La situación política en España gira estos días en torno a la decisión del PSOE con respecto al futuro de los pactos a establecer o no con unos u otros partidos para alcanzar alguna posibilidad de que se forme un gobierno sin necesidad de acudir a nuevas elecciones.
Pero la posibilidad de pactos parece remota, o tal es la figura que se nos pretende vender. Y a día de hoy la situación es que el PSOE como tal parece remar en dirección opuesta a la de su líder, lo cual no es poca contradicción. Cierto es que las contradicciones en el PSOE no son precisamente novedad, pero ya van alcanzando unas dimensiones que parecen las propias de un sainete, como ya hasta ellos mismos admiten. Y su líder, una figura de escaso peso, si comparada con cualquiera de los líderes anteriores del socialismo español, tiene ahora tres opciones a considerar.
Una, tratar de formar un gobierno que él lidere pactándolo con la casi totalidad del espectro político, a excepción de PP y Ciudadanos. Es una carambola casi imposible, requiere una finura de cintura que no se le ve por ninguna parte, ni siquiera está considerada como del todo aconsejable por su propio partido y, en el remoto caso de darse, nacería con la casi seguridad de un rápido fallecimiento. Bastaría que cualquiera de las fuerzas de las demasiadas que tendrían que formalizar el acuerdo se echara atrás por cualquier cuestión de su interés particular o local para que el recién nacido resultara inviable, seguramente en escasos meses.
La segunda opción, referida al PP, la de morir matando –tú no puedes formar gobierno y yo tampoco, vayamos pues a nuevas elecciones–, es para el PSOE la casi seguridad de una muerte súbita. En este caso, su líder cambiaría su lejana opción al sillón de terciopelo de la presidencia de la nación por la segura silla de tijera en la última fila de los mítines de pueblo a los que le dejaran entrar, que está por ver si habría algunos.
Y si bien quitarlo de en medio así, impidiéndole incluso presentarse de nuevo y consensuando o eligiendo otro candidato, seguramente Susana Díaz, sería la opción preferida de más de medio PSOE, tampoco se diría que le sirviera de gran cosa al partido, pues la andaluza quedaría por ver si resultara un líder claro, dado que no apunta ningún discurso sólido, novedoso, ilusionante y mejor adaptado a los tiempos, así como tampoco se vislumbra una estrategia alternativa de partido diferente a su actual y estremecedora falta de estrategia. Y tampoco la táctica del cambio de pieza, alfil por caballo, aparentaría cambiar gran cosa en el tablero a corto plazo. Es el problema de la vejez, en este caso de las ideas, o del fallecimiento de las mismas, ni te da nadie más crédito ni te queda tiempo. Tu electorado se fosiliza y a los jóvenes les pareces un carroza, perdón un viejuno, para ceñirme a mejores definiciones de la modernidad. Pésimo asunto. Oscuro futuro.
Y existe buena seguridad de muerte súbita en unas próximas elecciones a cinco meses vista, porque el magma del espectro político se sigue moviendo en sentidos que cualquiera de ellos, de repetirse las elecciones en unos meses, redundarán en peores opciones para el PSOE.
En primer lugar, porque es de imaginarse que el PP recuperará de Ciudadanos parte de sus perdidos votantes, ya que la situación en la derecha no es la misma que en la izquierda. La división en la izquierda es a dos mitades, el PSOE y el resto de ella. En la derecha, en cambio, la división es a un tercio dos tercios o, más bien, un cuarto a tres cuartos, lo cual por fuerza estimulará el ‘voto útil’ en dirección al más poderoso y porque, además, el principal factor de detracción de voto dentro de la derecha ha quedado bien claro que no es la corrupción, sino la pobreza y el paro. Y cualquier nuevo resultado con el que PP y Ciudadanos sumaran ocho o diez diputados más de los actuales acabaría con toda especulación. Gobernarían juntos, y punto.
