jueves, 29 de mayo de 2008

Tala, enladrilla y corre

Mantra-jaculatoria. Tala, enladrilla y corre.

Ese tiburón que comen tiburán que caza tiburén que preda tiburún que se atraca de tiburines. Y el que esté libre de hambre que no se coma la primera piedra.

Anotaciones para un breviario abreviado. Lo contrario del todo no es la nada sino todo lo contrario.

A las partes es mejor no preguntarles por el todo, acaban siempre por asegurar que las ningunea.

Para oradores agresivos. Un puñetazo vale más que mil insultos.
Versión rosa, con lazo y rebozadita de arrope: Una caricia vale más que mil palabras.

Voy alcanzando esa edad en la que el ánima se va predisponiendo ya menos al leer y más a un desleer responsable y constructivo.

Atunes. En la actualidad al interior de la red de las almadrabas sólo podemos acceder por invitación y pagando las tasas y los derechos correspondientes para poder ser masacrados con arpones neumáticos, –incomparablemente más eficaces que los antiguos–, pues por las experiencias extremas y los chutes de adrenalina parece justo tener que pagar lo que valen.

Tengo una fe ciega en la lógica ¡Ay Jesús qué despropósito!

Paracienciólogos. Sigmundo Fraud.

La salud intelectual se adquiere sólo en las bibliotecas. Es largo y es duro, es verdad, pero más dolorosa todavía es la progresiva acumulación en el gimnasio de sobredosis de ácido láctico en los abductores.

Cualquier otro es un espejo donde nos veremos mejores o peores según la calidad de su azogue.

Desnudar y adornar la palabra, desnudar y adornar... La poesía entendida como estilismo del lenguaje. Pero dentro habría de haber un cuerpo. No basta sólo con el modisto.

La rigidez moral requiere llevar clavados sólidos puntales y vigas en el intelecto.

Las cosas también se pueden arreglar a martillazos, pues es factible ser más sutiles, acerté a escuchar como le comentaba el otro día un cazabombardero a otro cazabombardero en medio de un fuerte estrépito de civiles rotos.

Desconfía de tanto testigo único de su siglo. La historia nos cuelga de sogas mucho más largas.

La fealdad es un error de sintaxis. (Umberto Eco).

La medicina preventiva es esa ciencia entrometida que te impide disfrutar de los beneficios y las alegrías de una curación progresiva.

¡Dichosos los muertos! ¡Y tres veces desdichados aquellos que, llenos de locura, engendran! ¡Dichosos los castos! ¡Dichosos los estériles! ¡Dichosos incluso aquellos que prefieren la lujuria a la fecundidad! Pues ahora los onanistas y sodomitas son menos culpables que los padres y las madres de familia, porque los primeros se destruirán a sí mismos y los segundos destruirán el mundo, a fuerza de multiplicar las bocas inútiles (Albert Caraco). Y se queda uno así, con los brazos colgando y la boca entreabierta como pez, sin saber si rascarse la cabeza, si caer de rodillas arrobado, o cabizbajo o anonadado, si buscar un sitio donde poderse esconder junto a la propia nulidad, si buscar una cuerda con horror y eficacia suficientes, si mendigar un sueño reparador...

La miseria debe de ser toda esta nada de bolsillo.

No cabe postizo peor que un sinónimo imperfecto.

Tiempos éstos, en que hablas de épica, te dan la razón y además te contestan amistosos y casi cómplices: –¡Goooool!–

No se va y se viene de la nada así como si nada.

De últimas y a fuerza de palo, de escobazo y de atarlas bien cortas y apretando, las palabras acaban por obedecerle a uno e ir a donde y como se les diga, pero cuesta años de tener que ponerles cara de vinagre y de ordenarles más de cien veces al día y con el vozarrón éste de puro ogro que se me ha ido quedando: ¡Sit!, ¡Plass! ¡Fuss! y ¡Ahí quietas!; me guste o no a mí y les guste o no a ellas, y encima siempre con los bolsillos pringosos de azucarillos, por si fueran a quererme dar una alegría y hubiera yo de verme en la de tener que corresponderles, a las muy perras…

Verosímil, término éste, que sin saber muy bien por qué, siempre me andaba dando un tufillo sospechoso. Hasta que descubrí que bastaba con darle la vuelta con la espumadera en la sartén esa renegría de freír vocablos que cada cual tiene en su casa para encontrarse con un maloliente similvero chisporroteando al fuego, una cosa así como similcuero; lo cual ya permite ver de sobra la pasta sucedánea de la que está hecho el torticero guiso, al cual ya da lo mismo quererlo rectificar con unas gotas de plausible, un espolvoreado de oportuno o un chorrito de razonable, que el pestazo de azufre no se lo arregla nadie. Y es que a las palabras no se les puede quitar el ojo ni apartar el oído y aún menos alejarles la nariz un sólo instante, que a la que les das la espalda, te la hacen.

