¡Ale Hoop! ¡Ole tu madre, Vergara! Triple mortal con tirabuzón. Y en la caída, ni una arruga en el traje, ni un bolígrafo saliendo disparado del bolsillo y la corbata, a plomo y en su sitio. Maravilloso.
Pero ocurre que, además, o en consecuencia, me ha acudido una imagen, al tiempo que me pregunto si la Autoridad podrá detenernos también por nuestras imágenes interiores, estilo Cifuentes, Corcuera o Ley Mordaza, de esas que tan sabiamente ayudan a los jueces a distinguir entre lo bueno, lo malo y lo peor, que sin duda no es aquello que hacemos, sino lo que pensamos. La imagen se me iba agrandando y agrandando... y sí, lo juro, he visto a Rouco Varela detrás de una pancarta y del brazo con Julio Rodríguez, Ramón Espinar, Monedero y la Infanta Cristina... Y eso ya sí que no. Se me han cuarteado las telarañas de la razón y no sé si hoy podré escribir algo coherente. Y es que no me dejan, porque miren ustedes...
Según los forenses al mando, a Rita Barberá, resulta que, tras documentado examen, pues no la matamos la recua de asesinos que hablábamos mal de sus bolsos y bolos. Qué va... Murió de cirrosis, según el autorizado informe, y a ver qué hacemos nosotros ahora, que ya estábamos arrepintiéndonos y en pleno acto de contrición por nuestra vomitiva maldad, como Alfonso Hernando nos había solicitado. –Es que la habéis llamado fea, gorda y mandona, incluso algunos mandona, pero con g, y eso, comprenderéis, no pudo sino afectarle muy negativamente... Pobre mujer.
Ya, pero ¿y la cirrosis? Si no bebía, como Francisco Rico jamás ha fumado... Si lo sabe todo el mundo. Entonces, ¿hay una explicación para esto? Pues claro. Sin necesidad de esperar a que nos ilustren al respecto Alfonso Hernando o María Dolores de Cospedal, ya se la adelanto yo.
La explicación anda en las naranjas. Es de todos sabido que el exceso de naranjas es pésimo para el hígado. Vitamina C, sí, mucha, y dicen que buena para el resfriado, pero esa valerosa mujer, sacrificándose en el desempeño de su cargo y para promocionar la naranja, producto estelar de su comunidad, ¿cuántas naranjas hubo de tomarse por obligación, le gustaran o no, antes, después y con cada ingesta? ¿90.000, 150.000 en cuarenta años? Naranjas como otros se toman chupitos o vodka o ginebra.
Pero es que dónde van ir a parar los perjuicios de una naranja cinco estrellas, de esas de 800 gramos la pieza, relucientes como el sol de Levante y del tamaño de la cabeza de un recién nacido, con los de un triste chupito. Esas bolas de ácido tiene que arrasar por fuerza cualquier hígado. Así que, las tenía que regalar la pobre, como si intuyera el daño que le estaban haciendo. No somos nadie, don Alfonso, y qué torcida e injusta es la existencia. Mire, si no, al señor Miguel Ángel Revilla, Virrey de Cantabria, con sus anchoas. Él mismo, que desparrama anchoas como naranjas la finada, ya tiene cara de anchoa y, visto lo visto, y con los estragos que provoca la sal, yo le recomendaría que se mirara la tensión. O, mejor, sugiéraselo usted mismo, que tiene más autoridad.
Pero es que siguen sin dejar que me aclare. Es una conjura de los sabios, seguro. Vislumbro en un recuadrito diminuto, en prensa de cuarta categoría, que Manuela Carmena ha disminuido este año la deuda del Ayuntamiento de Madrid en otros 500 millones, igual que el año pasado. Pues menuda bagatela, una bazofia, evidentemente, y a quién iba a poder interesarle esa chorrada en la prensa seria, nada que haya que destacar comparado con los pavorosos hechos de los titiriteros, que nadie entendemos cómo no salieron a por lo menos tres columnas en el Washington Post, ya que aquí salían a seis desde El País hasta la Hoja de los Martes de Vitigudino. Vaya nadie a entender nada.