Y es que la corrupción importa solo secundariamente en los partidos de derechas, que nunca han dejado de ser lo que siempre han sido, emanaciones de la cleptocracia subvencionadas por ella misma, y esto es lo que hay y poco más. Pasa a ser algo que les preocupa nada más que a efectos electorales cuando se dan circunstancias sociales, como la crisis, que la estigmatizan algo más, pero apenas las crisis se estabilizan mínimamente puede más el señuelo del dinero rápido que cualquier otra consideración. Los mecanismos de succión y desvío de los caudales públicos están siempre perfectamente engrasados y se ponen a funcionar a pleno rendimiento apenas se da la más mínima circunstancia favorable. Esta es el alma –y la responsabilidad– de sus votantes, el que la corrupción les importe bien poco, y eso no tendrá arreglo, de tenerlo alguna vez, más que a varias generaciones vista o cuando nos gobierne un holandés o un sueco.
Y si bien la corrupción —por dejar una boutade y reírse un poco de las palabras de moda y de lo que ‘es tendencia’— es la única y verdadera transversalidad que recorre e ‘informa los principios fundamentales’ –como decía el franquismo– del espectro político en lo que atañe a la verdadera vida privada de los aparatos de los partidos, lo cierto es que los votantes de izquierda y derecha sí muestran notables diferentes sensibilidades al respecto. Pero, según se modere la crisis y se alcance algún viso de normalidad económica, esos votantes de derechas volverán a su redil y, guste o no, seguirán rondando el totalizar media España, poco más o menos. Es decir, como siempre.
En segundo lugar, y continuando por el suicidio por la vía rápida, la diferencia que ha obtenido el PSOE en votos con respecto de Podemos y sus submarcas ha sido de trescientas mil papeletas, pero, si solo la mitad de los votantes de Unidad Popular, Izquierda Unida o el nombre que lleve esta semana la formación de izquierdas, y visto de lo que les ha servido el voto —gracias en buena parte a nuestra infame ley electoral—, se pasara a Podemos, lo cual parece casi el único desarrollo posible, ya Podemos superaría al PSOE en votantes. Y no digamos si, además, como también parece más que aventurable, dicha izquierda, decidiera confluir con armas y bagajes hacia Podemos y presentar una candidatura unificada. Serían un millón largo de votos más, y todo ello, sin restarle ni uno al PSOE.
Pero es que, además, el propio PSOE, que más parece hoy un organismo en descomposición que cualquier otra cosa —por culpas internas, sin duda, pues con semejante jaula de grillos poca responsabilidad sobre su propia ruina van a poderle achacar a méritos ajenos— es un partido que, al haber abdicado de los mínimos planteamientos ideológicos necesarios para poder llamarse siquiera un partido de izquierda moderada o socialdemócrata, lo que de hecho está haciendo es despedir y centrifugar en inacabable goteo a sus propios votantes, lo que viene ocurriendo desde el inicio de la crisis, es decir, dos legislaturas.
Y estos votantes centrifugados irán donde mejor les parezca, pero más probable ciertamente parecerá el que se dirijan en cierto número hacia Podemos que no hacia Ciudadanos, que ya ha dejado suficientemente claro que es poco más que la marca blanca del PP y que a la primera oportunidad que se les ha presentado han acudido a su rescate.
Todo lo cual, intentando verlo desde la propia división interna del PSOE, les llevará a poder plantearse también la tercera opción, la del pacto a tres con Ciudadanos y PP, vía que, por más que explícitamente descartada con declaraciones diarias y altisonantes por la actual ejecutiva, no puede dejar de contemplarse como una posibilidad para nada de política ficción. De hecho, la propugna nada menos que Felipe González, del que podrá decirse todo lo malo o bueno que se desee, pero al que no se le pueden negar ni el peso ni el poso histórico que representa, como tampoco su olfato político.
