viernes, 28 de septiembre de 2007

Vendrán más años malos... y los decretarán mejores.

Ferlosianas (con timidez y con perdón).

Vendrán más años malos... y los decretarán mejores.

Pensamiento mágico. Esopilantísimo oxímoron.

Plantas desoladoras. Esas que se ven en tantas rotondas de calles y carreteras, plantadas a golpe de alcaldada de turno antes de los urnazos y luego abandonadas allí a su suerte por los servicios municipales. Pasto de alimañas y al cabo meaderos improvisados para la población marginal. ¡Ay, tristes árboles neonatos y ya cadáveres y esqueletos tempranos! Bien, pues seguro que con todo ello se puede montar una campaña de sensibilización, y gracias a un bien concertado ruido mediático pillar incluso una subvención, o siquiera algo de cacho, no me vengan Ustedes a decir que no.

El efecto del nudo de mariposa. El que desencadenan los diplomáticos en cualesquiera satrapía, khanato, cacicazgo, ínsula o sultanato alejados, merced a la insoportable aunque siempre bien conjuntada levedad de sus pajaritas.

La estulticia es fuente de sustanciales satisfacciones morales y económicas para sus cultivadores y por lo tanto es unánime y justamente envidiada por todos, pero no vayan a creer que tal virtud quede al alcance de cualquiera, que se pueda improvisar así como así, de la noche a la mañana, con rapidez de trilero, como por arte de birlibirloque o que se manifieste y tome cuerpo gratuitamente ex nihilo. Vean si no a Doña Victoria de Beckham, por señalarles a alguien casi al azar, con sus ya muchos años de implacable, incansable, impecable, intachable, esforzada, persistente, limpísima, profesional y primerísima ejecutoria en el ramo.

Hay que ver la de tonterías que le hacen decir a la pobre naturaleza, que muda y silenciosa, nunca ha hecho otra cosa que proseguir imperturbable dándole al manubrio de su maquina picadora de pruebas y errores, veterano vaporcito lacustre, putuf, putuf, putuf... tocando siempre la flauta por casualidad y dedicada solamente a su exitosísima empresa de acopios y demoliciones.

Insiste el común en que al final de los túneles se atisba una luz. Y bien atinado se nos muestra –como suele– el saber popular, pues en efecto los bombillos existen y no señalan otra cosa que la tapia que los ciega.

A las viejas verdades les ocurre lo previsible. Que la gente desdeña mucho más lo primero de cuanto aprecia lo segundo.

¡Tiempos aquéllos en los que en su hambre podía mandar cada cual!

No hay que preocuparse tanto por la barbarie, la pobre, que siempre ha sabido ella encontrar su buen acomodo y la manera mejor de expresarse y de sobrevivir incluso en los ambientes más hostiles y ajenos.

Fosas comunes ¡Qué bestialidad!, como si aún quedara algún indocumentado que ignorara que las fosas privadas estarán siempre mejor gestionadas.

Mucho cuidado con las venganzas imaginarias. Las represalias serán reales.

Chicas de calendario, inmejorable compañía. Sí, pero antes o después te entran unas ganas tremendas de clavarlas a la pared.

Las leyes, incluso las beneficiosas, se confeccionan mejor por la espalda.

El peor enemigo de los buenos negocios es buscarles mejoras. Y es que esas flautas dulcísimas raramente suenan dos veces.

Pocos están a salvo de su pequeño punto de frivolidad. Tampoco los intelectuales más conspicuos y las mentes más sólidas, como tal vez sea el caso de la popular y respetada biólogo Doña Ana Obregón, y ello sólo por ejemplificar, así a vuelapluma.

Lo que antes fueron estadistas ahora difícilmente nos llegan ni a estadísticos, más que nada por la intrínseca dificultad del manejo de las cuatro reglas, todavía hoy en día del todo imprescindibles para extraer medias, anticipar modas, entender medianas y barruntar tónicas.


* * *


Hoy ha muerto Marcel Marceau. Espero que en su funeral se haya mantenido un respetuoso minuto de ruido (Margarita Borrero).

De las cosas serias, como todo el mundo sabe, se ocupan los duendes (Mauro Caffaratto).

Para manejarse con la parte intelectual del capitalismo bien conviene una inteligencia de bolsillo.

Hasta la empresa más de chichinabo te garantiza hoy en día, sellada y por escrito, la elevadísima calidad de sus desperfectos.

Cuando oigan hablar de la correcta administración del tiempo libre es que pretenden dos cosas. Quitárselo y a continuación cobrarles por ello.

La ventaja de gozar de una mala memoria es que se disfruta de muchas más primeras veces.

Leyes orgánicas. Pues eso, como el chiste... ¡Organización!

El mal gusto conduce al crimen (Stendhal).

Sí que existe algo seguro, la incertidumbre.

No hay esperanza más sólida que la que proporciona una buena mentira.

Los hechos son cosas estúpidas (Facts are stupid things. Ronald Reagan).

Políticos. Uno nunca sabe cómo hacer para facilitarles el acceso a una poltrona bien confortable que les rompa el culo.

En cuestiones de dar compasión hay algunos desdichados que se nos extralimitan.

Dad de comer al hambriento. ...¿Y cuál sería el mérito? Más de destacar me parece lograr seguir empapuzando inacabablemente al saciado.

Para disfrutar de un hambre sana y equilibrada lo mejor es soñar con alimentos variados.

A la calidad –de toda la vida– o le sobra o le falta una talla.

Progreso. Parece ser que en lo sucesivo podrán los más necesitados inmolarse con bioetanol, pues a Dios plugo, en su Divina Misericordia, que salga algo más arreglado de precio que la gasolina.

Los gobiernos debieran de poner oficinas de objetivos perdidos. Y siquiera de vez en cuando visitarlas.

Sadomasoquismo. Sexo de pega.

Televisores. Modernas cartillas de racionamiento mental.

Eslóganes. “El once ocho once lo hace por tí”. Bueno, pues por una tarifa relativamente moderada podría ser un descanso en ocasiones, pero a saber que opinen los cónyuges, por lo general tan suyos...

No es acomodamiento, es pluralismo moral.

A ciertas edades ya no apetece correr riesgos. A lo sumo pasearlos.

1 comentario:

  1. psicoanalista de blogs30 de septiembre de 2007, 17:23

    "Pensamiento mágico. Esopilantísimo oxímoron" (A. Caffaratto)


    Esopilantísimo oxímoron el pensamiento pensamiento que tanto te genuflexa.
    ¡Fanáticos pensamenteros, Dios mío!

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