbarie que convierte una deuda de unos pocos meses en una cifra del todo impagable, obligando necesariamente a la pérdida del bien por parte del comprador, lo que probablemente es lo que se buscara, adicionalmente, con ello. No cabe olvidar tampoco las grandes agencias inmobiliarias, actuando en connivencia con la banca y empujando los precios al alza en el mismo sentido, sin la más mínima consideración a la lógica más elemental que no podía ni puede decir otra cosa que el que este tipo de incrementos insensatos sólo podía llevar a una explosión generadora irremediable de la ruina de todos, de los particulares, de los especuladores y del estado culpable que amparaba todo ello.

Pues el responsable verdadero, por más que se quiera mirar a la banca como el agente fáctico (aunque también hay que decir que no toda la Banca, sino en particular esas cajas de ahorros en manos de los diferentes partidos políticos estatales y nacionalistas), es el estado que permitió toda esta timba. Y es responsable por su laissez-faire, más exactamente, por esa sacralizada creencia de que al mercado hay que dejarlo obrar sin correcciones, coerciones, ni regulación. Y ahí lo tenemos ahora, al bueno del estado, que no cuenta ni con la décima parte de la maquinaria anti incendio necesaria y que hoy tiene que acudir, por su ineptitud y culpa, a socorrer a la banca quebrada, a los particulares robados, estafados y arruinados, es decir, a su población y a sufragar los crecientes seguros de paro y las pensiones, pero para los que ya no cuenta con fondos ni con banca extranjera que se los aporte más que a intereses dos, tres y cuatro veces más elevados que hace apenas una década. Y lo cual, por cierto y bien mirado, es bien lógico. ¿Quién puede tener especial interés es prestarle dinero a un conocido insensato? Yo no, desde luego, si fuera banquero.

Y en conclusión, ya me gustaría a mí, y a muchos, saber cómo salir de ésta, aunque sí cabría plantear una idea. Ese colosal montón de vigas, cristales y hierros que van a ir a parar al banco malo, ese saldo sobre cuyo éxito o fracaso nadie se atreve a vaticinar, y que es el resultado final de una gestión insensata y una rémora que pesará mucho tiempo sobre las empresas bancarias y sobre el estado, pero que tiene un valor cierto y que es hijo del esfuerzo desafortunado de muchas personas que finalmente no pudieron pagar, no por mala voluntad, generalmente, sino por física imposibilidad de ello y por haber sido sometidas, además, a prácticas mercantiles como mínimo, dudosas, y que se ha tenido que rescatar finalmente con dinero público, es decir de todos, bien podría, o me gustaría decir, debería entregarse a plantar el germen de una futura agencia de propiedad pública o semi-pública destinada a la gestión de alquileres sociales, al modo expresado arriba en que lo hacen otros estados bastante más exitosos que este, y haciéndolo por la sencilla fórmula, tan comercial y de vendedores del Rastro, o de la China, de partir la diferencia. Una mitad de esos ingresos por alquileres públicos, dedicada a una lenta amortización del bien, a base de alquiler, hasta que la entidad bancaria cobrara una mitad de su valor actual, sin intereses, otra mitad a cambio de la futura propiedad para el estado de esos mismos bienes, que seguirían dedicados en lo sucesivo a su alquiler, que no a la venta.

Una política de este tipo que sólo penalice en una mitad de los que les queda a los responsables del fraude, el dolo y la crisis, y en otra mitad al estado, también culpable de lo mismo por la parte de las carencias, la connivencia y las tolerancias administrativas que le tocan, junto a la que fue una alegre e irreflexiva percepción de unos ingresos elevados durante la burbuja, que le hicieron cerrar los ojos e ignorar la evidencia de que era un caso evidente de pan para hoy y hambre para mañana, pero que ya es suficiente pagador con los desembolsos brutales que tiene que ir realizando para sostener a esa misma banca irresponsable y rapaz, ajena a toda conveniencia y control social, bien podría servir para generar,  a partir de tanta desgracia e incapacidad, un cierto porcentaje de bien social y un cierto alivio para las capas de población más afectadas por la crisis.

