viernes, 2 de octubre de 2015

27S. Carta abierta de Oriol Junqueras a Mariano Rajoy

Circula por las redes el texto de una supuesta carta abierta del Presidente de Izquierda Republicana de Cataluña, Oriol Junqueras, al Presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, enviada con posterioridad a las elecciones autonómicas catalanas de este pasado 27 de septiembre. Oriol Junqueras ha desmentido su autoría en la mañana del 29, pero no se ha abstenido de añadir que la carta contiene numerosos puntos que subscribiría.

La historia del texto apócrifo es notable. Apareció, creo, en la noche del día 28 en el blog Eco republicano y una persona curiosa de muchas cosas y buena amiga mía me lo indicó de inmediato, enviándome el enlace. Entré a la página y, efectivamente, allí estaba la carta citada con su supuesta autoría. La leí y me pareció muy interesante y, además, para mi sorpresa, francamente bien escrita. Los textos de los políticos resultan, por lo general, enrevesados, desorganizados, caóticos, poco claros, llenos de lugares comunes, pobres y malamente redactados. Los de mano propia del político, salvo caso raro, gustan de deshonrar el idioma y de ofender la razón y aquellos otros pergeñados por sus acólitos, además de lo anterior, huelen a oficialismo barato y vicario, a bisoñez intelectiva, a ignorancia histórica y a vagones de aquellos de tercera clase de los de antaño, si trenes fueran, que es lo que suelen parecer, por lo pesados, lentos y contaminantes.

Pero en este caso, al margen de algunas exageraciones manifiestas, siquiera la expresión es impecable, lo cual nunca es poco, además de infrecuente, y el contenido, articulado, ordenado según razón con antecedentes y consecuentes y con los sujetos, verbos y predicados colocados en su debido lugar, lo cual, cuando acontece, jamás deja de pasmarme, por lo inusual. Además, el escrito emana auctoritas, pero de la antigua, y una seguridad imperial, de aquella que no necesita amenazar a fuerza de visajes, gritos y exabruptos o citar la ausencia de temblores de mano ni parecidas coletillas sin sustancia para sonar a verdadero y para merecer ser tenido en cuenta, manteniéndose al margen de palabrería y prodigando consideraciones sobre las que poder debatir sin sonrojarse. Lástima solo que, al parecer, no sea cierta la mano a la que se le atribuyó.

Esto al margen, lo cierto es que la misma persona que me avisó de la aparición del texto, a eso de las dos de la madrugada me indicó que el mismo había desaparecido. Y así era. Error 404 en la entrada del blog y ni una explicación sobre el asunto. Una rápida búsqueda por la red me llevó a convencerme de que había desaparecido de... todas partes. Sólo dos o tres lugares citaban un par de párrafos. –Vaya–, me dije, –un caído en la retaguardia y el cadáver sustraído y enterrado en la cuneta, como de costumbre–. Pero tuve la buena suerte de que, por debajo de mis siempre inacabables páginas abiertas, ahí seguía en pantalla lo que antes había leído. Viejo avisado, primero fui capturando pantallazos del Mac, no fuera qué... y después –benditas siempre las memorias caché– pude hacerme con todo el texto. Había llegado a tiempo.

Hoy, tras enterarme del desmentido tan matizado de Junqueras, me ha picado la curiosidad y he releído el texto con diferente atención. Y, además de lo ya expresado arriba, he sacado algunas conclusiones. La primera, que no parece texto de un catalanohablante, aunque justificarlo me llevaría mucho más tiempo del que dispongo para el asunto. La segunda, que es muy extraño el proceso en sí de publicar, retirar y no explicar una palabra. Porque si alguien medianamente serio publica algo, digamos que en buena fe, pero de cuya autoría conoce a posteriori, no importa por cuál vía, que es falsa, lo normal, en efecto, sería retirarlo, aunque en este caso concreto no solo normal, sino del todo obligatorio hubiera sido el proporcionar además una explicación. Y no ha sido el caso. De hecho, en Eco republicano, sólo figura el error 404, sin más. Pueden curiosear el enlace, este:

