Circula
por las redes el texto de una supuesta carta abierta del Presidente
de Izquierda Republicana de Cataluña, Oriol Junqueras, al Presidente
del Gobierno de España, Mariano Rajoy, enviada con posterioridad a
las elecciones autonómicas catalanas de este pasado 27 de
septiembre. Oriol Junqueras ha desmentido su autoría en la mañana
del 29, pero no se ha abstenido de añadir que la carta contiene
numerosos puntos que subscribiría.
La
historia del texto apócrifo es notable. Apareció, creo, en la noche
del día 28 en el blog Eco republicano y una persona curiosa
de muchas cosas y buena amiga mía me lo indicó de inmediato,
enviándome el enlace. Entré a la página y, efectivamente, allí
estaba la carta citada con su supuesta autoría. La leí y me pareció
muy interesante y, además, para mi sorpresa, francamente bien
escrita. Los textos de los políticos resultan, por lo general,
enrevesados, desorganizados, caóticos, poco claros, llenos de
lugares comunes, pobres y malamente redactados. Los de mano propia
del político, salvo caso raro, gustan de deshonrar el idioma y de
ofender la razón y aquellos otros pergeñados por sus acólitos,
además de lo anterior, huelen a oficialismo barato y vicario, a
bisoñez intelectiva, a ignorancia histórica y a vagones de aquellos
de tercera clase de los de antaño, si trenes fueran, que es lo que
suelen parecer, por lo pesados, lentos y contaminantes.
Pero
en este caso, al margen de algunas exageraciones manifiestas,
siquiera la expresión es impecable, lo cual nunca es poco, además
de infrecuente, y el contenido, articulado, ordenado según razón
con antecedentes y consecuentes y con los sujetos, verbos y
predicados colocados en su debido lugar, lo cual, cuando acontece,
jamás deja de pasmarme, por lo inusual. Además, el escrito emana
auctoritas, pero de la antigua, y una seguridad imperial, de
aquella que no necesita amenazar a fuerza de visajes, gritos y
exabruptos o citar la ausencia de temblores de mano ni parecidas
coletillas sin sustancia para sonar a verdadero y para merecer ser
tenido en cuenta, manteniéndose al margen de palabrería y
prodigando consideraciones sobre las que poder debatir sin
sonrojarse. Lástima solo que, al parecer, no sea cierta la mano a la
que se le atribuyó.
Esto
al margen, lo cierto es que la misma persona que me avisó de la
aparición del texto, a eso de las dos de la madrugada me indicó
que el mismo había desaparecido. Y así era. Error 404 en la entrada
del blog y ni una explicación sobre el asunto. Una rápida búsqueda
por la red me llevó a convencerme de que había desaparecido de...
todas partes. Sólo dos o tres lugares citaban un par de párrafos.
–Vaya–, me dije, –un caído en la retaguardia y el cadáver sustraído y
enterrado en la cuneta, como de costumbre–. Pero tuve la buena suerte
de que, por debajo de mis siempre inacabables páginas abiertas, ahí
seguía en pantalla lo que antes había leído. Viejo avisado,
primero fui capturando pantallazos del Mac, no fuera qué... y
después –benditas siempre las memorias caché– pude hacerme con
todo el texto. Había llegado a tiempo.
Hoy,
tras enterarme del desmentido tan matizado de Junqueras, me ha picado
la curiosidad y he releído el texto con diferente atención. Y,
además de lo ya expresado arriba, he sacado algunas conclusiones. La
primera, que no parece texto de un catalanohablante, aunque
justificarlo me llevaría mucho más tiempo del que dispongo para el
asunto. La segunda, que es muy extraño el proceso en sí de
publicar, retirar y no explicar una palabra. Porque si alguien
medianamente serio publica algo, digamos que en buena fe, pero de
cuya autoría conoce a posteriori, no importa por cuál vía, que es
falsa, lo normal, en efecto, sería retirarlo, aunque en este caso
concreto no solo normal, sino del todo obligatorio hubiera sido el proporcionar además una explicación. Y no ha sido el caso. De hecho, en Eco
republicano,
sólo figura el error 404, sin más. Pueden curiosear el enlace, este:
El
periódico La
Vanguardia
se hace eco del desmentido, aunque no así del texto, pero calificándolo de
fake,
falso en román paladino, o apócrifo, pero añadiéndole, a su vez,
la bendición parcial de Oriol Junqueras, y esta ya sí verdadera, lo
cual ya, a poca pituitaria que se tenga, suena a entretenido juego de
esgrima y a materia para dar que pensar. Este es el link:
Así
que me cabe anotar para mi coleto que el asunto bien puede haber
sido, en efecto, una falsificación sin más que los responsables de
ese medio se han tragado entera, omitiendo después la elegancia de
una disculpa. Y no se puede tampoco descartar, por supuesto, que la
falsificación pudiera ser de elaboración propia, o de personas de
confianza de ese medio, aunque cabría preguntarse qué sentido
tendría elaborar un texto tan medido y cuidado, atribuirlo a un
tercero y retirarlo al poco, aun antes del desmentido, pues la
materia no parece precisamente asunto para bromas.
