jueves, 16 de junio de 2011

Que los insaculen a todos

De antiguo, el sorteo por antonomasia era el de los mozos de quintas. Excluidos los que podían estudiar y los librados por pago, como se instituyó el asunto al principio, los había que salían librados de cupo, los menos afortunados que se destinaban acá y acullá a barrer eriales, a hacer de mozos de cuadra o de comedor, según sus suertes, a criados de generales y de sus muy dignas señoras de ellos, las generalas, y los desdichados que dejaban sus huesas en el África ardiente o en los paraísos tropicales de colonias, donde si nos lo mataba el mar o su coronel, los mataban el rancho, el dengue o los aborígenes, por lo general sediciosos.

Más modernamente, el sorteo atribuye al afortunado la titularidad de una vivienda de construcción pública, previo paso por caja de la entidad privada con cuyo dinero se haya levantado la misma.

En ambos casos, el sorteo afectaba y afecta a la simple infantería social, los de a pie, para entendernos. Pero mirado por donde se mire, sortear es asunto que distribuye la suerte buena y mala de manera bastante igualitaria en todas aquellas situaciones en las que discriminar objetivamente méritos mediante baremos, juicios  y currículos es asunto casi imposible. Así que se efectúa una primera criba de los aspirantes admitiendo sólo a los que acreditan los mejores títulos de merecimiento, se pasan estos por acristalado bombo y se acabó el asunto. El uno tiene su casa y el otro a seguir soñando. El uno casi se convierte en padre de la Patria, el otro sigue de sobrino segundo.

Y bien podría postularse un tratamiento parecido para este engarbullamiento de lo judicial que padecemos en estos momentos. Paralizados los altísimos tribunales superiores por bajísimas maniobras políticas y por normativas que habría que suponer bienintencionadas, pero que a la hora de la verdad en lo único que resultan es en inoperantes, y siendo imprescindible sin embargo que estos realicen su trabajo, no parecería del todo descabellado que efectuadas las cribas de méritos de todo el aspirantazgo, y una vez postuladas y elegidas por cada parcialidad las eminencias a candidar y, constatadas finalmente una vez, dos, tres, cuatro... la incapacidad de alcanzar acuerdos para nombrar a Fulano y Mengana con preferencia sobre Zutano, o viceversa, para los cargos a proveer, se acudiera de forma automática y reglada en plazos y forma a sortear las disputadas canonjías sin más, y a trabajar, y ya, excelencias.

Pero, además, y siendo que las decisiones en sí que toman a su vez los dichos habilitados, una semana una, la siguiente su contraria, al mes otra distinta, con los mismos antecedentes, y el año que viene la que toque, todas ellas sobre el mismo asunto, y que bien parecen fruto del dejar rodar un simple dado o de tímida extracción por mano párvula e inocente, bien se podía decidir tomar tales decisiones igualmente por el mismo procedimiento de apelar a ojo vendado, y mediando jornada festiva, incluso, y para civil jolgorio, ahorrándonos en virtud de ello la provisión de infinidad de cargos cuyo trabajo, a la hora de la verdad, o mejor dicho, los resultados del mismo, en poco vienen a diferir de cualquier proceso random, o ya, y en peor castellano, a la obra de la simple chiripa, esa sí, universal y atrabiliaria proveedora de hechos.

Porque si las más sagradas cosas que atañen a la racionalidad de los hombres, a su entenderse como acreedores de derecho en este digno plató del mundo, como bien podrían ser la victoria de un campeonato nacional de Liga, el evitar el descenso a segunda división o el dirimir entre sucesivos empates el tercer clasificado de un grupo de clasificación del Mundial; si tales cuestiones que tanto inciden en el bien común y que atañen a la felicidad e infelicidad de centenares de millones de seres humanos, pueden decidirse por sorteo o por el lanzamiento de una moneda al aire, poco se entiende que en comunidades bien menores de personas, el decidir sobre el derecho o no a la eutanasia o al aborto, o sobre la entrega, en calidad de despojo, de un ciudadano a su banco, o sobre la exculpación o no de un ladrón en función exclusiva de sus altas amistades, no se puedan llevar a cabo mediante procedimientos parecidos.

Si, además, en tantas cuestiones se manifiestan posiciones sociales divididas casi siempre en dos partes razonablemente iguales, pero opuestas, las que se decantan por el sí y el no, pues el matiz intermedio poco cuenta y menos vota, no sería del todo descabellado lanzar los dados y dar así satisfacción unas veces a unas, otras a otras, sin nadie finalmente a quien demonizar –pero tampoco pagar– por ello y obteniendo distribuciones de contentos y de enfados que a la larga, y por simple construcción matemática, acabarían resultando significativamente similares. Esto sin olvidar el bien todavía mayor que se podría obtener con el rédito de las apuestas, amorosa e inteligentemente encauzadas.

Demás que nos ahorraríamos la inquina de las imposiciones y el trágala que yo mando, y así en lugar de tener que desgranando y graznando envenenado el común todos esos inacabables mantras democráticos de –váyase Usted señor Perengano, váyase usted señora Zutana–, y una vez que se lograra que asumieran éstos el cargo nada más que por inapelable decisión de bola blanca o negra, con el consiguiente ahorro de sufragios, cámaras, cabildos y senados, armónicamente se agavillaría en cambio la población ante los santuarios de su preferencia, finalmente una, grande, libre, Juancarolina y salmodiando: –Váyase usted ya, señora diosa Fortuna–. Y acudiendo de inmediato otra lozana al quite.

Que lo insaculen todo pues, que los insaculen a todos, que en poco o nada se iba a notar diferencia, pero sí grandemente el ahorro y el general contento. Y ruede la rueda y gire la noria, como en la hermosa canción de Javier Krahe.

1 comentario:

  1. ¡¡¡ Eso, eso, señor Caffaratto, que introduzcan los nombres de sus eminencias y las disputadas canonjías de sus señorías in sacculo y que los insaculen bien insaculados per saecula saeculorum !!! Y ahora mismo me lo llevo al ágora del 15 M de mi pueblo como propuesta de providencias ulteriores. Pero no me sinonimie el señor camino aleatorio o random walks con chiripa, porque sepa usted, a quien, no los movimientos y ni digo los brownianos, sino los engarbullamientos de lo judicial, le han secado los sesos, que el movimiento de un agujero negro supermasivo en el núcleo de una galaxia es... browniano, no una chiripa cualquiera. Qué le parece, ¿eh?:-)

    Ahora bien, ¿le digo con toda franqueza lo que en realidad más me gustaría? Que una sola de esas obtusas eminencias fuera capaz, no ya de comerle el posteo entero, que es asaz pedir, pero que le picoteara algo de ello y que después lo diseminara por todo ese secarral que es el poder judicial, a modo de rogativa de profuso y continuado chaparrón milagrero. Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva, los pajarillos cantan, las nubes se levantan, que sí, que no ... que les caiga la bendición de este chaparrón: ¡Que los insaculen, por Dios, que los insaculen y que queden bien insaculados por la gracia de este posteo! Amén, Jesús.

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