El periódico La Vanguardia se hace eco del desmentido, aunque no así del texto, pero calificándolo de fake, falso en román paladino, o apócrifo, pero añadiéndole, a su vez, la bendición parcial de Oriol Junqueras, y esta ya sí verdadera, lo cual ya, a poca pituitaria que se tenga, suena a entretenido juego de esgrima y a materia para dar que pensar. Este es el link:

Así que me cabe anotar para mi coleto que el asunto bien puede haber sido, en efecto, una falsificación sin más que los responsables de ese medio se han tragado entera, omitiendo después la elegancia de una disculpa. Y no se puede tampoco descartar, por supuesto, que la falsificación pudiera ser de elaboración propia, o de personas de confianza de ese medio, aunque cabría preguntarse qué sentido tendría elaborar un texto tan medido y cuidado, atribuirlo a un tercero y retirarlo al poco, aun antes del desmentido, pues la materia no parece precisamente asunto para bromas.

Me cabe igualmente la duda razonable de que se haya tratado de un globo sonda para estudio de rozamientos, fricciones y reacciones, de autoría atribuible a prácticamente cualquiera, sin excluir al apócrifo o sus hechuras y con fines que tampoco resultan del todo difíciles de imaginar. Sin embargo, sin embargo... el texto tiene un tufo tan a creíble, a verdadero que me voy a dar el trabajo —pero el gusto— de glosarlo párrafo por párrafo, porque contiene un excelente resumen del estado de la cuestión del soberanismo catalán —y de la interpretación del resultado electoral por parte de quienes lo sostienen— y siendo que al hilo de todo ello bien se pueden hacer consideraciones de mucha actualidad.

Doy comienzo, pues.


CARTA ABIERTA A MARIANO RAJOY, por Oriol Junqueras
(Esta autoría, insisto, ha sido desmentida por el señor Junqueras)

Sr. Presidente del Gobierno del Estado Español:

Ante los inequívocos resultados de las Eleccions al Parlament Català en las que las fuerzas políticas soberanistas hemos obtenido una mayoría holgada para gobernar de 72 diputados, le comunico que la hoja de ruta catalana hacia un proceso de independencia está más legitimada que nunca y va a ser ejecutada paso por paso, habida cuenta de que ése es el mandato impuesto democráticamente por la sociedad catalana.”

Recio comienzo, sin duda, pues el ignoto autor se atribuye sin más matices, incluido el término de ‘inequívocos’ para los resultados, los 10 escaños logrados por la CUP, arrimándolos con seguridad y buen desparpajo a su propio e insuficiente resultado, para sus fines, de 62 escaños. Pero es que es este guarismo precisamente el que desde la noche electoral agita y enturbia el sueño de unionistas y secesionistas, por darles un nombre, y porque ese ‘desparpajo‘ que le atribuyo no es, sin embargo, del todo una boutade. No lo es porque sin duda la CUP no es una formación unionista y, en consecuencia, resulta razonable suponer que más tirará hacia su naturaleza, el independentismo, que hacia la posición contraria.

Y porque, de momento, parece que ese movimiento o suma sólo quedaría en suspenso por la conocida postura de la CUP hacia Artur Mas, de quien no quiere saber nada en razón de los tremendos episodios de corrupción en Convergencia, su partido. Y un segundo impedimento, o primero, como se prefiera, es el postulado de dicha CUP, sin duda democrático, de que la independencia sólo podría declararse tras un resultado plebiscitario que sumara más del 50% de los votos. Como este no se ha dado, la CUP afirma actuar en consecuencia.

Pero conviene destacar que entre el optimismo del pseudo-Junqueras y la realidad de la matemática electoral sólo se interpone este llamémoslo ‘purismo’ de la CUP. Pero el purismo en política dura lo que cualquiera sabe, máxime considerado el valor de la puesta. Porque ante lo que está en juego, para ellos lo más sagrado, bien cabe suponer que se sentarán a negociar y debatir sobre cómo partir las diferencias, que le diría un payo a un gitano regateando la compra de un chisme en el Rastro, es decir, que se avengan los unos a admitir que el mal olor de Artur Mas no existe desodorante que lo encubra, y ceder Junts pel Sí, por lo tanto, en lo del nombre de su candidato, siquiera nominal y temporalmente, como ya ha ocurrido de hecho para la confección de la propia lista electoral y llevarse así a la CUP al himeneo independentista, accediendo esta a cerrar un ojo sobre ese pequeño detalle del 50%.