Me
cabe igualmente la duda razonable de que se haya tratado de un globo
sonda para estudio de rozamientos, fricciones y reacciones, de
autoría atribuible a prácticamente cualquiera, sin excluir al
apócrifo o sus hechuras y con fines que tampoco resultan del todo
difíciles de imaginar. Sin embargo, sin embargo... el texto tiene un
tufo tan a creíble, a verdadero que me voy a dar el trabajo —pero
el gusto— de glosarlo párrafo por párrafo, porque contiene un
excelente resumen del estado de la cuestión del soberanismo catalán
—y de la interpretación del resultado electoral por parte de
quienes lo sostienen— y siendo que al hilo de todo ello bien se
pueden hacer consideraciones de mucha actualidad.
Doy
comienzo, pues.
CARTA
ABIERTA A MARIANO RAJOY, por Oriol Junqueras
(Esta
autoría, insisto, ha sido desmentida por el señor Junqueras)
“Sr.
Presidente del Gobierno del Estado Español:
Ante
los inequívocos resultados de las Eleccions al Parlament Català en
las que las fuerzas políticas soberanistas hemos obtenido una
mayoría holgada para gobernar de 72 diputados, le comunico que la
hoja de ruta catalana hacia un proceso de independencia está más
legitimada que nunca y va a ser ejecutada paso por paso, habida
cuenta de que ése es el mandato impuesto democráticamente por la
sociedad catalana.”
Recio
comienzo, sin duda, pues el ignoto autor se atribuye sin más
matices, incluido el término de ‘inequívocos’ para los
resultados, los 10 escaños logrados por la CUP, arrimándolos con
seguridad y buen desparpajo a su propio e insuficiente resultado,
para sus fines, de 62 escaños. Pero es que es este guarismo
precisamente el que desde la noche electoral agita y enturbia el
sueño de unionistas y secesionistas, por darles un nombre, y porque
ese ‘desparpajo‘ que le atribuyo no es, sin embargo, del todo una
boutade. No lo es porque sin duda la CUP no es una
formación unionista y, en consecuencia, resulta razonable suponer
que más tirará hacia su naturaleza, el independentismo, que hacia
la posición contraria.
Y
porque, de momento, parece que ese movimiento o suma sólo quedaría
en suspenso por la conocida postura de la CUP hacia Artur Mas,
de quien no quiere saber nada en razón de los tremendos episodios de
corrupción en Convergencia, su partido. Y un segundo
impedimento, o primero, como se prefiera, es el postulado de dicha
CUP, sin duda democrático, de que la independencia sólo
podría declararse tras un resultado plebiscitario que sumara más
del 50% de los votos. Como este no se ha dado, la CUP afirma
actuar en consecuencia.
Pero
conviene destacar que entre el optimismo del pseudo-Junqueras y la
realidad de la matemática electoral sólo se interpone este
llamémoslo ‘purismo’ de la CUP. Pero el purismo en
política dura lo que cualquiera sabe, máxime considerado el valor
de la puesta. Porque ante lo que está en juego, para ellos lo más
sagrado, bien cabe suponer que se sentarán a negociar y debatir
sobre cómo partir las diferencias, que le diría un payo a un gitano
regateando la compra de un chisme en el Rastro, es decir, que se
avengan los unos a admitir que el mal olor de Artur Mas no existe
desodorante que lo encubra, y ceder Junts pel Sí, por lo
tanto, en lo del nombre de su candidato, siquiera nominal y
temporalmente, como ya ha ocurrido de hecho para la confección de la
propia lista electoral y llevarse así a la CUP al himeneo
independentista, accediendo esta a cerrar un ojo sobre ese pequeño
detalle del 50%.