Pues una cosa es que mucha gente de izquierda, más o menos moderada, quiera contemplar al partido socialista como lo que desearía que fuera, y otra negar la realidad de que ha sido y muy bien puede seguir siendo, un nido de contradicciones y una estructura de poder mucho más basada en el oportunismo que en la que dice ser su ideología. Y esto es tan cierto como la afirmación anterior de que al PP la corrupción le importa bien poco y sólo le causa algún quebradero de cabeza a efectos tácticos y tal vez prácticos, pero jamás estratégicos o ideológicos.
Máxime cuando, aún resultando esta opción, obviamente, la vía de la más insoportable indecencia para muchos de sus votantes y algunos de sus dirigentes, no se puede negar que les pueda traer sustanciosas ventajas, siquiera momentáneas. La primera y fundamental que retrasaría el que el PSOE pasara a ser la tercera fuerza política –o quien sabe si la cuarta– hasta dentro de una legislatura, es decir, cuatro años, cuando eso es lo que muy probablemente le ocurriría si se fuera a elecciones dentro de seis meses. Y eso, visto y medido desde el aparato de un partido, tiene que tener su buen peso y da sin duda para dedicarle más de un pensamiento.
Por lo demás, justificar semejante paso tampoco les costaría un gran esfuerzo de imaginación –o reiteración–. Tras haber sido capaces de pactar con el PP la reforma de la Constitución en 48 horas y en un sentido que, por más que se esfuercen en llenarse la boca de locuciones como sentido de estado, defensa frente al rescate, viabilidad económica, marca España, necesaria gobernabilidad, estado de necesidad y otros etcéteras –o zarandajas– para encubrir la más espantosa exhibición de dejación ideológica y ética de la que han sido capaces, pero no ciertamente la única, no me parece que, apelando a parecidos términos, más a la siempre disponible y rumbosa de la ‘inmarcesible unidad de la patria’, tan en boga ahora mismo como en el año 1887, 1948 o 1972, acaben justificando encantados el no imposible hecho de dirigirse al altar con la más fea. Y tan contentos, o siquiera a mal tiempo, buena cara.
Y ahí, entonces, tendríamos de nuevo la opción de un sillón de terciopelo para el bueno de su secretario general, esta vez el de la vicepresidencia, que tampoco es un asco de asiento, más el de algunos ministros y el señuelo de que entonces sí, ¡vaya por Dios!, se podría cambiar la Constitución, como ya se ha apresurado a ofrecer Mariano Rajoy. Aunque en cuál sentido y con semejantes parejas de baile para el PSOE, don Mariano y don Albert, vaya nadie a saberlo, pero poca duda podrá caber de que se sustanciaría en un circense cambio cosmético y en exclusivo sentido lampedusiano. Es decir, en exquisita agua de borrajas.
Y lo que quedaría entonces por ver, en efecto, es si de verdad tal decisión resultaría o no en un suicidio en diferido, a modo de simulación, como tantos están dispuestos a jurar a pies juntillas, o si, a la larga, la jugada igual les cuadrara medianamente bien. Porque entonces, salvo nueva y renovada crisis, los de Podemos, los de IU y tantos nacionalistas... no pasarán. Y... ¿a alguien se le ocurre que se le pudiera ofrecer algo mejor al PSOE? Pues a mí, no. Así que no pondría la mano en el fuego por que queden libres de tentación ni por que la sombra del espectro de González, sumada a tantas otras negras sombras, todas apuntando al mismo ángulo y todas tapando la luz, como es la esencia de las sombras, no fueran muy, muy, muy alargadas.
Y aun más, tampoco la pondría por que, si algo evitara tal tentación, no fuera ello para nada la –digamos– indecencia en sí de lo postulado, ni el previsible chaparrón de críticas a recibir por el resto de la izquierda española y el nacionalismo, sino la propia pelea de perros existente dentro de la organización que, si mal vería a un Pedro Sánchez de presidente, pero al que mal que bien habría que seguir de algún modo, igualmente se vería teniendo que defenderlo y seguirlo en el caso de que el pacto –y su vicepresidencia– se hiciera efectivo. Y esta última parte es la que realmente no veo que sean capaces de pactar entre sí y el único resquicio que, tal vez, nos salve de la pinza.