Naturalmente el quiénes y de qué manera fueran los beneficiarios debería también de someterse a un consenso y además a un control muy estricto, para que no derivara todo ello en nuevo origen de clientelas de partidos y en pagos de fidelidades, pero aún siendo esto muy difícil, tampoco parece insensato intentarlo, porque modelos que funcionan hay de sobra para tomar ejemplo de ellos en lo tocante a su eficacia y buen manejo y porque sería también una cierta forma de restitución social de lo que nunca se le debió de quitar a la población, por la vía de dejarla sometida e indefensa a una rapacidad armada de eficaces prácticas mercantiles abusivas y de las bendiciones jurídicas para llevarlas a cabo, y todo ello, además, podría constituir el origen, tal vez, de una nueva política con alguna sensibilidad mayor hacia lo público, pues los resultados de las políticas de libertad absoluta de iniciativas y de manejo en el campo inmobiliario ya hemos visto muy bien en qué han dado, que es en la ruina de muchos, el propio estado incluido y finalmente y también en la de aquellos que se lucraron insensatamente al socaire de semejantes prácticas pero que hoy han ido también a la ruina, como es el caso de tanta promotoras y empresas inmobiliarias, junto a sus clientes.

La experiencia ha sido terrible para muchos, para la población en parte ignorante, en parte indefensa, en parte imperiosamente necesitada de vivienda y en parte llevada a ser cómplice de unas prácticas que fomentaban sus propias expectativas de beneficio, como en los mejores timos, que son aquellos que precisan de la colaboración del timado, lo ha sido también para la banca, tocada en lo fundamental, que es la pérdida imprescindible de la confianza necesaria para el éxito de su actividad y que la ha llevado además a perder de vista el aspecto fundamental de su negocio, que es el de ayudar, por interés, a la prosperidad de una sociedad en la generalidad de sus necesidades, no sólo las de vivienda, pero donde creyó que obtendría los mayores beneficios, pero que ya hemos visto en qué han dado y finalmente, y ha sido un desastre para el estado, encarnado en unos y otros gobiernos, para la confianza en la justicia y en los jueces, para la creencia en la legitimidad democrática, que se suponía revertiría en beneficio de todos, y que ha terminado todo ello en llevar al desmantelamiento de servicios básicos, lo que ha habido que hacer por tener que acudir con los fondos a necesidades, al menos, según ellos mismos dicen, todavía más perentorias, y ante el incendio simultáneo de demasiadas cosas a la vez.

Siquiera, por una vez, y en lugar de acudir solamente con ridículas regaderas a apagar los fuegos y limitarse a sugerir esa moratoria de dos años, para encontrarse de nuevo con el mismo problema, pero sin duda agravado, pasado ese plazo, se podría intentar atajar no solo las consecuencias, sino atajar las causas, que no son otra que la desastrosa y culpable opción de los sucesivos gobiernos de no querer inmiscuirse nunca, excepto para cobrar impuestos, en la imprescindible mediación desde un punto de vista social del mercado inmobiliario, en las malas prácticas comerciales e hipotecarias asociadas al mismo y en la todavía más imprescindible regulación y fomento de un mercado de alquiler poderoso, en parte estatal, en parte privado y que responda a las necesidades de la población, y no sólo a las del mercado, que, como bien vemos y dejado de su mano, no solo provoca la ruina ajena, sino ya la propia.

No desean ver en su entorno la banca o las finanzas ni impagados, ni okupas, ni menesterosos, y parece lógico, pero, ¿cómo pueden querer no verlos si los producen ellos mismos y en cantidades que ya les hace imposible hasta su propia supervivencia de aves rapaces? ¿Y desde cuándo en la naturaleza ha habido un lobo para cada cuatro corderos? ¿Quieren de verdad imitar a la naturaleza, tan sabia, tan libre y tan desregulada?, pues vayan, vayan a ver cómo funciona dejada a su albedrío y cómo las manadas de cien mil pacíficos ñúes dan cuenta de los orgullosos leones. Es un espectáculo que dan gratis en la 2 de RTVE, una semana sí y otra también, pero solo porque ya no tienen ni para comprar el capítulo segundo, donde los pacíficos y pacientes elefantes también hacen lo mismo, y en el tres los búfalos, y en el cuatro los...