Y ya esta mañana mismo, sin haberme dado tiempo ni a acabar el artículo, la CUP ha avanzado una propuesta un tanto atrabiliaria, la formación de
una especie de tetrarquía para presidir la Generalitat, de la
cual ni siquiera se excluiría al señor Mas. Bastaría pues con
blanquearlo a un 75% y diluirlo entre otros pares a un 25% para que resulte de nuevo honorable. Lo cual viene a dar razón al postulado de la
carta misma de que se llegará a un acuerdo de una manera u otra. Y es que más
raros que tontos serían si no lo intentaran, cabe añadir, porque
así se las ponían a Fernando VII, dicho sea en castizo.
Y
porque al igual que en el bando ‘unionista’ no para de apelar al ‘sentido de estado’ cada martes y cada octubre y por cualquier
quítame allá esas pajas, para de seguido llevar a matrimoniar a la
fuerza a las parejas más inverosímiles y contra natura y a nada que
Merkel, Obama, la banca, el mercado, el Vaticano o las eléctricas
apenas lo insinúen, no es tampoco de descartar que ese mismo
‘sentido de estado’ lo posean los catalanes para el estado que
pretenden ser y que sean igualmente capaces, en consecuencia, unos y otros, de llevar a matrimoniar igualmente cabras con búhos así como de asumir algunos
‘sacrificios ideológicos’ como esos que, por ejemplo, viene
haciendo el PSOE, y estos sí con desparpajo verdadero, desde la
Transición y sin faltar a ellos cada luna nueva, como los aztecas.
Y
continúa el escrito con este ¡zasca! de doble vía:
Recordando
la pregunta de la consulta/referéndum que la Generalitat llevó a
cabo el pasado 9 de noviembre, por la que nuestro todavía President
está imputado, las fuerzas del SÍ/SÍ han obtenido un 47,74 de los
sufragios, las del SÍ/NO un 12,74, mientras que las del NO/NO que
usted apoyaba han obtenido sólo el 26,43%. Si está usted interesado
en saber qué piensa el 13,09% restante del electorado catalán, que
no se ha pronunciado, aunque declara respetar el derecho a decidir,
tendrá que venir a Catalunya y colocar unas urnas selladas por su
Ministerio del Interior. Usted lo sabrá entonces, y nosotros
también.
Desde
luego, no se puede desplegar mayor armonía a la hora de dar patadas
en la dentadura. Ni que fuera Messi con un bolígrafo. Porque es coz
de doble y hasta triple trayectoria, por la imputación esa misma mañana del Molt
Honorable President y porque primero recuerda el agravio del
prohibido referéndum, para terminar con el despliegue de serísima
cuchufleta de sugerir poner las urnas selladas por el Ministerio del
Interior para desvelar el sentido de los votos restantes. No cabe
mayor sarcasmo, pero, una vez más, no es gratuito y tiene sus
causas, gusten o no.
Porque,
frivolidades aparte, deja el párrafo todo el aroma y significado de
lo que es la verdadera controversia entre el supuesto derecho a
decidir y la efectiva juridicidad española sancionada en nuestra
Constitución, hija putativa en definitiva de un régimen fascista e
hijastra de la Transición, es decir, de lo que fue un intento de
buena voluntad democrática, tras la muerte del dictador, pero
suficientemente desleído por haber sido finalmente ensamblada,
conjugada, firmada y votada la Carta Magna a la sombra de los fusiles en flor. Y con
sus consecuencias, en razón de ello, del para tantos cada vez más insoportable
déficit democrático, bien visible, por ejemplo, en la decisión tomada entonces sobre la forma de la jefatura del estado, o en la inexistencia en la
ley de leyes, es decir, en la prohibición de hecho de articular
mecanismos para que se puedan instar referéndums sobre cualquier
cuestión propuestos por parte de un número x de ciudadanos, y no de
sus ‘representantes’, hurtándole así a la población, en virtud de la Constitución, una buena
parte de su soberanía o, en el mejor de los casos, secuestrándola
para que negocien con ella, de nuevo, sus ‘representantes’, siempre adecuadamente muñidos en función de la ley electoral y de
cuyo refinado buen hacer todos estamos suficientemente informados.