Y lo de Podemos. Configuran dos listas diferentes para su congreso y tan inverosímil excentricidad, al parecer, constituye un auténtico manifiesto antidemocrático, porque, hojeando la prensa, hasta al más indocumentado y desinteresado le quedará más que claro que se trata de una pelea a navajazos, de una carnicería oriental, de una muestra de la avidez más infecta por el poder, de una discrepancia interna destructiva, de una falta de seriedad y de respeto por sus votantes, de una tomadura de pelo para todos esos estalinistas de carril único y manos manchadas de sangre, de cal viva, de huesos en las cunetas y de dinero negro que militan en ese partido, y resultando además evidente que no se trata más que de la despiadada pelea a dentelladas entre sanguinarios machos alfa. Porque está claro que donde aparezca un macho alfa como Íñigo Errejón, ya se puede ir apartando cualquier Porfirio Rubirosa, cualquier Casanova, cualquier Enrique VIII... o incluso un Álvarez Cascos.
Y ya me gustaría preguntarle a Albert Rivera, o a esa maravillosa pintura parlante, como de los Madrazo, que es Inés Arimadas, por ver si lograran esclarecerme en algo: Pero vamos a ver, ¿lo democrático no era hacer elecciones y primarias en la guardería, en el insti, en la asamblea de la facu y en el currelo para elegir al liberado, y en el partido, para escoger al amo? ¿Y no es eso lo que precisamente ustedes le exigen a cualquier otro partido para decidir si se ajuntan o no se ajuntan con él? Y entonces, ahora que esos satanes y judas, establecen sus primarias o sus listas al congreso, ¿resulta, que en la opinión omnia, urbi et orbi, totalitaria y universal de nuestras libérrimas e independentísimas prensa y televisión, tal cosa es el síntoma definitivo de su división incurable y de su escasa fe democrática? Pero no parece saberlo nadie, ni aun menos contestan. O será que yo no me entero.
Por suerte, parece que sí me queda algo más clara, en cambio, la exquisita democracia interna que se respira en el venturoso día a día del PSOE, donde la marujona que quiere mandar, y manda, dice que no dice ni que sí ni que no, sino todo lo contrario, y que ya veremos, y que bueno, pues que, si eso... ya os cuento, al paso que la echan de Cádiz casi que a escobazos. Feliz y hermanado partido donde, en dulce y amistosa conversación, se catapultó a su secretario general a las oscuras fosas de la militancia de base, democráticas donde las haya, y desde donde presenta su candidatura para que se la validen, se lo agradezcan y lo elijan aquellos que, con la delicadeza almibarada que se usa en estos casos, le levantaron el rabo con dos dedos, como de antiguo se le hacía a los perros, al tiempo que le aplicaban declarativa y coral patada en los mismísimos.
Y vaya y pase con que en estos tiempos confusos y ligeros ya no se estile cortarle las orejas al líder caído antes de colgarlo de una cuerda de violonchelo para después mear sobre sus cenizas todo el Comité Central y toda la Gestora, pero que este, desde su condición de ángel arrojado a las tinieblas, venga a reclamar su perdido trono de los cielos, las moquetas y las puertas giratorias con sus deslumbrantes bronces y sus incomparables sobres, ya deja ver la finura intelectual y la honda visión de futuro que caracterizan al personaje.
Porque de Aznar podrá decirse cuanto se quiera, o de Zapatero o de González, pero a ninguno de ellos todavía, al margen de cuanto les guste opinar, molestar y, en mejor castellano, dar por saco cada vez que les cuadra o se lo pide el cuerpo, se le ha venido a ocurrir todavía el volver a postularse a mandocantano al mismo coro de colegas que les señalara educadamente la salida.
Pero, en fin, el que no se consuela es porque no quiere. Porque yo, ya ven, del PP, en cambio, sí que lo entiendo todo y, sobre eso, no tengo nada que preguntarme ni de qué asombrarme, y no sabe nadie, después de los quince paralogismos con los que hay que desayunarse cada mañana, el sosiego y la seguridad intelectual que eso me produce.