sábado, 10 de noviembre de 2012

Defenestraciones


Lo apuntaba aquí hace apenas unos días como modesta propuesta de remedio para el estado de  cosas, pero los rápidos desarrollos de la situación merecen volverlo a traer a cuento. La simple retirada de Bankia, ese patio de Monipodio, de los fondos de la cuenta del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife han servido para que la entidad reconsidere de forma inmediata los términos de tres desahucios inminentes por los cuales dicho ayuntamiento se había interesado oficialmente, pero sin que la entidad se dignara proporcionarle la más mínima contestación a su petición de información.

Desconozco el importe de la suma de las tres deudas hipotecarias en cuestión, pero con toda seguridad es mucho menor que el dicho millón y medio de euros. Y es que la banca demuestra siempre una dulce y exquisita sensibilidad hacia los balances de sumas y restas, en particular cuando apuntan en su contra. Y como tales balances, fuera de toda otra consideración, son el único, último y exclusivo objetivo de su actividad, todo estado de opinión que a su criterio pueda llevar a menguar dichos balances y a la pérdida de confianza antecesora a la decisión de confiar los particulares, o cualesquiera otros depositarios, sus fondos en la entidad de enfrente son el verdadero talón de Aquiles del sistema bancario y el punto débil del mismo y sobre el cual, quien quiera o quien crea que debe, bien puede y debe actuar en defensa de sus propios intereses y de sus ideas sociales, de haberlas.

Y como a criterio de una parte considerable de la población el sistema bancario o financiero va por libre, su regulación en el sentido social, solidario y de defensa del bien común deja muchísimo que desear y tampoco existe ya, como antaño existió, un contrapoder dentro del propio sistema, como lo era la existencia de una minoritaria pero sólida y reguladora banca pública, a la cual poder confiarle los fondos, como alternativa para quien deseara hacerlo, sin entregarlos necesaria y exclusivamente a la especulación y a los intereses del beneficio privado, como ahora y de facto es obligatorio, pues no existe ya otra opción, el tipo de medidas como la decidida por el ayuntamiento en cuestión señalan muy exactamente el camino a tomar para reconducir por la vía de la presión económica, que es fáctica, y la única que la banca sabe entender, los usos y hábitos que esta no se ve nunca obligada a abandonar por causa de carencias legislativas, por mal entendida tolerancia, por connivencia, sin duda y, fundamentalmente, por el escandaloso abandono de las funciones reguladoras y sancionadoras de los poderes públicos en lo que atañe a la defensa de los intereses de su población, entendida como su totalidad, y no solo como la de la parte más rica, o más poderosa o mejor defendida de dicha colectividad.

Y que hoy, al olor de la chamusquina a lo Jan Palach que van dejando los ahorcados y los defenestrados, que no los de Praga, corran a reunirse los responsables políticos (y nunca mejor palabra, responsables) y seguramente los banqueros que los amparan y dirigen para ver cuáles soluciones encuentran frente al verdadero escándalo de los desahucios, no, sino para su ya más que airada y descubierta situación, y más aun, frente al previsible estallido social que estos hechos intolerables para la población puedan acabar generando, lo que nos lleva a ver como, una vez más, la impertérrita, orgullosa y descerebrada economía, ese tigre de papel moneda y el más cobarde de los llamados actores sociales, corre a refugiarse como polluelo a las faldas de mamá gallina, que es el estado, ese monstruo regulador, como le espeta sin el más mínimo pudor, pero al que bien acude cada vez que le hace falta, cuando las cuentas ya no se las cuadra ni el contable de Al Capone o cuando, no digamos ya, la muchachada empieza a amenazar con los palos frente a las sucursales bancarias. Y es que bien se podría afirmar que solo cuando finalmente se ultraja al Santísimo parece que se dan por enterados los señores obispos de que el personal ya no comulga.