Y
es que es altamente sensible este agravio ‘allá’ para la
cuestión soberanista, pero ‘acá’, en el mundo unionista, no lo
es poco igualmente para tantas otras cuestiones, porque el gobierno
español sí tiene constitucionalmente reservado para sí el derecho
a instar referéndums a su mejor discreción. Es decir, para aquello
que le interesa, sí, pero para aquello que le interesa a toda o
parte de su población, no, cuando resultara esto en algo que no fuera del
interés de la parcialidad gubernamental de cada momento. Y tal manejo,
claro, no es buena democracia, por malabares que quieran hacerse con
el término. En Italia o en Suiza, sin tener que ir demasiado lejos,
la proposición de una consulta, alcanzado un número de firmas
determinado por según a cuál asunto se refiera la misma, y con la
única limitación del cuando, que queda al arbitrio del gobierno de
turno, pero siempre a resolverse dentro de unos plazos, lleva a que se celebren irremediablemente referendos populares cuyos resultados, además, son vinculantes. No es pequeña la diferencia.
Y
es un agravio igualmente para todos y una obvia expresión más de nuestro déficit
democrático el que en estados como se les dice hoy, ‘de nuestro
entorno’, aunque estén en las quimbambas, como Canadá, o en
otros, como el Reino Unido o la antigua Checoslovaquia, hayan podido celebrarse
referéndums de autodeterminación o de separación de sus
territorios con el consentimiento más o menos pesaroso de sus
‘metrópolis’, pero sin que estas amenazaran con toda clase de
represalias y con mandar a sus hipotéticas separadas partes al limbo
donde vegetan Macedonia, el Transdniéster o Kosovo, por hablar sólo
de Europa.
Pero
aquí se apela única y exclusivamente a la ‘Ley’, sea esta de la
época de Wamba o Alfonso X o esté la misma claramente inficionada por los
usos de una dictadura fascista, y a otra cosa. Y después vendrá el
rechinar de dientes y el quejarse de sedición y traiciones.
Palabrería del siglo XIX y usos políticos de la misma época, pero
a los que se llama modernos y segura miseria para el futuro de los
divorciandos.
Y
sigamos:
Le
recuerdo que con una mayoría muy inferior, que no llega el 45%,
usted se ha creído legitimado para desmantelar el estado del
bienestar en España (y de paso en Catalunya) y jamás se ha parado a
pensar que cerca de un 60% de los españoles no está de acuerdo con
sus políticas austericidas, ni sus mordazas, ni sus leyes del siglo
pasado, ni sus silencios ni connivencias con la corrupción. Entiendo
que usted caiga en la tentación (apoyado por una caverna mediática
a sueldo, que analiza resultados en función de lo que usted desea
escuchar y no en base a la realidad), de intentar apropiarse de ese
13,9% de votos indeterminados. Sólo le recuerdo que ni uno sólo de
esos votantes le quiere a usted de presidente y que muchos de ellos
claman por ver a cientos de cargos corruptos de su partido juzgados y
entre rejas. Descuide usted, que de nuestros corruptos nos vamos a
ocupar nosotros como podrá ver en los próximos días.
Párrafo
lleno de lugares comunes, pero donde salen bien a flote las causas
más profundas del descontento y desencanto de una parte de la
sociedad catalana, pero un descontento que es el mismo que a tantos
embarga en el resto de España. Es el mal de las mayorías absolutas
cuando estas no son administradas por buenos gobernantes, quienes,
como los buenos taxistas o los buenos dentistas o los buenos
cocineros, son siempre los menos, pero es un mal que nuestra torcida
ley electoral administra a todos a partes iguales, al privilegiarlas.
No se sabe muy bien por cuál enrevesado designio multitud de
constituciones laminan a las minorías, pero sólo a según cuáles
o, mejor dicho, se sabe perfectamente, pero eso excede con mucho el
ámbito de estas líneas, aunque sea sin duda el asunto parte
fundamental de la ecuación.