Y ya esta mañana mismo, sin haberme dado tiempo ni a acabar el artículo, la CUP ha avanzado una propuesta un tanto atrabiliaria, la formación de una especie de tetrarquía para presidir la Generalitat, de la cual ni siquiera se excluiría al señor Mas. Bastaría pues con blanquearlo a un 75% y diluirlo entre otros pares a un 25% para que resulte de nuevo honorable. Lo cual viene a dar razón al postulado de la carta misma de que se llegará a un acuerdo de una manera u otra. Y es que más raros que tontos serían si no lo intentaran, cabe añadir, porque así se las ponían a Fernando VII, dicho sea en castizo.

Y porque al igual que en el bando ‘unionista’ no para de apelar al ‘sentido de estado’ cada martes y cada octubre y por cualquier quítame allá esas pajas, para de seguido llevar a matrimoniar a la fuerza a las parejas más inverosímiles y contra natura y a nada que Merkel, Obama, la banca, el mercado, el Vaticano o las eléctricas apenas lo insinúen, no es tampoco de descartar que ese mismo ‘sentido de estado’ lo posean los catalanes para el estado que pretenden ser y que sean igualmente capaces, en consecuencia, unos y otros, de llevar a matrimoniar igualmente cabras con búhos así como de asumir algunos ‘sacrificios ideológicos’ como esos que, por ejemplo, viene haciendo el PSOE, y estos sí con desparpajo verdadero, desde la Transición y sin faltar a ellos cada luna nueva, como los aztecas.

Y continúa el escrito con este ¡zasca! de doble vía:

Recordando la pregunta de la consulta/referéndum que la Generalitat llevó a cabo el pasado 9 de noviembre, por la que nuestro todavía President está imputado, las fuerzas del SÍ/SÍ han obtenido un 47,74 de los sufragios, las del SÍ/NO un 12,74, mientras que las del NO/NO que usted apoyaba han obtenido sólo el 26,43%. Si está usted interesado en saber qué piensa el 13,09% restante del electorado catalán, que no se ha pronunciado, aunque declara respetar el derecho a decidir, tendrá que venir a Catalunya y colocar unas urnas selladas por su Ministerio del Interior. Usted lo sabrá entonces, y nosotros también.

Desde luego, no se puede desplegar mayor armonía a la hora de dar patadas en la dentadura. Ni que fuera Messi con un bolígrafo. Porque es coz de doble y hasta triple trayectoria, por la imputación esa misma mañana del Molt Honorable President y porque primero recuerda el agravio del prohibido referéndum, para terminar con el despliegue de serísima cuchufleta de sugerir poner las urnas selladas por el Ministerio del Interior para desvelar el sentido de los votos restantes. No cabe mayor sarcasmo, pero, una vez más, no es gratuito y tiene sus causas, gusten o no.

Porque, frivolidades aparte, deja el párrafo todo el aroma y significado de lo que es la verdadera controversia entre el supuesto derecho a decidir y la efectiva juridicidad española sancionada en nuestra Constitución, hija putativa en definitiva de un régimen fascista e hijastra de la Transición, es decir, de lo que fue un intento de buena voluntad democrática, tras la muerte del dictador, pero suficientemente desleído por haber sido finalmente ensamblada, conjugada, firmada y votada la Carta Magna a la sombra de los fusiles en flor. Y con sus consecuencias, en razón de ello, del para tantos cada vez más insoportable déficit democrático, bien visible, por ejemplo, en la decisión tomada entonces sobre la forma de la jefatura del estado, o en la inexistencia en la ley de leyes, es decir, en la prohibición de hecho de articular mecanismos para que se puedan instar referéndums sobre cualquier cuestión propuestos por parte de un número x de ciudadanos, y no de sus ‘representantes’, hurtándole así a la población, en virtud de la Constitución, una buena parte de su soberanía o, en el mejor de los casos, secuestrándola para que negocien con ella, de nuevo, sus ‘representantes’, siempre adecuadamente muñidos en función de la ley electoral y de cuyo refinado buen hacer todos estamos suficientemente informados.