Porque esta semana las manifestaciones, protestas y otros tipos de acciones a las puertas de las casa de usura, a raíz de esa sangría inhumana que es la crisis de los desahucios, han sido significativas y crecientes y han servido sin duda para crear estado de opinión y para que, juntándose la gente, se imaginen más acciones para continuar con la presión para empezar a revertir lo intolerable. Y hay mucha inteligencia colectiva y mucha creatividad e imaginación para poder, si así se cree y se hace mayoritaria y mancomunadamente, a lo Fuente Ovejuna, hacerles la vida imposible a estas casas de banca que han perdido definitivamente el norte y para lograr impedir que sigan actuando dentro de los parámetros en los que operan y que, a juicio también de muchos, son por completo intolerables.

Y aprovecho también para hacer notar ese ‘casas de banca, o de usura’, pues el lenguaje tiñe lo que toca y puede hacerlo más allá de lo que creemos. Y el uso y abuso de términos como ‘entidades financieras’, ‘instituciones bancarias’ ‘institutos de crédito’, ‘fundaciones’ y otros cincuenta eufemismos más, adornados con marcos pomposos y exquisitas volutas de oro podrido, todo lo que hacen es envolver de prosopopeya inane y embaucadora actividades tan antiguas como el préstamo a interés, el empeño encubierto de unos bienes para financiar otros, las prácticas de usura y el cobro de comisiones, impuestos y servicios sobre un dinero que, además, y cuando no se tienen solicitados y obtenidos créditos, vegeta inane en cuenta corriente, es decir, rentando para su propietario la misma nada que si estuviera en el calcetín de cada cual, pero que se ve tasado y penalizado ¡a cambio de dejárselo ahí para su libérrimo uso!, lo cual es sin ningún género de dudas cosa verdaderamente de locos.

Y que hasta los propios sindicatos y organizaciones de izquierda se avengan a llamar a la banca ‘instituciones financieras’, como si con mecenas generosos y filantrópicos estuvieran tratando, viene también a explicar mejor que bien hasta que punto las sociedades estamos perdiendo el norte y cuál es la clase de éxito e influencia que unos simples prestamistas a interés han conseguido comprarse, con la anuencia irresponsable de todo el mundo. Porque una cosa es que todos los oficios sean necesarios y otra que haya andar haciéndoles reverencias a los verdugos, o a los usureros que, con cobrar, ya deberían de ir más que servidos y agradecidos, me gustaría creer.

Y que ahora vengamos ahora a llorar todos sobre las causas de esta crisis y sobre sus dramáticas consecuencias, e incluso en el poco probable caso de ponernos de acuerdo algunos sobre todo ello, de poco servirá si las entidades no se ven nunca obligadas a cambiar de actitudes ni de forma de entender el negocio, y menos aún, cuando es la propia forma del negocio, su sentido y su ausencia de obligaciones sociales lo que nunca se pone en entredicho, y lo cual bien se podría, o más bien se debería postular, desde los más mínimos parámetros de equidad e higiene social, por cierto.

Enriquecerse y mantener negocios prósperos, exitosos y que den beneficios es la religión del mundo moderno, y puede ser tan buena o mala como cualquier otra, y para conseguir este objetivo de manera legítima en las sociedades modernas el motor siempre ha sido el mundo financiero junto a su profeta, la banca, que es la depositaria del saco donde confluyen los esfuerzos de todos, pero con un matiz importantísimo, pues de ese saco no es esta más que la depositaria y la guardiana, por haber merecido la confianza para serlo, pero de ningún modo la propietaria. En virtud de sus antiguos buenos usos, si así nos avenimos a llamarlos, está autorizada a tomar una parte pequeña del saco como compensación a sus supuestos buenos oficios, y eso ya es una suma enorme, pero de ninguna manera lo está ni debiera jamás de estarlo para apropiárselo o para hacerlo desaparecer por causa de mala gestión, pues no es dinero suyo de ninguna manera. Y la pena, que duda cabe, cuando estos comportamientos se manifiestan a las claras no debiera ser otra que la incautación, lo que, sin embargo, para perplejidad de muchos, jamás se produce, cuando no debiera de ser más que una acción hija de la más estricta obviedad y la manifestación de la más mínima y ejemplificadora justicia.