La
ley electoral catalana es la misma y calcada de la ley española y
prima a unos territorios sobre otros y hace que unos votas valgan,
según cuál lugar, la tercera parte de otros y proporciona mayorías
igualmente distorsionadas. Luego, las diferencias son pocas y, en
este sentido, poco pueden reprocharse unos a otros pues, cada cual en
su ámbito, siempre han sabido ‘unionistas’ como
‘independentistas’ imponer sus criterios con bastante poco
respeto a otros grupos ideológicos de población de quienes sólo
les separan, electoralmente hablando, escasos votantes.
Sin
embargo, el punto final del párrafo sí es de toda enjundia:
“Descuide usted, que de nuestros corruptos nos vamos a ocupar
nosotros como podrá ver en los próximos días.” Vaya, nos
encontramos por segunda vez ante una frase que vale por dos, o por
tres. Definitivamente el pseudo-Junqueras disfruta esgrimiendo la
pluma como un buen ajedrecista sus alfiles. Porque la amenaza es
doble, para ‘sus corruptos', es decir, qué otros que los de
Convergencia, pero, por contrarios, riéndose como las hienas
de aquel que a sus corruptos les dice que ‘resistan’. Pero es que
además manda un recado directo, o más bien una tarjeta de visita
con invitación a la CUP para el baile de debutantes. —Nos
vamos a ocupar de nuestros corruptos, ¿No es eso lo que queríais?—
Y añadiendo que en los próximos días, no ad calendas graecas,
nada menos. En fin, preciosísima caligrafia, pero del todo
increíble. ¿Se imagina alguien a Junqueras, hoy, amenazando con
procesar a Mas y a Pujol? Yo no, desde luego. Con no levantarles una
estatua, ya irán más que mal despachados en cualquier futuro
independentista.
Pero
ahora sí llega la amenaza contra quien de verdad le interesa y preocupa:
Parecen
ustedes, los inmovilistas, muy contentos de que la candidatura de
Junts pel Sí, esté obligada por aritmética parlamentaria a
negociar con la CUP la investidura de un presidente de consenso. Lo
haremos, Sr. Rajoy. Elegiremos a un presidente que nos represente a
todos, tenaz, con ideas claras y sin ningún miedo en el cuerpo. Dos
datos electorales que no deben gustarle tanto son que su derecha
estatal ha sido barrida por otro proyecto gemelo al suyo, pero más
europeo, más democrático y menos nostálgico, y que esa derecha va
a desarticular a la suya en todo el Estado. De momento tiene usted
nueve políticos más en el paro, aunque sospecho que nunca los
veremos en una cola del INEM. Tampoco creo que sonría ante el hecho
de que las fuerzas derivadas del 15M, a las que usted ninguneó y
retó a presentarse a las elecciones en lugar de protestar en las
calles, han obtenido un 17,14%, duplicando holgadamente los
resultados de su formación. Y que esas fuerzas, CUP y Catalunya sí
que es pot, están formadas por personas demócratas y dialogantes
que a mí personalmente me hacen ser mejor y más ambicioso, y a las
que usted, por contra, jamás dejará de despreciar.
Realmente,
aquí ya parece el ignoto autor un gato jugueteando a su mejor gusto con el ratón.
No tiene aún el apócrifo hablante el poder que desea, pero no tiene poco y demuestra su seguridad en tener pronto mucho más, pero el que tiene lo
administra como ya quisieran otros. Amenaza con negociar y pactar,
evidentemente a cualquier precio, con la CUP. Como para no
meter miedo a su adversario. Y le mienta de seguido la bicha,
Ciutadans, con los que se permite hasta casi un piropo, a
pesar de sus diferencias ideológicas con ellos, que bien podrían
ser las mismas que con el PP, al tiempo que le asegura lo que
cualquiera más que intuye a estas alturas, que el PP es un animal
desangrado que está siendo devorado por su hijo, para finalmente
rematar al bicho con un pellizco en los muñones, de nuevo, con el
sangrante sarcasmo de que entre Podemos y sus conjuntos, y la
CUP, a quienes desafió y ninguneó en su día, han obtenido
el doble de votos que su partido en Cataluña.