Y es que es altamente sensible este agravio ‘allá’ para la cuestión soberanista, pero ‘acá’, en el mundo unionista, no lo es poco igualmente para tantas otras cuestiones, porque el gobierno español sí tiene constitucionalmente reservado para sí el derecho a instar referéndums a su mejor discreción. Es decir, para aquello que le interesa, sí, pero para aquello que le interesa a toda o parte de su población, no, cuando resultara esto en algo que no fuera del interés de la parcialidad gubernamental de cada momento. Y tal manejo, claro, no es buena democracia, por malabares que quieran hacerse con el término. En Italia o en Suiza, sin tener que ir demasiado lejos, la proposición de una consulta, alcanzado un número de firmas determinado por según a cuál asunto se refiera la misma, y con la única limitación del cuando, que queda al arbitrio del gobierno de turno, pero siempre a resolverse dentro de unos plazos, lleva a que se celebren irremediablemente referendos populares cuyos resultados, además,  son vinculantes. No es pequeña la diferencia.

Y es un agravio igualmente para todos y una obvia expresión más de nuestro déficit democrático el que en estados como se les dice hoy, ‘de nuestro entorno’, aunque estén en las quimbambas, como Canadá, o en otros, como el Reino Unido o la antigua Checoslovaquia, hayan podido celebrarse referéndums de autodeterminación o de separación de sus territorios con el consentimiento más o menos pesaroso de sus ‘metrópolis’, pero sin que estas amenazaran con toda clase de represalias y con mandar a sus hipotéticas separadas partes al limbo donde vegetan Macedonia, el Transdniéster o Kosovo, por hablar sólo de Europa.

Pero aquí se apela única y exclusivamente a la ‘Ley’, sea esta de la época de Wamba o Alfonso X o esté la misma claramente inficionada por los usos de una dictadura fascista, y a otra cosa. Y después vendrá el rechinar de dientes y el quejarse de sedición y traiciones. Palabrería del siglo XIX y usos políticos de la misma época, pero a los que se llama modernos y segura miseria para el futuro de los divorciandos.

Y sigamos:

Le recuerdo que con una mayoría muy inferior, que no llega el 45%, usted se ha creído legitimado para desmantelar el estado del bienestar en España (y de paso en Catalunya) y jamás se ha parado a pensar que cerca de un 60% de los españoles no está de acuerdo con sus políticas austericidas, ni sus mordazas, ni sus leyes del siglo pasado, ni sus silencios ni connivencias con la corrupción. Entiendo que usted caiga en la tentación (apoyado por una caverna mediática a sueldo, que analiza resultados en función de lo que usted desea escuchar y no en base a la realidad), de intentar apropiarse de ese 13,9% de votos indeterminados. Sólo le recuerdo que ni uno sólo de esos votantes le quiere a usted de presidente y que muchos de ellos claman por ver a cientos de cargos corruptos de su partido juzgados y entre rejas. Descuide usted, que de nuestros corruptos nos vamos a ocupar nosotros como podrá ver en los próximos días.

Párrafo lleno de lugares comunes, pero donde salen bien a flote las causas más profundas del descontento y desencanto de una parte de la sociedad catalana, pero un descontento que es el mismo que a tantos embarga en el resto de España. Es el mal de las mayorías absolutas cuando estas no son administradas por buenos gobernantes, quienes, como los buenos taxistas o los buenos dentistas o los buenos cocineros, son siempre los menos, pero es un mal que nuestra torcida ley electoral administra a todos a partes iguales, al privilegiarlas. No se sabe muy bien por cuál enrevesado designio multitud de constituciones laminan a las minorías, pero sólo a según cuáles o, mejor dicho, se sabe perfectamente, pero eso excede con mucho el ámbito de estas líneas, aunque sea sin duda el asunto parte fundamental de la ecuación.