Y esto es necesario repetírnoslo y repetírselo porque pareciera como si de puro obvio hubiera sido olvidado por unos y otros, que el dinero de la banca es el dinero de todos, que allí lo depositamos por nuestra voluntad y seguramente por nuestra mala cabeza y por causa de arteras mañas publicitarias también, pero que de ninguna manera, entendido como su muy mayor porcentaje, es dinero de ella ni con el que puede hacer todo cuanto crea y apetezca, especulación salvaje incluida.

Y si la codicia y la especulación han llevado a que para enriquecerse hiperbólicamente unos pocos haya habido necesariamente que empobrecer gravemente a la mayoría de los demás, y hasta las últimas consecuencias de la miseria y la muerte, medievales prácticamente, como bien vamos viendo, y sin esparcir, encima, un porcentaje de esos bienes derramados hacia abajo para que, en alguna medida, prosperemos todos un poco, como pregona la jaculatoria que todos los banqueros y políticos repiten sin cesar, proclamando que esa es la función social de la banca, pero que, sin embargo, es curioso, no figura escrita por ninguna parte ni consta como obligación de ley para permitirles seguir en el negocio; esta banca, con sus modos, prepotencia y preponderancia de estos últimos años, parece estarse encaminando a dejar de ser una actividad económica legítima vista desde cualquier parámetro de justicia social que se desee considerar, y en el mismo sentido, para entenderlo, de que no le está permitido a un mecánico averiar ex profeso o por ahorrarse una pieza los coches o los bienes ajenos ajenos, so pena de cárcel, ni tampoco parece ya cosa del interés de ningún estado que merezca llamarse así a sí mismo el no intervenir para modificar semejante estado de cosas, y no solo, sino porque encima y de últimas, después del robo más descarado, se ven sometidos además al chantaje de la misma cuando por causa de su exceso de rapacidad el negocio se les escapa de las manos, y piden ayuda, recibiéndola al punto de la dolorosa aportación de todos, y porque está, en definitiva, pasando ya todo el asunto a parecer un juego de trile generalizado, con los que dan el agua, los matones y los ganchos, revestidos de la más impecable respetabilidad, o de toma el dinero y corre o de tocomocho, al inolvidable modo de Tony Leblanc, y de cuyos protagonistas, por mucha corbata de Armani y pañuelos de Hermés que usen como armaduras jurídicas, aunque para actuar, finalmente, nada más que como vulgares navajeros, lo único que espera ya la gente normal es verlos finalmente a cada uno de ellos, cabizbajos, entre la pareja de la Guardia Civil, camino de los juzgados de lo criminal y, si fuera posible, de presidio para ponerlos a buen recaudo, en sanitaria evitación de que causen mayores daños.

Por todo ello, la verdadera y efectiva vía de presión es la indicada, usar el dinero propio, actuar como el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, quitarlo y ponerlo coordinadamente, simultáneamente, todos a una y según criterios sociales, públicos, voceados y dados a conocer, y usarlo con su mismo desparpajo para el chantaje y el boicot en defensa propia, ya casi imprescindibles, pues quien debe y a quien pagamos por ello no nos defiende, y usarlo como el arma que efectivamente es, la misma con la que ya nos matan, pues esta esta es la pavorosa realidad, y con la tranquilidad de conciencia que da el saber que es NUESTRO dinero el que puede volverse contra ellos, y no por el placer de hacer un mal sin otro sentido, ni para enriquecerse, sino para utilizarlo en beneficio no solo propio y del común sino para la regeneración moral de un sistema que parece haber perdido el juicio.

Así que dejemos a ese espectro vergonzoso y vicario de doña Ana Botella el seguir implorando a la Virgen de la Almudena por el alivio de los sufrimientos de los dolientes de la diócesis, lo que ya tiene cojones, por decirlo fino, y pongámonos el resto a hacer algo más efectivo, que podemos. Y si con los votos entregados en buena fe, pero desperdiciados, a unos y a otros, ya hemos visto lo que se ha conseguido, veamos qué logramos sacando nuestro dinero y paseándolo de una a otra parte, de uno a otro saco, negándoselo a quienes peor lo empleen y entregándoselo, bajo vigilancia estricta, a quienes demuestren que lo hacen mejor y coaccionándolos siempre y de la misma manera que no es otra que la expeditiva, definitiva e inapelable de: –y si no, me lo llevo, pero con la mejor sonrisa, para mejor escarnio y remedo de eso mismo a lo que estamos sempiternamente sometidos–.