No
es que esto no lo sepa cualquiera, pues la debacle del PP en Cataluña es histórica, pero es la serena finura de
expresión, el tono sin grandilocuencia, pero sin una sola concesión
ni piedad y la sobriedad formal de todo ello lo que hacen al escrito
más sangriento que una corrida de esas en las que al toro, después
de lo que ya lleva la criatura, todavía haya que apuntillarlo cuatro
veces. Una faena de las sobrias, en resumen, de esas que los que
entienden de tales lides se hacen lenguas.
Y
sigue un poco de sentimiento y una fina mano de populismo y besamanos
a abuelas y caricias a niños cuando se expone la lista de las
amenazas recibidas:
Además
le hago llegar el sentimiento de la Nación Catalana. Usted ha
perdido estrepitosamente en las urnas, a pesar de haber sido desleal
con la sociedad catalana, pues usted ha amenazado con el hambre y la
pobreza a nuestros abuelos, a nuestros agricultores, a nuestros
funcionarios, a nuestros comerciantes, a nuestros desempleados, a
nuestros enfermos, a nuestros niños. Y no contento, nos ha amenazado
veladamente a todos con su ejército. Aun así, con todo ese miedo
inoculado, nuestra sociedad le dice que se acabó. Un vaso es un vaso
señor Rajoy. Y el suyo está vacío.
Y al discurso de la deslealtad catalana siempre emitido desde Madrid y bastante fundado porque, al igual que la historia de las ‘caricias’ de Madrid o de Castela a Cataluña es un historial de invasiones, hechos militares y prohibiciones que llenan enciclopedias, es también incuestionable la determinación de los órganos catalanes, desde la Edad Media, en aportar lo menos posible a la caja común y fuera esta la de una u otra dinastías, la de las dictaduras, las dictablandas, el franquismo o la democracia actual —como no dejan de ser igualmente ciertas las alianzas catalanas con cuanto enemigo de la ‘metrópoli’ convino, el francés, el inglés o el carlismo—, a ese eterno juego del tú más y tú lo mismo, le contrapone el autor la imagen de un presidente de España a su vez desleal por sus innegables amenazas.
Porque es
cierto que toda la campaña electoral ha estado caracterizada por una
entera corte de amenazas desde Madrid, algunas tan burdas como el
atribuir a terceros declaraciones que no se hicieron o traducir otras
modificando su contenido. Actuaciones, en fin, no se sabe qué más,
si propias de diletantes o de incapaces, y que son las que más
cabrean en el trabajo de cada cual. Pase que hayan de mandarte, pero
que te mande un incapaz y un malintencionado convierte hasta a las
ovejas y a los pacientes en insumisos. Y tal es lo que está pasando,
no otra cosa.
Igualmente, muchos pueden estar en su derecho de afirmar que Cataluña es desleal con
España, no faltan argumentos para ello, pero es cierto también, en
el sentido de lo ya expuesto, que lugares hay en el mundo moderno
donde a parecidas cuestiones o discrepancias se les ha sabido buscar
una salida no escorada exclusivamente hacia el lado del ‘no y
siempre no’.
Esgrimir
siempre las leyes existentes, pues no hay otras, cargadas de déficit democrático desde el momento de su concepción, en el sentido de lo expuesto arriba, y esgrimidas siempre como si fueran mazas, sin que nunca, ni una sola vez, se empleen con más larga visión y voluntad de inclusión como la
racionalidad indica también que se podría actuar con las leyes mismas, es
decir, considerándolas como los artefactos instrumentales que son,
tan modificables y capaces de evolucionar según necesidad como
cualquier otra herramienta —pues no son hoy los mismos los instrumentos de
un quirófano que hace cincuenta o ciento cincuenta años, y los
instrumentos jurídicos, tampoco—, es lo que exaspera y tuerce la
lealtad de las poblaciones sometidas a cualquier conflicto, porque se
las termina llevando a base de noes hacia esas actitudes que luego,
desde el poder, se califican con tanto desprecio y amargura como desafección,
desobediencia, insumisión...
Y
vale esto igualmente para el independentismo como para los desahucios
o las condenas a ladrones de verduras o a los de cuello blanco. No se
matiza donde se debería y se le da demasiado peso al fuero cuando el
verdadero problema, en demasiadas ocasiones, es el huevo, incurriendo
en la permanente tentación de utilizar la ley como cortapisa cuando muy bien podría esta desempeñar el papel contrario, el de instrumento
para armonizar e integrar, en lugar del habitual por estos pagos de
cohibir y constreñir.