La ley electoral catalana es la misma y calcada de la ley española y prima a unos territorios sobre otros y hace que unos votas valgan, según cuál lugar, la tercera parte de otros y proporciona mayorías igualmente distorsionadas. Luego, las diferencias son pocas y, en este sentido, poco pueden reprocharse unos a otros pues, cada cual en su ámbito, siempre han sabido ‘unionistas’ como ‘independentistas’ imponer sus criterios con bastante poco respeto a otros grupos ideológicos de población de quienes sólo les separan, electoralmente hablando, escasos votantes.

Sin embargo, el punto final del párrafo sí es de toda enjundia: “Descuide usted, que de nuestros corruptos nos vamos a ocupar nosotros como podrá ver en los próximos días.” Vaya, nos encontramos por segunda vez ante una frase que vale por dos, o por tres. Definitivamente el pseudo-Junqueras disfruta esgrimiendo la pluma como un buen ajedrecista sus alfiles. Porque la amenaza es doble, para ‘sus corruptos', es decir, qué otros que los de Convergencia, pero, por contrarios, riéndose como las hienas de aquel que a sus corruptos les dice que ‘resistan’. Pero es que además manda un recado directo, o más bien una tarjeta de visita con invitación a la CUP para el baile de debutantes. —Nos vamos a ocupar de nuestros corruptos, ¿No es eso lo que queríais?— Y añadiendo que en los próximos días, no ad calendas graecas, nada menos. En fin, preciosísima caligrafia, pero del todo increíble. ¿Se imagina alguien a Junqueras, hoy, amenazando con procesar a Mas y a Pujol? Yo no, desde luego. Con no levantarles una estatua, ya irán más que mal despachados en cualquier futuro independentista.

Pero ahora sí llega la amenaza contra quien de verdad le interesa y preocupa:

Parecen ustedes, los inmovilistas, muy contentos de que la candidatura de Junts pel Sí, esté obligada por aritmética parlamentaria a negociar con la CUP la investidura de un presidente de consenso. Lo haremos, Sr. Rajoy. Elegiremos a un presidente que nos represente a todos, tenaz, con ideas claras y sin ningún miedo en el cuerpo. Dos datos electorales que no deben gustarle tanto son que su derecha estatal ha sido barrida por otro proyecto gemelo al suyo, pero más europeo, más democrático y menos nostálgico, y que esa derecha va a desarticular a la suya en todo el Estado. De momento tiene usted nueve políticos más en el paro, aunque sospecho que nunca los veremos en una cola del INEM. Tampoco creo que sonría ante el hecho de que las fuerzas derivadas del 15M, a las que usted ninguneó y retó a presentarse a las elecciones en lugar de protestar en las calles, han obtenido un 17,14%, duplicando holgadamente los resultados de su formación. Y que esas fuerzas, CUP y Catalunya sí que es pot, están formadas por personas demócratas y dialogantes que a mí personalmente me hacen ser mejor y más ambicioso, y a las que usted, por contra, jamás dejará de despreciar.

Realmente, aquí ya parece el ignoto autor un gato jugueteando a su mejor gusto con el ratón. No tiene aún el apócrifo hablante el poder que desea, pero no tiene poco y demuestra su seguridad en tener pronto mucho más, pero el que tiene lo administra como ya quisieran otros. Amenaza con negociar y pactar, evidentemente a cualquier precio, con la CUP. Como para no meter miedo a su adversario. Y le mienta de seguido la bicha, Ciutadans, con los que se permite hasta casi un piropo, a pesar de sus diferencias ideológicas con ellos, que bien podrían ser las mismas que con el PP, al tiempo que le asegura lo que cualquiera más que intuye a estas alturas, que el PP es un animal desangrado que está siendo devorado por su hijo, para finalmente rematar al bicho con un pellizco en los muñones, de nuevo, con el sangrante sarcasmo de que entre Podemos y sus conjuntos, y la CUP, a quienes desafió y ninguneó en su día, han obtenido el doble de votos que su partido en Cataluña.

No es que esto no lo sepa cualquiera, pues la debacle del PP en Cataluña es histórica, pero es la serena finura de expresión, el tono sin grandilocuencia, pero sin una sola concesión ni piedad y la sobriedad formal de todo ello lo que hacen al escrito más sangriento que una corrida de esas en las que al toro, después de lo que ya lleva la criatura, todavía haya que apuntillarlo cuatro veces. Una faena de las sobrias, en resumen, de esas que los que entienden de tales lides se hacen lenguas.