El PP es la coherencia, la continuidad en la oferta y en el cumplimiento de sus designios más notable de todos los vistos y habidos desde que falleciera Felipe II. Ni el Conde-Duque de Olivares resultó menos flexible. Son un rocoso monolito ideológico, ríase nadie de la Contrarreforma, que no ha girado un solo grado hacia otra dirección desde que Franco se alzara sobre sus pierninas y, más tarde, ungiera a Fraga, aunque, bien mirado, mejor desde que Isabel de Trastámara se pusiera a juntar reinos propios y ajenos a horca y garrote y al margen de la opinión de cada uno de ellos. Y de cuyos polvos llevamos cinco siglos disfrutando de estos lodos. Pero es evidente, eso sí, que son comunistas, por la sencilla razón, además, de que ya no lo es nadie, y dejar un nicho ecológico sin explotar no es cosa que vaya a permitir ningún guardián de la caja, ni de la A ni de la B. Por eso, después de todo, no creo que el PP vaya a abandonar el comunismo, a pesar del chiste. ¿Imagina nadie a Bárcenas o a Mayor Oreja abandonando el comunismo? Yo no soy capaz, lo reconozco.
Y si hablamos de lo tocante a mantenerse en el poder, don Mariano no ha hecho en su vida ni una sola cosa mal, logro del todo comparable a los de Pedro Sánchez en su negocio... quién podría dudarlo. Tiene la paciencia de Buda y la tenacidad oriental de Deng Xiaoping. Sale de una marea negra con la camisa más blanca que en un anuncio de Vanish Gold, sale de la contabilidad extracontable y a modo de simulación con más arte que si fuera un agente triple de la KGB retratado por John Le Carré, sale de una burbuja inmobiliaria más limpio y perfumado que de una pompa de jabón, y sale de un Trillo, una Mato, un Fernández Díaz, un Wert o una Aguirre y Gil de Biedma, ¡ahí es nada! –por citar desfalcos morales verdaderamente mayores y de los que uno solo de ellos hubiera enterrado a la Merkel, a Obama o al Kaiser austrohúngaro mismo– con más donosura, desapego, despreocupación y descuido que si viniera de acariciar las cabecitas de un coro de pubillas de aquellos de la Sección Femenina que le acabaran de cantar un homenaje y entregado un ramo de flores y una ristra de ajos de nuestra ubérrima Tierra de Campos.
Y camina sobre su pasillo rodante de cabezas cortadas de propios y ajenos con la exquisita distancia y sacralidad de un zar y con más estilo que una top model, moviendo las canillas con la ligereza de un zancudo. Ha barajado con el temple de un tahúr del Mississippi –este sí, y no otros que se llevaron la fama– las cartas con las caras de los que tenía que decapitar de inmediato, los que convenía decapitar un año después y los que se decapitaban por sí solos, como el simpático Gallardón, y que, asombrosamente, nunca faltan, y todo ello con la frialdad, oficio y manejo del serrucho de un viejo cirujano de campaña de las guerras napoleónicas y con el mismo y evidente cargo de conciencia que pueda mostrar cualquier campesino con los cochinos de su matanza.
Y aún hay propios y ajenos que le niegan categoría política. Pero es más tenaz y completo que todos los héroes de su panoplia ideológica y moral, más eficaz que Carolina Marín con sus gritos de grajo, más duradero, inexpugnable y seguro que Rafa Nadal, mejor escalador de rampas imposibles que Perico Delgado, mejor defensor de su aro que los Gasol Brothers, y mejor administrador de punterazos certeros que Cristiano Ronaldo y Lionel Messi juntos.
Así que, allá los que le nieguen la categoría. Les ganará al ajedrez, al parchís, a los chinos, al tute y a las apuestas. Como lo piquen, le quita la cartera a Monipodio y la honra al Alcalde de Zalamea que, además, le darán las gracias emocionados. Y si hablamos de actores, el mejor del reino, y si de escapistas, más que Houdini y, si de esgrimidores, que se quite Alatriste. Y allá de los que quieran reírse de él, porque antes pasarán a formar parte de los ingredientes de su caldito de por las noches, cuando analiza el estado del partido. De fútbol, bien se comprende.