El problema no es el hambre, que lo es.
El problema no es la ruina, que lo es.
El problema no es el de los desahucios, que lo es.
El problema no es la quiebra de la vida de millones de personas, que lo es.
El problema no es el de una generación perdida, que lo es.
El problema no es el paro, que lo es.
El problema no es la reforma laboral, que lo es.
El problema no es que las mujeres tengan que parir sus primeros hijos a los cuarenta años, que lo es.
El problema no es el abandono del concepto de servicio público, que lo es.
El problema no es el timo de la libertad de comercio, que lo es.
El problema no es el atraco a mano armada de la deslocalización, que lo es.
El problema no es el desfalco de la desregulación del sistema financiero, que lo es.
El problema no es el expolio de los bienes de todos que supuso la privatización de banca pública, que lo es.
El problema no es la sangría del ladrillazo, que lo es.
El problema no es el desvalijamiento del futuro que supone la inacción estólida y culpable frente a los problemas ambientales, que lo es.
El problema no es el hurto consentido y mensual de las hipotecas variables, que lo es.
El problema no es el saqueo de las primas de riesgo, de los bonos, del precio del rescate (o del chantaje), de los diferenciales, de las calificaciones AAA, de los mercados..., que lo es.
El problema no es el delito de la dejación irresponsable y criminal de la soberanía en manos de asociaciones de mercaderes apandadores —como la UE—, que lo es.
El problema no es el despojo de derechos que supone la rebajas de las pensiones, que lo es.
El problema no es la privación de servicios ya cobrados por la privatización del sistema sanitario, que lo es.
El problema no es el retajamiento de los gastos educativos —hambre para hoy, e ignorancia y mierda para mañana—, que lo es.
El problema no es la estafa de la ley electoral, que lo es.
El problema no es la concusión para enajenar propiedades públicas entregándolas a privados beneficiarios, que lo es.
El problema no es el despojo sistemático de los fondos de las comunidades autónomas por delicuentes perfectamente identificados, pero impunes, que lo es.
El problema no es el garduñeo de los trajes, ni el pecoreo de las reuniones en la gasolinera ni la expilación del porelbalonmanoconsorte hacia Dios, que lo es.
El problema no es el pietismo hipócrita del cuento de las drogas, del tabaco o del alcohol, que lo es.
El problema no es el peculado de la monarquía, de la república, del estado de las autonomías, del estado federal, del estado del malestar, del Ayuntamiento..., que lo es.
El problema no es la derrama sin fondo para las intenciones de la OTAN, para las del Vaticano, para las de la Trilateral, para las de nuestros tradicionales amigos rebanadores de clítoris, para las de nuestros hermanos de Ultramar, para la modernización del argumentario del Dalai Lama..., que lo es.
El problema es que Spain is different, pues miren ustedes que no, para nada, solo es que es por completo indifferent. Vamos que nos la suda todo, pues no hay más que ver la aquiescencia y el permanente buen ánimo y perdón con el que obsequiamos los atracados a los atracadores —en lugar de correrles a palos— a los que elegimos una vez y otra vez a nuestro mejor gusto para que perseveren en hacer lo mismo, siguiendo de esta manera nuestro sagrado dictamen y mandato, como no paran de decirnos, y con toda su santa razón, qué duda cabe.
Y la solución, pero el problema, no son más que uno y el mismo y desde hace ya más de doscientos años. Y es que no se fabrica ya, ni se encuentra de viejo en chamarilería apartada o de provincias, ni en museos de inacabables siglas, ni en ajados caserones solariegos, ni en acuartelamientos abandonados a las acederas, ni en fortalezas decrépitas a la espera de recalificación y peor uso, ni en tenebrosos depósitos municipales, ni arrumbada y despiezada en ningún desván, en ningún corral de mulas, en establo alguno, y ni en bodega mohosa, sótano bien escamoteado, o recóndita cueva, una sola, desvencijada, desportillada, oxidada y mal engrasada guillotina que poder echarnos la turba a la carreta o al 4x4, para salir con ella a ejemplificar, o aunque solamente fuera a enseñarla, ¡siquiera solo para enseñarla!, tal y cómo se sacaban a pasear antaño las cañoneras, pero no por los mares y las ínsulas ajenas sino por todas esas plazas nuestras de Dios, antaño públicas, ¿se acuerdan?
Y sin esperanza alguna, además, de que por esta ni ninguna otra causa nos vinieran a invadir a sangre y fuego y a anexionar después inapelablemente –si a Alá pluguiere–, Alemania, Francia, los hijos de la Gran Bretaña o siquiera el bueno del Tío Sam, el de las estrelladas barras, que tal vez algo menos peor nos fuera en las garras artilladas de cualquiera de ellos... Miserere nobis.