Y sigue un poco de sentimiento y una fina mano de populismo y besamanos a abuelas y caricias a niños cuando se expone la lista de las amenazas recibidas:

Además le hago llegar el sentimiento de la Nación Catalana. Usted ha perdido estrepitosamente en las urnas, a pesar de haber sido desleal con la sociedad catalana, pues usted ha amenazado con el hambre y la pobreza a nuestros abuelos, a nuestros agricultores, a nuestros funcionarios, a nuestros comerciantes, a nuestros desempleados, a nuestros enfermos, a nuestros niños. Y no contento, nos ha amenazado veladamente a todos con su ejército. Aun así, con todo ese miedo inoculado, nuestra sociedad le dice que se acabó. Un vaso es un vaso señor Rajoy. Y el suyo está vacío.

Y al discurso de la deslealtad catalana siempre emitido desde Madrid y bastante fundado porque, al igual que la historia de las ‘caricias’ de Madrid o de Castela a Cataluña es un historial de invasiones, hechos militares y prohibiciones que llenan enciclopedias, es también incuestionable la determinación de los órganos catalanes, desde la Edad Media, en aportar lo menos posible a la caja común y fuera esta la de una u otra dinastías, la de las dictaduras, las dictablandas, el franquismo o la democracia actual —como no dejan de ser igualmente ciertas las alianzas catalanas con cuanto enemigo de la ‘metrópoli’ convino, el francés, el inglés o el carlismo—, a ese eterno juego del tú más y tú lo mismo, le contrapone el autor la imagen de un presidente de España a su vez desleal por sus innegables amenazas. 

Porque es cierto que toda la campaña electoral ha estado caracterizada por una entera corte de amenazas desde Madrid, algunas tan burdas como el atribuir a terceros declaraciones que no se hicieron o traducir otras modificando su contenido. Actuaciones, en fin, no se sabe qué más, si propias de diletantes o de incapaces, y que son las que más cabrean en el trabajo de cada cual. Pase que hayan de mandarte, pero que te mande un incapaz y un malintencionado convierte hasta a las ovejas y a los pacientes en insumisos. Y tal es lo que está pasando, no otra cosa.

Igualmente, muchos pueden estar en su derecho de afirmar que Cataluña es desleal con España, no faltan argumentos para ello, pero es cierto también, en el sentido de lo ya expuesto, que lugares hay en el mundo moderno donde a parecidas cuestiones o discrepancias se les ha sabido buscar una salida no escorada exclusivamente hacia el lado del ‘no y siempre no’.

Esgrimir siempre las leyes existentes, pues no hay otras, cargadas de déficit democrático desde el momento de su concepción, en el sentido de lo expuesto arriba, y esgrimidas siempre como si fueran mazas, sin que nunca, ni una sola vez, se empleen con más larga visión y voluntad de inclusión como la racionalidad indica también que se podría actuar con las leyes mismas, es decir, considerándolas como los artefactos instrumentales que son, tan modificables y capaces de evolucionar según necesidad como cualquier otra herramienta —pues no son hoy los mismos los instrumentos de un quirófano que hace cincuenta o ciento cincuenta años, y los instrumentos jurídicos, tampoco—, es lo que exaspera y tuerce la lealtad de las poblaciones sometidas a cualquier conflicto, porque se las termina llevando a base de noes hacia esas actitudes que luego, desde el poder, se califican con tanto desprecio y amargura como desafección, desobediencia, insumisión...

Y vale esto igualmente para el independentismo como para los desahucios o las condenas a ladrones de verduras o a los de cuello blanco. No se matiza donde se debería y se le da demasiado peso al fuero cuando el verdadero problema, en demasiadas ocasiones, es el huevo, incurriendo en la permanente tentación de utilizar la ley como cortapisa cuando muy bien podría esta desempeñar el papel contrario, el de instrumento para armonizar e integrar, en lugar del habitual por estos pagos de cohibir y constreñir.