Porque si el sistema democrático de un hombre un voto, está siendo sustituido, a su exclusivo beneficio, que no el nuestro, por usar la acertada observación de don José Stiglitz, por otro de un dólar un voto, resulta sin embargo que, dólar a dólar, yuan a yuan y euro a euro, también en este nuevo sistema, que creen el suyo, y por el mismo procedimento de un dólar un voto, pero que si sumamos todos los dólares tenemos muchísimos más, también se les puede dejar igualmente en lo que sencillamente son, en la inmensa minoría, aunque desde luego no la más desfavorecida, y gracias a lo cual y todavía seguirán más que bien servidos, para su suerte.

Y si en algo tengo hoy que corregirme, no para mi desgracia, sino para la de quienes están sufriendo padecimientos que ya se pensaban olvidados e inimaginables, es en una consideración aforística que por alguna parte dejé escrita, ya hace unos años y que rezaba así: los discapacitados morales producen pobres.

Pero no es cierta y hoy debo corregirla al alza, porque los discapacitados morales producen muertos, y frente a una facticidad de esta clase no solo cabe recluirse en un pavoroso silencio y contrición sino que lo sano, lo necesario y lo justo sería el buscar activamente las maneras de convertir el grito de horror en acción.

Actuemos, pues.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Qualsevol nit pot sortir el sol (Jaume SIsa)

No tenía mi mejor día, y andaba haciéndome creer a mí mismo que escribía de algo, y al mismo tiempo buceaba por mi fondo inacabable de iTunes, suma de toda mi antigua musicoteca grabada y regrabada a lo largo de décadas, de origen sin duda de pago, cientos o miles de cintas, de LP's y de Cd's acumulados con los años y ya después, igualmente sin duda, de tantos mp3 de dudosa, no, sino de indudable procedencia ilegal, más los habidos de regalos generosos o por muchos intercambios de gigabytes con unas y con otras amistades.

Pinchando acá y acullá caí al azar en escuchar de nuevo, después de tres decenios seguramente, ese pequeño portento de canción de Jaume Sisa que responde al nombre de Qualsevol nit pot sortir el sol. En origen una canción infantil, creo recordar, pero que por causa de haber sido tocado su autor el día que la concibiera por la mano de lo inefable, esa que a veces se posa sobre ciertos objetos de arte o sobre determinadas obras humanas, llevándolas, sencillamente, a ser únicas, se convirtió en su día en un éxito indudable entre personas no ciertamente en edad infantil.

La escuché una y otra vez, un rato, con indudable placer y añoranza, y minutos después recibí, por teléfono una buena noticia. Ambas cosas ya tan raras, el placer y las buenas noticias que quedé unos minutos en estado de apacible dulzura. Partí entonces hacia la red, para buscar la letra de la canción, con la intención de pegarla en el blog, así, por hacer algo insólito y contra mis hábitos, y como guiño, seguramente tonto, para mis amistades catalanas y otracosahablantes, y antes de tener que vernos, quién sabe (nadie debiéramos de olvidar Sarajevo) cada cual en un bando y con la ametralladora comprada a fiado, a cada cual según le toque la mala fortuna, en lugar de compartiendo un café en las Ramblas, y por culpa seguramente de cualquier aspirante a Neo Conde Duque de Olivares o de cualquier botiguer marrullero y ambicioso y con aspiraciones a César o siquiera a Compte de Urgell, que me temo que de ninguno de los dos tipos ¿humanos? vayamos a andar nunca faltos.