Porque, de haber ahora mismo un líder eficaz y efectivo en el PSOE, poco dudo, en razón de todo lo expuesto, de que el pacto tripartito con la derecha ya estaría atándose bien atado, a fin de cuentas una muerte pospuesta a cuatro años plazo parece bastante mejor remedio que una muerte súbita. Y si el recambio para unas futuras elecciones anticipadas y de resultado más que incierto fuera doña Susana Díaz, como se vislumbra, no sé muy bien cuánta sería la ganancia, queriendo mirar el asunto desde la perspectiva de los de dentro, del aparato, en fin, y de los intereses de unos pocos, que no de los de todos, pero que son quienes detentan el poder bipartito, de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas, desde la transición.
Así que, entre decidir aceptar el seguro alto riesgo de quedar todavía peor de lo que ya se está frente a la alternativa de taparse –una vez más– la nariz y contentarse con lo que hay, no celebrar nuevas elecciones y pactar con el diablo, aceptando la tentación de ‘toma el poder y corre’, no todo el poder, por supuesto, y poder vicario y segundón, pero poder, bien puede ser una realidad que interese a unos y otros, cada cual para mantener lo que le queda de parcela.
Y el que el común tengamos que esperar otra legislatura, o dos o cuatro, para empezar a creer y ver que algo vaya a cambiar, no será ciertamente lo que suma en el desconsuelo a quienes bien poca intención de cambiar se les vislumbra y cuando los cambios que buena parte de la sociedad les demanda pasan, en primer lugar, por perjudicarse a sí mismos. Bien al contrario, esta situación les ofrece todavía la oportunidad de no seguir cambiando otro buen plazo. ¿Y qué otra cosa mejor podrían desear ellos mismos y el IBEX y el sacrosanto mercado cleptócrata que los subvenciona y sostiene, y hasta la santa y católica y romana y apostólica Iglesia?
Y tan tranquilo como resignado que me quedo con la hipótesis, pues, porque si aquí se pueden engañar o equivocar de medio a medio el CNI, el INE, las casas privadas de sondeos, los centros de estudios de los partidos, los ‘analistas’ y tertulianos, los ‘expertos’, las fundaciones bancarias, la burguesía catalana que pone a empollar sus huevos, ¡oh mirabilia!, en los nidos de ERC y de las asambleas anticapitalistas, y el FMI, el Banco Mundial, las incalificables empresas de calificación y las inauditas compañías de auditorías entre amiguetes, así como el sursum corda, por supuesto, venga nadie a decirme a mí nada, que sólo me limito a expresar lo que piensa mi teclado, organismo autónomo, mal informado y sin financiación pública donde los haya.
Así que, igual bien mirado y a quien menos se esperaba, los Reyes Magos les vayan a traer, para variar, su oro, su incienso y su mirra. Y arrieritos somos, Pablo.
Pues como toda la vida… Vean si no.
Ya vienen los Reyes magos
Ya vienen los Reyes magos
al nidito de Belén
Ya vienen los Reyes magos
al nidito de Belén
Olé, olé, Holanda, y olé
Holanda ya se ve, ya se ve, ya se veCargaditos de juguetes
cargaditos de juguetes
para el Niño de Belén
Olé, olé, Holanda, y olé
Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve
La Virgen va caminando
La Virgen va caminando
caminito de Belén
Olé, olé, Holanda, y olé
Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve
Como el camino es tan largo
Como el camino es tan largo
pide el niño de beber
Olé, olé, Holanda, y olé
Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve
No pidas agua, mi vida
No pidas agua, mi vida
No pidas agua, mi bien
Olé, olé, Holanda, y olé
Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve
Que los ríos vienen turbios
Que los ríos vienen turbios
y no se puede beber
Olé, olé, Holanda, y olé
Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve.
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