Y
sigamos con otro párrafo, este igualmente informativo y programático
que de nuevo concluye con un sarcasmo.
Mientras
se niegue a poner a disposición de los ciudadanos catalanes las
herramientas que la democracia prevé, tendrá usted que aceptar, le
guste o no, quiera o no quiera, que su opción ha sido derrotada
devastadoramente, y que el Parlament Català está gobernado por
independentistas descontentos que tienen un mandato popular hacia la
democracia, la libertad y la dignidad: esto es, hacia la
independencia nacional. Quizás le suene extraña a usted la
obligación que sentimos de cumplir nuestro programa electoral, dado
que usted no ha tenido jamás la más remota intención de cumplir el
suyo.
La
conclusión se comenta sola, una vez más se trata de contraponer un
comportamiento que se califica de democrático, el propio, a otro que
que se ha convertido ya en lugar común de lo peor que se le achaca
al PP, el sistemático incumplimiento de sus promesas
electorales.
Sin
embargo subsiste el problema de fondo, la pretensión de
independencia catalana, que es a su vez el problema y la solución,
según cada cual lo considere. Se diría que la cuestión está
derivando hacia la típica situación médica en la cual un paciente
que ha descuidado de manera sistemática los síntomas de su
enfermedad se encuentra ahora en la necesidad de someterse a una amputación. Y, de un lado, no quiere, pues se sabrá inválido sin
él, pero de otro la gangrena tira por su lado y no espera. Con una
diferencia, naturalmente, la parte a separar no es carne muerta, sino
un organismo vivo y autónomo que, a su vez, no desea morir del mismo
mal, ese que nos amenaza a todos los demás.
Miguel
Ángel Aguilar, uno de nuestros mejores periodistas y desde luego no
un independentista, ha condensado la situación en lo que llamó
Telegrama para Mariano Rajoy:
Señor
Presidente del Gobierno y del Partido Popular, puede que en las urnas
del domingo los catalanes hayan sido incapaces de apreciar el bien
que se les hace desde el PP. Se barrunta que en las legislativas del
20 de diciembre sucedería lo mismo si su señoría encabezara las
candidaturas. Por todas partes cunde el “Rajoy, no”, como en 1909
España entera se unió en el “Maura, no”. Entonces, el partido
conservador hubo de buscar el relevo. Ahora veremos si los de Génova
se atreven a sacrificar a un líder imposible. Se precisaría otra
cara y otras maneras. Atentos.
Concluye
el escrito de nuestro pseudo-Junqueras con el resumen, a su juicio, de la situación, más un exhorto final:
A
partir de hoy sólo hablaremos con la sociedad catalana, a través de
su parlamento electo. Tienen ustedes, entre su partido, en franca
caída libre a la marginalidad, y sus aliados de Ciutadans, que
paradójicamente los apoyan a la vez que los destruyen, 36 diputados
que niegan cualquier posibilidad de diálogo y que representan el
inmovilismo más ineficaz. A ellos los escucharemos con respeto, pues
son representantes legítimos de nuestro pueblo. Pero no toleraremos
más amenazas. Usted, Sr. Rajoy, está completamente deslegitimado en
Catalunya y jamás permitiremos que nos vuelva a tratar como
súbditos.
Si
es cierto que usted cree que ha ganado las elecciones plebiscitarias
al Parlament Català, y que la sociedad catalana no quiere iniciar un
proceso de independencia, le emplazo a convocar un referéndum legal,
definitivo y vinculante, en el que todos aceptemos los resultados.
Sin lecturas torticeras, sin amenazas, sin coacciones, sin trampas,
sin insultar a la democracia. Ninguna otra cosa nos detendrá, sino
un mandato vinculante de la sociedad a la que representamos.
Y
ese mandato lo vamos a cumplir. No tenga usted ninguna duda.
Oriol
Junqueras
President
d’Esquerra Republicana de Catalunya
La
petición final es clara y firme y nada tiene de antidemocrática en apariencia. Se da a entender que la única vía para
interrumpir el intento de secesión es que el pueblo catalán diga
que no a la misma en un referéndum plenamente legal que tiene que
convocar el Gobierno de Madrid. Me queda añadir que, sin duda, no es pedir poco, pero es pedir algo democráticamente y algo que igual puede decantarse por una u otra alternativa. Pero, legalidades aparte, parece, además, lo justo y ser algo que, de querer, un gobierno seguro de sí mismo y conciliador podría aceptar, conservando incluso muchas bazas para, finalmente hacer ganar a la postura unionista. Tal como ha ocurrido en el Reino Unido o Canadá, países a los cuales a casi nadie se le va a ocurrir tildar de poco democráticos.