Y sigamos con otro párrafo, este igualmente informativo y programático que de nuevo concluye con un sarcasmo.

Mientras se niegue a poner a disposición de los ciudadanos catalanes las herramientas que la democracia prevé, tendrá usted que aceptar, le guste o no, quiera o no quiera, que su opción ha sido derrotada devastadoramente, y que el Parlament Català está gobernado por independentistas descontentos que tienen un mandato popular hacia la democracia, la libertad y la dignidad: esto es, hacia la independencia nacional. Quizás le suene extraña a usted la obligación que sentimos de cumplir nuestro programa electoral, dado que usted no ha tenido jamás la más remota intención de cumplir el suyo.

La conclusión se comenta sola, una vez más se trata de contraponer un comportamiento que se califica de democrático, el propio, a otro que que se ha convertido ya en lugar común de lo peor que se le achaca al PP, el sistemático incumplimiento de sus promesas electorales.

Sin embargo subsiste el problema de fondo, la pretensión de independencia catalana, que es a su vez el problema y la solución, según cada cual lo considere. Se diría que la cuestión está derivando hacia la típica situación médica en la cual un paciente que ha descuidado de manera sistemática los síntomas de su enfermedad se encuentra ahora en la necesidad de someterse a una amputación. Y, de un lado, no quiere, pues se sabrá inválido sin él, pero de otro la gangrena tira por su lado y no espera. Con una diferencia, naturalmente, la parte a separar no es carne muerta, sino un organismo vivo y autónomo que, a su vez, no desea morir del mismo mal, ese que nos amenaza a todos los demás.

Miguel Ángel Aguilar, uno de nuestros mejores periodistas y desde luego no un independentista, ha condensado la situación en lo que llamó Telegrama para Mariano Rajoy:

Señor Presidente del Gobierno y del Partido Popular, puede que en las urnas del domingo los catalanes hayan sido incapaces de apreciar el bien que se les hace desde el PP. Se barrunta que en las legislativas del 20 de diciembre sucedería lo mismo si su señoría encabezara las candidaturas. Por todas partes cunde el “Rajoy, no”, como en 1909 España entera se unió en el “Maura, no”. Entonces, el partido conservador hubo de buscar el relevo. Ahora veremos si los de Génova se atreven a sacrificar a un líder imposible. Se precisaría otra cara y otras maneras. Atentos.


Concluye el escrito de nuestro pseudo-Junqueras con el resumen, a su juicio, de la situación, más un exhorto final:

A partir de hoy sólo hablaremos con la sociedad catalana, a través de su parlamento electo. Tienen ustedes, entre su partido, en franca caída libre a la marginalidad, y sus aliados de Ciutadans, que paradójicamente los apoyan a la vez que los destruyen, 36 diputados que niegan cualquier posibilidad de diálogo y que representan el inmovilismo más ineficaz. A ellos los escucharemos con respeto, pues son representantes legítimos de nuestro pueblo. Pero no toleraremos más amenazas. Usted, Sr. Rajoy, está completamente deslegitimado en Catalunya y jamás permitiremos que nos vuelva a tratar como súbditos.

Si es cierto que usted cree que ha ganado las elecciones plebiscitarias al Parlament Català, y que la sociedad catalana no quiere iniciar un proceso de independencia, le emplazo a convocar un referéndum legal, definitivo y vinculante, en el que todos aceptemos los resultados. Sin lecturas torticeras, sin amenazas, sin coacciones, sin trampas, sin insultar a la democracia. Ninguna otra cosa nos detendrá, sino un mandato vinculante de la sociedad a la que representamos.

Y ese mandato lo vamos a cumplir. No tenga usted ninguna duda.

Oriol Junqueras
President d’Esquerra Republicana de Catalunya


La petición final es clara y firme y nada tiene de antidemocrática en apariencia. Se da a entender que la única vía para interrumpir el intento de secesión es que el pueblo catalán diga que no a la misma en un referéndum plenamente legal que tiene que convocar el Gobierno de Madrid. Me queda añadir que, sin duda, no es pedir poco, pero es pedir algo democráticamente y algo que igual puede decantarse por una u otra alternativa. Pero, legalidades aparte, parece, además, lo justo y ser algo que, de querer, un gobierno seguro de sí mismo y conciliador podría aceptar, conservando incluso muchas bazas para, finalmente hacer ganar a la postura unionista. Tal como ha ocurrido en el Reino Unido o Canadá, países a los cuales a casi nadie se le va a ocurrir tildar de poco democráticos.

