lunes, 20 de marzo de 2006

No hay peor ciego que el que no quiere oír





No hay peor ciego que el que no quiere oír.

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Buenos días tengan ustedes, si Dios no lo remedia.

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Gripe aviar. Acabaremos todos con la cabeza a pájaros.

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Existen ciertas intimidades qué solo deberían contarse en el urólogo, en el confesionario y en los platós de televisión, amada.

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Vayamos por partes, como Jack el Destripador (popular).

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Cuesta un gran esfuerzo convertirse en un auténtico analfabeto y no está al alcance de cualquiera, no nos engañemos, requiere largos años de vocación y de entrega a la banalidad, a la estulticia, a la abulia y al desinterés por las cosas.

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Hay algunos fallecimientos que lo que dan es ganas de solicitar un bis.

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Juridicidad de la llave y antijuridicidad de la ganzúa (Miguel Espinosa).

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Cuando vayas a Roma haz lo que hagan los japoneses.

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No todo va a ser follar, también habrá que cruzar por Núñez de Balboa (Javier Krahe).

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Narcisismos. Mi escritorio lo cubre un gran cristal que ocupa toda su superficie. Cuando bajo los ojos me veo la papada.
¿Cree usted que puede ser causa de melancolía permanente el cristal de una mesa, señor Panofsky?

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Miedo, lo que se dice miedo, el que lo da de verdad es Jack el Recaudador.

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Levantarse es un grave conflicto entre mente y almohada (Mario Zucca).

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Nunca escribió para comer, es más, amaba tanto la literatura que sólo comía para escribir.

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Lo francamente positivo del deporte es que un pésimo resultado está al alcance incluso de los que menos nos entrenamos.

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Hoy en día, si te encuentras con un tipo en calzoncillos corriendo desesperado por la calle, no se tratará casi con toda seguridad de algún indeseable perseguido por el marido de su amante, sino de un ciudadano ejemplar que hace deporte y al que deberás cederle, en razón de su superioridad moral, el paso en la acera.

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Es toda una ciencia saber discriminar cuáles serán los errores inesperados que mejorarán el proceso. (Oído por ahí).

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Era un hombre en extremo autoritario, de esos que les gritan consignas a los sordos.

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Espíritu olímpico. Un millonario joven, en calzoncillos, corriendo despacito con una tea en la mano, seguido por una corte de políticos disfrazados de cadetes, sudorosos y resoplando. No se lo pierdan.

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Automatismos. Nada puede fallar. Nada puede fallar. Nada puede fallar. Nada puede fallar... (Popular).

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En las caracolas que trabajan de pisapapeles en los despachos de los ejecutivos de los rascacielos, si aguzas bien el oído, podrás escuchar el suave y delicado rumor del metro.

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Desconfía de los relojes blandos, acabarán pidiéndote que los acaricies a toda hora.

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Desde que Heráclito pusiera de moda la idea de bañarse cada vez en un río distinto, ciertas mentes desviadas empezaron a concebir el turismo, o peor todavía, a practicarlo.

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Lo increíble de Darwin es que hizo lo que hizo sin clips, ni post-it ni tan siquiera un simple marcador fosforescente.

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La educación, pasito a pasito, ha ido excluyendo: la sangre, el palo, los golpes, los reglazos, las injurias, los brazos en cruz, las orejas de burro, el castigo, la imposición, el grito, la amonestación agria, el aviso perentorio, la regañina a secas, el consejo, los modales y por último, la educación.

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El marketing es esa ciencia que consiste en lograr vender un vehículo de dos ruedas, al precio de uno de cuatro, haciendo hincapié en la mayor seguridad que le proporcionan sus tres ruedas.

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Un corredor de bolsa es ese caballero que salió corriendo con el 10% de tu bolsa.

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