De lo contrario, tal se puede colegir
de la totalidad del texto, apócrifo o no, el proceso seguirá tirándose al monte
hasta que se produzca el ‘hecho biológico’, algo a lo que podrían faltarle tres cortes de pelo, según vengan dadas, pero que se sigue queriendo contemplar por
quienes tendrían la responsabilidad de intentar reconducirlo, desactivarlo o siquiera manejarlo, y sin
acudir como ultima ratio, como de costumbre, a las divisiones
acorazadas, tal como se contemplaba el final de Franco, hasta cuando él mismo y hasta
algunos de sus hechuras fueron incluso capaces de alumbrar la idea de
que su deceso se produciría algún día, asumiendo el riesgo de
pensar y decir que no fuera inmortal y ver qué se pudiera intentar hacer entonces. Y lo que hicieron fue la Transición, mejor o peor, según gustos, pero hacer, resulta incuestionable que hicieron, y mucho. Estos no, estos parecen dar el
fallecimiento por imposible. Así les irá.
Claro
es, igualmente, que el coro del nacionalismo español grita unánime
que, de no quedar otro remedio, ese referéndum sólo se debería
celebrar votando en él todos los españoles. Es opinión muy
extendida y que no dejo de escuchar por todas partes, desde las
tabernas hasta en los medios más ecuánimes, fundamentada en que tal
sería lo que la Constitución podría permitir en el mejor de los
casos. A mí, sinceramente, me parece una idea asombrosa. Imaginemos
a los británicos en su conjunto votando la independencia de Escocia
o a todos los canadienses la de Quebec. Es trasladar el concepto de clava a urna, tal cual y sin matices, o jugar partidos de fútbol de once contra tres, señalando su exquisita equidad. Bestialidad pura, en fin, como tirar cabras por el campanario celebrándolo como una fiesta y enorgulleciéndose de ello.
Por lo tanto, contestar
a peticiones sin duda democráticas con absurdos como el del párrafo anterior es síntoma de
desprecio por un lado, de malquerencia y de cobardía por otro y de incapacidad para
estar en política más que gobernando con las viejas cañoneras y
con las fuerzas del Ministerio del Interior. Se tiene la ley y se
dice casi que se ha de morir por ella, pero es igualmente cierto que
cualquier ley, queriendo, consensuando y dialogando se puede
modificar para acomodar necesidades que, si no se satisfacen así, se
acabarán resolviendo por las malas o por las peores.
¿Quieren
tantos una España Una, Grande y Libre, como el viejo lema?, pues no es algo vergonzoso de pedir, desde luego, en particular el tercer adjetivo, pues inténtenlo entonces quienes están magníficamente pagados para ello, porque lo meridianamente claro es que
parece que nadie hiciera nada para alcanzar tan patriótico deseo. Se
encontraron a la muerte del dictador una España cosida a navajazos
en lugar de con agujas, proclamaron y proclaman que es buena así, y
no han querido ir cambiando con algo de mimo, cariño y buen hacer
ninguna de esas feroces costuras o, mejor todavía, cicatrices, se avinieron a solo maquillarlas y a cambiar los nombres de las cosas, pero no sus sustancias, y
así vamos llegando a donde llegaremos. Por lo que a mí respecta,
considero que, si de traición se quiere hablar, que seguro que nos
hartaremos de oírlo, tanto se puede considerar la traición por
acción como la traición por omisión. Y de fautores de esta
segunda, en España, que no en Cataluña, andan los hemiciclos
llenos, desgraciadamente.
Para
acabar, no soy un independentista catalán, soy un ciudadano del
mundo y un europeísta, mal que me pese esta Europa como me pesa
España –con Cataluña o sin ella–, igual de Mater dolorosa y madre y madrastra e invertebrada que la
vio Ortega. Pero cien años después.
Vaya un portento de laborioso
obrar para todo un siglo.
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