De lo contrario, tal se puede colegir de la totalidad del texto, apócrifo o no, el proceso seguirá tirándose al monte hasta que se produzca el ‘hecho biológico’, algo a lo que podrían faltarle tres cortes de pelo, según vengan dadas, pero que se sigue queriendo contemplar por quienes tendrían la responsabilidad de intentar reconducirlo, desactivarlo o siquiera manejarlo, y sin acudir como ultima ratio, como de costumbre, a las divisiones acorazadas, tal como se contemplaba el final de Franco, hasta cuando él mismo y hasta algunos de sus hechuras fueron incluso capaces de alumbrar la idea de que su deceso se produciría algún día, asumiendo el riesgo de pensar y decir que no fuera inmortal y ver qué se pudiera intentar hacer entonces. Y lo que hicieron fue la Transición, mejor o peor, según gustos, pero hacer, resulta incuestionable que hicieron, y mucho. Estos no, estos parecen dar el fallecimiento por imposible. Así les irá.

Claro es, igualmente, que el coro del nacionalismo español grita unánime que, de no quedar otro remedio, ese referéndum sólo se debería celebrar votando en él todos los españoles. Es opinión muy extendida y que no dejo de escuchar por todas partes, desde las tabernas hasta en los medios más ecuánimes, fundamentada en que tal sería lo que la Constitución podría permitir en el mejor de los casos. A mí, sinceramente, me parece una idea asombrosa. Imaginemos a los británicos en su conjunto votando la independencia de Escocia o a todos los canadienses la de Quebec. Es trasladar el concepto de clava a urna, tal cual y sin matices, o jugar partidos de fútbol de once contra tres, señalando su exquisita equidad. Bestialidad pura, en fin, como tirar cabras por el campanario celebrándolo como una fiesta y enorgulleciéndose de ello. 

Por lo tanto, contestar a peticiones sin duda democráticas con absurdos como el del párrafo anterior es síntoma de desprecio por un lado, de malquerencia y de cobardía por otro y de incapacidad para estar en política más que gobernando con las viejas cañoneras y con las fuerzas del Ministerio del Interior. Se tiene la ley y se dice casi que se ha de morir por ella, pero es igualmente cierto que cualquier ley, queriendo, consensuando y dialogando se puede modificar para acomodar necesidades que, si no se satisfacen así, se acabarán resolviendo por las malas o por las peores.

¿Quieren tantos una España Una, Grande y Libre, como el viejo lema?, pues no es algo vergonzoso de pedir, desde luego, en particular el tercer adjetivo, pues inténtenlo entonces quienes están magníficamente pagados para ello, porque lo meridianamente claro es que parece que nadie hiciera nada para alcanzar tan patriótico deseo. Se encontraron a la muerte del dictador una España cosida a navajazos en lugar de con agujas, proclamaron y proclaman que es buena así, y no han querido ir cambiando con algo de mimo, cariño y buen hacer ninguna de esas feroces costuras o, mejor todavía, cicatrices, se avinieron a solo maquillarlas y a cambiar los nombres de las cosas, pero no sus sustancias, y así vamos llegando a donde llegaremos. Por lo que a mí respecta, considero que, si de traición se quiere hablar, que seguro que nos hartaremos de oírlo, tanto se puede considerar la traición por acción como la traición por omisión. Y de fautores de esta segunda, en España, que no en Cataluña, andan los hemiciclos llenos, desgraciadamente.

Para acabar, no soy un independentista catalán, soy un ciudadano del mundo y un europeísta, mal que me pese esta Europa como me pesa España –con Cataluña o sin ella–, igual de Mater dolorosa y madre y madrastra e invertebrada que la vio Ortega. Pero cien años después.

Vaya un portento de laborioso obrar para todo un siglo.

.


No hay comentarios:

Publicar un comentario