Se reúnen a trabajar en equipo, ¡Ay, Santa Teresita de Lisieux!, alumbran no se sabe muy bien el qué, aunque tienda con frecuencia a tratarse de algo que atente contra nuestros bolsillos, y al dichoso proceso lo llaman brain storming (léase breinestormin, pero con un hielo gordo dentro de la boca, para mejor remedar el acento de Norzqueirolaina y disimular el de Zamarramala), lo cual libremente traducido vendría a significar “tormento de ideas”, pues ya se sabe que los gringos se tienen sus jaleos a la hora de manejarse con la propiedad adecuada dentro de ese puchero tenebroso de nuestros géneros, y que si el tormenta, y que si la tormento, y que si lo tormenta. Vamos, que é como pa’ darle ansina con toa la mano vuerta, no me dirán que no.

Si los pesimistas estuviéramos tan bien informados como gustan de atribuirnos no seríamos pesimistas, seríamos suicidas. Razón de más para insistir en solicitar mejor calidad de la información, no sea que se acabe uno dejando pasar oportunidades inmejorables de abrirse las venas.

Y con respecto a la idea del suicidio siempre cabe solicitar una segunda opinión: Lucio Anneo Seneca, Vicente Van Gogh, Ernesto Hemingway, César Pavese, Arturo Koestler... Consulta gratuita.

Dios es el estorbo del hombre moderno (Nicolás Gómez Dávila). Así, con toda aquella su terrible aunque reaccionaria hondura (él mismo gustaba de llamarse así) nos lo dejó dicho don Nicolás desde su dolor y su espanto. Pero se puede efectuar una lectura contraria de la frase, haciendo así un escolio del escolio mismo y considerar lo planteado por positivo y desde la practicidad de que los estorbos más vale eliminarlos y punto, lo cual tampoco sería quisicosa, desde luego. Así pues lo dicho permanece imperturbablemente igual y para los restos pero guarda en su entraña bifronte dos significados opuestos, como mínimo, lo que nos viene a dejar como malestar la nunca nueva pero siempre irritante constatación de la inconsistencia del lenguaje, en cuyo seno, y en ausencia de otro contexto, a menudo viene a ocurrir que la misma frase significa una cosa y su contraria sin ser menester alteración alguna de lo expresado y dejando así de paso con su profesoral culo al aire a cualquiera que se tome el atrevimiento de pontificar sin saber la que le espera o hasta incluso conociéndolo.
Y no por sabido deja de tener el asunto su punto de doloroso, pues deja trasparentar una realidad que desasosiega reconocer, la de que para nada la palabra es tan apta para desempeñar esa función de ayuda al mutuo entendimiento que tan piadosamente y con tanto ahínco se pretende asignarle una y otra vez, con seguramente mucha mejor voluntad que consistencia. En cuestiones de exactitud el lenguaje nunca dio para mucho, y así es aunque así no os lo parezca, y la cosa no tiene arreglo ni siquiera en mano de quienes con mayor precisión y pasión se entregan a cultivarlo, que además son precisamente los únicos capacitados para horrorizarse con todos sus particulares recovecos, qué vamos a hacerle.

4 comentarios:

  1. Al menos de entre los últimos, este es mi "posteo" preferido -los demás que se maten a preferencias-, pero haría un par de observaciones:

    Una. En el anterior, el autor, dice que se ha casado y, al redactar la crónica del evento, parece que se lo tomara a guasa. Ajá, muy bien: pues sepas que el matrimonio, sus mieles, son de una obviedad casi molesta que se te lee entre líneas ahora. ¡Pero, hooombre..!

    Otra (de extensiones). ¿Se ha vuelto más locuaz Alberto, sus reflexiones son más complejas, se regocija con nuestros nihilismos y futilezas (desconozco si ha sío bendecía la sutileza esta mía) o nos toma por idiotas y nos desmigaja como a peces la mercancía? ¡Ah!

    apática precoz anónima

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  2. "Tengo una fe ciega en la lógica ¡Ay Jesús qué despropósito!". Caffarato.

    ¿En qué quedamos?


    serranilla del montón

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  3. "De últimas y a fuerza de palo, de escobazo y de atarlas bien cortas y apretando, las palabras... a las muy perras ..."

    Leedla pero entera, esta talla, este paso, esta austeridad de imaginería castellana, esta sobriedad y disciplina tanta. Pero, ¿qué este desfallecimiento de fuerzas, Jesús del Gran Poder, este desmayo, este nublamiento, esta dulce llovizna? ¿Es esto morirse herido de autoría virtual?

    nazarenico

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  4. He alzado, o bajado la vista, depende de cómo se lea, y me tropecé con ese "Dios es el estorbo del hombre moderno (Nicolás Gómez Dávila).." escoliado por el bloguero, un pan inglés bien cocido, digo el escolio.

    Menuda tormenta reflexiva la suya, para tormento nuestro, al querer empezar con Dios como estorbo, pasando por estorbos fuera, y solo para aterrizar en lo de la inconsistencia del lenguaje y con claro afán de desvelarnos. Y, ¿por qué se le trabucaron las lenguas? Pues por haberle dado cancha a un tipo como Gómez Dávila, al que solo los teutones pudieron tomar en serio, y teniendo el autor para dársela a un Erasmo de Rotterdam, por ejemplo, que no solo fue hijo ilegítimo, bastante más al alcance de sus manos destripadoras.

    Escoliomío: ¿Qué hace en un país como este un tipo como Caffaratto? No sé; así que, hala, hala, vayamos todos a la Feria del Libro a que nos firme algo.

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