Con las imágenes sugeridas por la letra de la canción bailándome aun entre la retina y los oídos me dije: qué precioso juego permitiría hacer esta canción, tan restallante de dulzura, de fe, de alegría y de buena voluntad, pero contraponiéndole a esas imágenes tan sugestivas aquellas otras que nos trae, sin embargo, la realidad a casa de todos y a diario y que impiden, noche tras noche que salga el sol. Me gustó la idea, la acaricié un rato, pero concluí que el esfuerzo de redactar semejante juego hoy no me compensaba.

Así que copié la letra y me retiré hacia la tarea mucho más acomodaticia de irme a buscar al tubo de todos (de cuyos beneficios, bueno, no, en España pérdidas, por lo visto) se lucra uno solo, el señor Google, una versión de la canción para enlazarla aquí y dar por concluido el asunto. Y entonces, ¡oh portento! me encontré con el trabajo recién imaginado y descartado pero ya hecho y mucho mejor que bien hecho, con las autorías  de Xesco Boix, UC, M. Rossell, La Trinca, Sisa, Serrat & Paco Muñoz, desconociendo qué de la pequeña obra de arte del video musical, del montaje, del guión, de los subtítulos, etc, corresponda a cada cual de los citados.

Y aún corriendo el riesgo de llegar el último y de venirle a descubrir Mediterráneos a quien de sobra los conozca quiero enlazarlo y dar las gracias a sus autores en reconocimiento al trabajo bien hecho.

Sólo, para concluir, anotar la tristeza de que una obra de arte y un portento de sensibilidad como la canción citada, nos tenga que traer a algunos, o a tantos, pues veo, no sé si infeliz o infelizmente que no es a mí solo, la indudable desgracia de tener que situarla en un marco ajeno a su intención, tal es la penuria y la vergüenza de los tiempos, y de no poder disfrutar de esta, y de tantas otras pequeñas y grandes cosas en el contexto natural para el que fueron creadas, que es el de la felicidad y el disfrute para todos.


http://www.youtube.com/watch?v=Wd0q0znkXzQ


Jaume Sisa.

Qualsevol nit pot sortir el sol.


Fa una nit clara i tranquil.la, hi ha la lluna que fa llum,
els convidats van arribant i van omplint tota la casa
de colors i de perfums.
Heus aquí a Blancaneus, en Pulgarcito, els tres porquets,
el gos Snoopy i el seu secretari Emili, i en Simbad,
l'Ali-baba i en Gullivert.

Oh, benvinguts, passeu passeu, de les tristors en farem fum.
A casa meva és casa vostra si que hi ha cases d'algú.

Hola Jaimito, i doña Urraca, en Carpanta, i Barba-azul,
Frankenstein, i l'home-llop, el comte Dràcula, i Tarzan,
la mona Chita i Peter Pan.
La senyoreta Marieta de l'ull viu ve amb un soldat,
els Reis d'Orient, Papa Noël, el pato Donald i en Pasqual,
la Pepa maca i Superman.

Oh, benvinguts, passeu passeu, de les tristors en farem fum.
A casa meva és casa vostra si que hi ha cases d'algú.

Bona nit senyor King Kong, senyor Asterix i en Taxi-Key,
Roberto Alcazar i Pedrín, l'home del sac, i en Patufet,
senyor Charlot, senyor Obelix.
En Pinotxo ve amb la Monyos agafada del bracet,
hi ha la dona que ven globus, la família Ulises,
i el Capitán Trueno en patinet.

Oh, benvinguts, passeu passeu, de les tristors en farem fum.
A casa meva és casa vostra si que hi ha cases d'algú.

A les dotze han arribat la fada bona i ventafocs,
en Tom i Jerry, la bruixa Calixta, Bambi i Moby Dick,
i l'emperadriu Sissí.
I Mortadelo, i Filemón, i Guillem Brown, i Guillem Tell,
la caputxeta vermelleta, el llop ferotge, i el caganer,
en Cocoliso i en Popeye.

Oh, benvinguts, passeu passeu, ara ja no hi falta ningú,
o potser sí, ja me n'adono que tan sols hi faltes tu.
També pots venir si vols, t'esperem, hi ha lloc per tots.
El temps no compta, ni l'espai, qualsevol nit pot sortir el sol.